Capítulo 2

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Desde el suelo frío donde había caído, la joven miraba aterrorizada la gran puerta que no paraba de vibrar por los fuertes golpes que recibía del otro lado

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Desde el suelo frío donde había caído, la joven miraba aterrorizada la gran puerta que no paraba de vibrar por los fuertes golpes que recibía del otro lado.

Los gritos de aquellos hombres que la persiguieron sin descanso, sonaban desgarradores, como si un dolor inhumano los estuviera consumiendo sin piedad.

«¡Me tienes harta!», un mal recuerdo se manifestó en la cabeza de la joven, provocando que un par de lágrimas se le escaparan de sus irritados ojos claros. «Quiero irme lejos. Ya no quiero estar aquí. Llévame lejos de aquí por favor».

La madera dejó de sacudirse y el poco resplandor que se filtraba alrededor de la misma se apagó como una vela al viento.

—Ya no pienses en eso. No tiene caso torturarse por algo que sucedió hace tanto tiempo —dijo la mujer posando una mano en la puerta, la cual de este lado parecía estar en excelentes condiciones.

—¿Cómo sabes lo que estoy pensando? —la chica miró con extrañeza la vestimenta informal de la desconocida.

La mujer de jeans y botines empolvados se acomodó los mechones de cabello que se le escaparon durante el forcejeo y le tendió la mano.

—Yo leo todo lo que piensas. Incluso percibo tus deseos más profundos —una sonrisa de medio lado se dibujó en su rostro al ayudarla a incorporarse—. Una parte de tu mente alberga rencor y esos recuerdos te agobian. Nada ni nadie ha logrado disipar tus penas, sin embargo, puedo ver que aún te queda un mínimo de esperanza.

La joven la miró con asombro, pero a la vez con temor. Ella le parecía tan normal que le costaba creer en sus palabras.

»Cargas tantos sueños en ese delicado corazón tuyo, pero por obvias razones no los has podido cumplir. —La mujer le apretó con suavidad la mano algo maltratada antes de soltarla; sus fuerzas estaban regresando.

La chica tragó saliva al ver su rostro reflejado en aquellos ojos marrones delineados en negro, mismos que hacían ver a la mujer mucho más extraña en cuanto actitud se refería.

—Gracias por ayudarme —decidió cambiar de tema. No deseaba tener algún tipo de confrontación con la mujer, y menos al verse en desventaja, pues el insistente dolor de cabeza y la rodilla lastimada la dejaban a merced de cualquiera.

Mientras la cabeza de la chica se hacía un lío con tantas suposiciones, la mujer con el peculiar don de leer mentes tomó la segunda decisión más importante de esa noche.

—No hay de qué… hummm… ¿Cómo debo llamarte? —la desconocida tomó asiento en una pequeña banca hecha del mismo material del que estaba construido el salón en el que se encontraban.

La joven dejó de observar la única lámpara de pared que iluminaba el área.

—Si puedes leer mi mente, deberías saberlo.

La dama sonrió ante el tono sarcástico. No se había percatado de la pizca de valentía que la chica guardaba en lo más profundo de su ser.

«¡Vaya, vaya! Así que una pequeña rebelde se oculta debajo de toda esa imagen de adolescente incomprendida. Me agrada», pensó con una sonrisa diferente en los labios. «Solo espero que aprendas a controlarla, porque a los cazadores les fascinan los retos».

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