Luzu emitió un gruñido al entrar a la habitación y encontrar al Emperador en la cama. Con un ademán, despidió a las criadas; no necesitaban palabras para comprender, la mirada fría e indiferente del Emperatriz bastaba para comunicar su enojo. Era raro que se enojara, pero cuando sucedía, el impacto era tan traumático que dejaba una huella indeleble en los sirvientes, instaurando una regla tácita: nunca enfurecer al Emperatriz. Manteniendo su distancia, Luzu no se aproximó a la cama, simplemente observaba con desprecio al hombre de cabello azabache que yacía dándole la espalda. Exhaló un suspiro tratando de captar la atención del otro, sin éxito. Frustrado, avanzó unos pasos y tosió artificialmente, emitiendo un ruido irritante que finalmente hizo que Quackity se volteara para mirarlo, aunque sin ninguna muestra de interés.
— Oh, mi Emperatriz, ¿a qué se debe este inesperado y sombrío honor de tu visita? — Inquirió con un tono de voz que denotaba su molestia, mientras que el Emperador, con una sonrisa burlona, replicó: —. Es evidente que ni siquiera puedes disimular tu enfado, qué falta de cortesía tan notable por tu parte, Emperatriz.
— Estaría más tranquilo si cumpliera con su trabajo — Respondió con una calma fingida, mientras el hombre de cabellos azabache lo miraba con un destello de tristeza en sus ojos. Luzu permanecía indiferente ante el dolor palpable del otro.
— Deja de lado las formalidades, ¿qué hice esta vez? — Pregunta con estrés ante esta conversación que parece no tener sentido.
Era una constante. Se esforzaba por hacer que su esposo la entendiera. Tal vez para los demás eran el cliché de la pareja perfecta, bendecidos con riqueza, belleza e inteligencia, pero detrás de esa imagen, solo eran dos personas que no podían soportarse. Luzu lo miraba sin calor, no con desdén, sino como si él no existiera en su mundo. Aunque él se sentara en el trono dorado a su lado, su corazón se ahogaba en tristeza. Cada gema, cada tapiz, cada signo de su poder le recordaba cuán insignificante era para la emperatriz. Luzu, la luz de su vida parecía distante, como una estrella fuera de alcance. Sus miradas nunca se encontraban, sus palabras eran frías y distantes, y sus sonrisas, si alguna vez existieron, no eran para él. El vacío en su pecho se expandía cada día, un abismo que ni las conquistas ni los tesoros podían colmar. Quackity se cuestionaba en silencio qué había hecho mal, en qué momento perdió su lugar en el corazón de su emperatriz. La soledad lo rodeaba, y aunque tenía el mundo a sus pies, nunca se había sentido tan solo. La tristeza lo devoraba, y cada noche, en la soledad de su habitación, vertía lágrimas silenciosas por un amor que se había esfumado como un sueño al despertar.
— Es bien sabido que cumplo con mis responsabilidades; sin embargo, debido a su negligencia, me he visto obligado a ausentarme únicamente para venir a despertarle — Quackity permanece callado, observándolo de soslayo, consciente de ese tono de molestia, que roza lo cruel —. Le agradecería enormemente si asumiera su trabajo con seriedad y evitara postergarlo.
— ¿Mi madre te mandó a hacer esto? — El Emperatriz soltó una risa forzada, el azabache no necesitó más confirmación; era evidente que Luzu había venido solo porque la antigua monarca se lo había solicitado.
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𝗟𝗮 𝗳𝗿𝗮𝗴𝗶𝗹𝗶𝗱𝗮𝗱 𝗱𝗲𝗹 𝗲𝗺𝗽𝗲𝗿𝗮𝘁𝗿𝗶𝘇 | Luckity
FanfictionEl emperatriz poseía una gran belleza, su apariencia era tan hermosa como la luna misma, telas oscuras cubrían su cuerpo, tonos dorados para mostrar su valor y detalles en rojo para empoderar sus orbes. Sin embargo, aquel emperatriz era sumamente fr...