PRÓLOGO

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¡¡¡Advertencias!!!
Esta historia está inspirada en un “H”. Si ya antes me has leído (sobretodo en mi otra cuenta), sabrás que me tomo MUCHAS LIBERTADES CREATIVAS en este tipo de adaptaciones, sobretodo porque es una locura encontrarle sentido a un “H”.

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Sesshomaru Taisho bajaba las escaleras que daban hacia el campo de tenis de la escuela justo cuando comenzaba el partido.

Kagura, su nuevo pasatiempo, le había pedido que fuera a verla jugar, y él aceptó, aunque de todos modos, lo habría hecho con tal de ver a Kagome.

Kagome en ese momento daba el saque con su raqueta, provocando que con sus femeninos movimientos se levantase el ceñido vestido blanco deportivo que solía usar en todos sus partidos, y al hacerlo, el diminuto short interior azul se asomó.

“Azul, como sus ojos.”

Por supuesto, Kagura no era rival para Kagome, en ningún tipo de sentido. Apenas y comenzaba el juego, y ella empezó a sudar en exceso y a agitarse por todo el esfuerzo. Sus facciones comenzaron a endurecerse y sus extravagantes ojos rubíes parecían salirse de su órbita por el enojo.

Kagome, en cambio, se movía como una profesional, no por nada era la capitana del equipo femenil.

Un revés mal ejecutado ocasionó una torcedura en el pie de Kagura, quien cayó al suelo en una teatral marometa. El entrenador dió por terminado el partido. Y todos corrieron a ayudarla.

Sesshomaru estaba seguro de que Kagura mentía.

Nadie felicitó a Kagome por su casi victoria; pero él le hizo un pequeño ademán con la cabeza. Y en cambio, ella simplemente se dió media vuelta.

Ese pequeño gesto de indiferencia le provocó molestia. Ella hacía que su mente fuese un caos,  sobre todo su magnífica figura. Acercarsele era imposible, ella no se fiaba de él, ni de su encantador atractivo. Parecía que lograba ver a través de las perversiones que su mente maquinaba en su retorcida imaginación.

Además, estaba el incidente con Hojo, el supuesto novio de Kagome.

Sesshomaru nunca había tenido problemas con que el imbécil lo siguiera todo el tiempo. Hasta que un día, los vio besándose. Sesshomaru le había dado una paliza sin ensuciarse las manos, mandando a sus subordinados del equipo de baloncesto a hacer el trabajo.

¿Porqué?, ni siquiera él había logrado saberlo.

— ¡Odio como esa perra, se cree mejor que yo!—. Grito Kagura, cuando la enfermera terminó de vendarle el tobillo.

Sesshomaru la miró, suprimiendo un suspiro de aburrimiento.

— Quiero hacerla pagar por todo lo que me hace sentir. Tal vez, pueda convencer a alguien que se la folle para que se le quite la mosca muerta.

— Déjate de decir estupideces—. Dijo de manera firme.

Kagura parpadeo, sin atreverse a contradecirlo.

Tal vez, la idea de Kagura no era tan mala después de todo, sí es que lograba ejecutarla a la perfección.

&. &. Días después. &. &.

— Kagome, ¿has sabido algo de Kagura?, no ha venido a las prácticas.

Kagome negó con la cabeza hacia la pregunta hecha por su entrenador.

— El torneo está cerca, y necesitamos a todos el equipo, por favor Kagome, podrías ir a su casa.

Con una sonrisa, pero de mala gana, Kagome accedió a hacerlo.

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