Parte 6

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María Corina estaba sentada en su oficina, rodeada de una montaña de papeles y proyectos que parecían no tener fin. Era una reunión que no debía ser del todo importante para su partido, pero para ella representaba una oportunidad de reafirmar su posición y demostrar que estaba al mando. Tomó un sorbo de café caliente ry se dispuso nuevamente a repasar los puntos de la agenda. Estaba concentrada en los detalles cuando un sonido inesperado interrumpió su concentración. Miró por la ventana y de repente vio el estacionamiento de Lana. Su corazón se detuvo por un momento.

- ¡María! - exclamó Lana, con una sonrisa que iluminaba toda la habitación. - Ven, tienes que salir conmigo.
- Cariño, estoy trabajando. Estoy esperando a alguien para una reunión. - respondió María, tratando de mantener la compostura, aunque una parte de ella se sentía atraída por el ímpetu de Lana.

Lana, sin prestar atención a la respuesta de María, tomó su mano con firmeza. - María... - dijo de manera tierna alargando su nombre, mientras la miraba a los ojos.

- Lana, estoy esperando a alguien para esta reunión. No puedo irme ahora. - María sonrió, pero rápidamente se sintió atrapada entre el deber y el deseo.
- Ven, cariño. Necesito que te olvides de esta reunión. Vamos a la playa. - dijo Lana, tomando de la mano a María tan rápidamente que no le dio tiempo a protestar.
- Lana, espera. Estoy esperando a alguien importante. - respondió María, todavía con una mezcla de incredulidad y emoción. - No puedo, cariño. Tengo que ser responsable. Esto es importante para mi partido..
- ¿Importante? ¿Más importante que tu felicidad? - Lana la miró fijamente, sus ojos chispeantes. - Siempre estás ocupada, siempre pensando en lo que debes hacer. Pero, ¿cuándo fue la última vez que hiciste algo solo porque sí?
- No sé... tal vez nunca. Pero... - María vaciló, sintiendo cómo las palabras de Lana tenían razón. Nunca tenía tiempo libre para ella.
- ¡Exacto! Y es hora de cambiar eso. Quiero que vayas conmigo y la pases bien junto a mí. - insistió la menor, apretando la mano de María con ternura.
- Es imposible que me vaya, Lana. Tengo responsabilidades...  — María, permanecía anclada a su escritorio.

Pero Lana no estaba dispuesta a escuchar un "no" por respuesta. Con un tirón suave pero insistente, la arrastró fuera de la oficina. Mientras cruzaban el pasillo, María lanzó una rápida mirada atrás, pero la determinación de la menor era inquebrantable. Sabía lo que significaba esa mirada ansiosa; quería que María entendiera que había algo más importante que los trabajos y las políticas en ese momento.

Lana la condujo hacia el auto, y en cuestión de minutos estaban rumbo a la costa, el sonido constante de las olas resonaba en sus oídos. El aire fresco y la brisa marina se adueñaron de sus sentidos. Una vez en la playa, Lana extendió una toalla y las dos se sentaron a observar el vasto océano. Los rayos del sol danzaban sobre el agua, creando destellos que capturaban la atención de María.

- Siempre he querido tener un día como este contigo. - dijo Lana, mirando a María con intensidad. - Quiero que sepas que siempre estaré aquí para ti cuando quieras escapar de tantas responsabilidades. Eres mi mejor parte.
- Nunca pensé que podría ser tan feliz fuera de la oficina. Gracias por esto. - María sonrió, sintiéndose en paz. - Pero hay tantas cosas que tengo que hacer...
- Las cosas que realmente importan son las que se hacen con el corazón, María. - dijo Lana, mirándola intensamente. - Como tú y yo. Deja todo atrás por un día, ¿sí?
- Nunca había visto las cosas de esa manera. Siempre estoy tan ocupada que me olvido de disfrutar. Pero tú me haces querer cambiar eso. - María se detuvo, sintiendo la profundidad de sus palabras.

El sol empezaba a descender en el horizonte, tiñendo el cielo de tonalidades cálidas.

- ¿Sabes? Este es el momento perfecto para un beso. - Lana se inclinó su rostro hacia el de María, sus labios a solo centimetros. - ¿Puedo? - preguntó, su voz un susurro.

María asintió, incapaz de resistir más. Lana cerró la distancia y sus labios se encontraron, lentamente al principio, como un leve roce que se convertía en un torrente de pasión. Los besos se volvieron más ardientes, las manos de la menor exploraban la piel de María, marcando cada contorno con ternura y deseo.

- Tú eres mi razón, María. Quiero que sepas lo que es vivir plenamente.  — María sintió un nudo en el estómago, entre la responsabilidad y el deseo de dejarlo todo atrás. Lana continuó: - Te prometo que solo será un día. Un día que es solo nuestro. Y después, puedes volver a tus reuniones y responsabilidades. Pero hoy, quiero que seas libre.

El mundo a su alrededor se desvaneció, solo quedando el ritmo del océano y el latido acelerado de sus corazones. El tiempo perdiéndose entre caricias y susurros, mientras el sol se ocultaba tras el horizonte, llevándolas a un nivel más profundo de conexión.

- Quiero que seas mía María... Solo mía. - Lana, se subió a su regazo haciendo que la mayor quedara recostada cerca de una roca. - Te voy hacer disfrutar cada segundo que estés junto a mí. - María incapaz de formular alguna palabra solo miraba con deseo a Lana, mientras sus manos la sujetaban por la cintura atrayéndola hacía ella. - Solo quiero ser tu fin y tu principio. - la menor llevó una de sus manos hasta el cierre del short de Maria, metiendola, haciendo que la mayor soltara un pequeño gemido por la acción que estaba haciendo la contraria. Lana, lentamente comenzó a mover sus dedos dentro de María con lentitud haciendo que ésta soltara pequeños jadeos, mientras sus labios rozaban entre si, pero no se juntaban. Una de las manos de Lana acariciaba la mejilla de María, mientras sus dedos la penetraban. Cuando sus labios se juntaron, lo hicieron con una intensidad que ninguna podía explicar. En el aire estaba palpada una energía fuerte; dos almas atormentadas que vibraban con el mismo deseo de poseerse.

Los gemidos y jadeos de la mayor eran música para los oidos de Lana. Ya María estaba cerca de alcanzar su punto máximo. La política se aferró a las rocas gritando el nombre de Lana mientras la jóven sonreía al ver así a María. Estaba sudada, agitada, excitada y sonrojada.

- Quiero que este momento sea solo nuestro. - María, susurró entre besos, su aliento cálido contra la piel de Lana.
- Eres todo lo que he querido. - Lana, con su mirada intensa, le susurró, dandole el último beso.

La conexión entre ellas se profundizaba, y en el calor del momento, todo lo demás quedó atrás. Era un día que nunca olvidarían, marcado por la promesa de una nueva etapa en su relación, mientras se fundían en un abrazo lleno de amor y deseo. Los únicos testigos de aquella muestra de amor y lujuria eran el mar, la arena y el atardecer que tenían a sus espaldas.



Young and Beautiful  - María Corina Machado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora