VII

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    Ya había pasado una hora y veinte minutos. Por fin llegaron, al parecer, antes de lo previsto. Lo ideal hubiese sido llegar diez minutos después, pero al parecer el tren había ido muy rápido, por lo cual, tuvieron que tomar todas sus cosas y rápidamente guardarlas en su mochila.

    Mientras los militares soviéticos estaban sacando las cosas de los vagones de adelante, Alemania y Lituania aprovecharon para poder abrir la puerta de su vagón y escaparse. Al salir, nadie los vio de pura suerte, sin embargo, mientras estaban corriendo, el alemán se tropezó con una rama, la cual hizo un gran ruido. Los soldados apuntaron con una linterna, dándose cuenta de los intrusos en el área. Ambos comenzaron a correr rápidamente, hasta que a lo lejos, el lituano escuchó una voz que podría reconocer en cualquier lado.

—¡LITUANIA!, ¡VEN AQUÍ!

   Era la voz de su padre, no tenía dudas de aquello. Tomó la mano de Alemania, comenzando a correr rápidamente en dirección hacia el bosque. Lo perseguían entre seis soldados y seguro, que habían mandado a custodiar toda aquella zona. Sabía que su padre no se rendiría hasta tenerlo enfrente suyo.

    Siguió corriendo, comenzando a mirar a Alemania, el cual iba al mismo paso que él. Tenían que apurarse, de lo contrario, podrían ser alcanzados fácilmente. El ejército de su padre estaba muy por encima de cualquier cosa que le hayan enseñado a ellos, podían vencerlos muy fácil si los llegaban a alcanzar.

   Corrieron y corrieron incansablemente, hasta que finalmente pudieron llegar hasta una parte del bosque en donde no había absolutamente nadie, ningún soldado, ni nada. De pura suerte, no habían animales. Aunque no era muy raro tampoco, probablemente el área era peligrosa y por tanto, no se habitaba, o quizás, los militares no estaban allí debido a que se encontraban cerca de un pueblo. Cualquiera de las dos opciones era posible, sin embargo decidieron bajar el ritmo a su paso, comenzando a caminar de manera más lenta, ya no estaban corriendo como antes, pero tampoco iban a paso tortuga. Estaban buscando un lugar para descansar y por lo menos, poder desayunar un poco, o tomar agua. El hecho de correr, simplemente los había cansado. Estuvieron 15 minutos corriendo para poder perder a los soldados y claro, con bolsos encima y con la adrenalina, había sido simplemente agotador.

   Continuaron caminando, hasta que poco a poco comenzó a hacerse cada vez más de día, aunque todo seguía bastante oscuro. Tenían que organizarse bien para poder encontrar a Polonia y Alemania Oriental, por lo que idearon un plan. No podían ir a algún pueblo, ya que seguro que alguien los reportaría por unas simples monedas, por lo que deberían seguir por el bosque hasta llegar a la casa de gobierno, en donde estaría Alemania Oriental y que de ahí, él los guiara hasta donde estaba Polonia.

   Emprendieron camino, yendo aún por el bosque, siendo precavidos de no encontrarse con ningún soldado o alguien en general, no querían llamar mucho la atención, nadie debía saber que andaban merodeando por los alrededores. Por suerte, el día había llegado finalmente. Los primeros rayos de sol de la mañana, se hacían ver en el rostro del alemán y del lituano, iluminando sus caras y sintiéndose bastante más aliviados luego de la aventura que habían tenido escapando de los soldados soviéticos hace unos minutos.

   Por desgracia, no sabían qué hora era, puesto que no llevaban ningún reloj encima como para saberlo, ni tampoco sabían leer la hora con el sol, pero sabían que era temprano, pues el sol apenas se había presentado.

—Oye, Lituania... ¿Qué hacemos si no encontramos a mi hermano?—. Preguntó el alemán.

—Buscar a Polonia. A tu hermano no le deben estar haciendo nada, pero a Polonia... No quiero ni imaginarme lo que le deben de estar haciendo—. Respondió el lituano.

—Tienes razón, pero, ¿En dónde podría estar?

—Probablemente en el palacio de mi padre. O... En el calabozo de alguna prisión. No lo sé, por eso quiero encontrar a tu hermano, seguro él tiene más información que yo.

—Si yo fuera tú... No iría a buscar primero a Alemania Oriental. Seguro que tu padre ya sabe que es a él a quien iremos a buscar.

—Entonces, ¿Qué propones, Ale?

—Ir a buscar a uno de tus hermanos. Ellos saben todo, deben tener más conocimientos que Alemania Oriental.

—Bueno, creo que tienes razón. Bien... Cambio de planes entonces. Pero, ellos están en Moscú. No sé si haya algo directo a Moscú y no sé si tendremos el tiempo... A Polonia como máximo le quedan dos días, ¿Entiendes?

—Sí, te entiendo, pero debemos encontrarlo probando con algo seguro. Pero... Si quieres ver primero a mi hermano, bien.

   Terminaron aquella pequeña charla. El lituano no sabía qué hacer, quería ir con sus hermanos, pero cualquier método de ida, implicaba mucho tiempo. Prefería ir con alguien que sabía que era de confianza y que estaría más cerca que sus hermanos, o sea, Alemania Oriental. Esperaba encontrarlo, claro, pero no sabía si su padre lo estaría esperando en la puerta de la casa de gobierno, que era lo más seguro.

𝐶𝑎𝑟𝑡𝑎𝑠 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑡𝑖́ 𝐼𝐼  [𝑃𝑜𝑙𝑜𝑛𝑖𝑎 𝑥 𝐿𝑖𝑡𝑢𝑎𝑛𝑖𝑎]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora