°Un cuento para dormir°

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(Parte uno)

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Un alma, con eso se podría decir que inicia todo esto.

Un alma era todo aquello que representaba a un individuo, la esencia de su vida; todo lo que alguna vez fue, todo lo que es ahora y todo lo que llegará a ser en algún momento. No es algo que sea tangible, nada que pueda verse, oírse, degustarse u olerse; pero aun así está ahí, pese a lo que muchas personas puedan decir. Su alma es todo lo que es y no le pertenece a nadie más que a sí mismo, cosa que lo hacía un individuo completo, capaz de obtener la felicidad sin necesidad de nadie más, capaz de hacer su vida sin la necesidad de depender de nadie y sin que nadie dependiera de él...

Pero hay una cosa más, otra alma.

Un alma que no le pertenecía, pero con la que estaba vinculado por los fuertes lazos del universo. Una persona que estaba destinada a él, y que él estaba destinado a ella. No importa el cómo, no importa cuánto, o el porqué, pero el universo mismo se encargará de juntarlos para que así sus almas vuelvan a danzar sobre aquella línea de eternidad hasta que finalmente sean consumidas por la misma. Esa era la persona que sería su alma gemela. Una persona con quien estaba destinado a estar toda su vida, una persona que estaba vinculado a él y con quien estaba vinculado, una persona a quien amará... con toda su alma.

Claramente estos eran conceptos demasiado complicados para la pequeña cabeza rojiza de nuestro pequeño Masamune Shichigama.

De pequeño siempre había sido alguien bastante activo, bastante hiperactivo según sus padres, y siempre tendía a ser bastante curioso con respecto a demasiadas cosas. Sobretodo las cosas que eran coloridas. Como a cualquier niño de su edad los colores llamativos lograban llamar su atención, incluso podía quedarse admirando el color rojizo de su propio cabello como si fuera algo mágico, y sonreía siempre que escuchaba el apodo que le había colocado su madre por eso mismo. Él mismo buscaba ser llamativo con lo que vestía, siempre buscando resaltar entre sus compañeros y amigos (Aunque en la escuela igualmente usaba el uniforme escolar aburrido).

Pero había algo que no podía llenar de color, y eso eran sus propios ojos.

Estaba jugando con su padre luego de haber cenado cuando le surgió por primera vez esa duda, su padre percatándose de que estaba inusualmente tranquilo y pensante. — '¿Sucede algo, Masa?'

'¿Por qué mis ojos son grises?'

'Bueno, cosas de biología que no entiendo' – Ladeó la cabeza sin entender a qué se refería con eso – 'Algún gen recesivo que se coló en tu ADN, quien sabe'.

'No lo escuches mi pequeña flama' – Ambos giraron su cabeza al escuchar como su madre aparecía en la sala, a lo que sonrió en grande mientras levantaba una de sus manos para saludarla – 'Tranquilo, algún día tus ojos también tendrán color' – Le acarició la cabeza con cariño, pero aun así lo que había dicho había generado más dudas en su cabeza.

'¿Por qué? ¿Por qué no son coloridos ya?' – La miró esperando una respuesta, aburrido de que sus ojos fueran aburridos y sin color – '¿Cuándo tendrán color?'

'Oh hijo... ¿Ya comiste tu empaque de sasakama?' – Asintió varias veces con la cabeza mientras alzaba el empaque vacío en dirección a su madre, quien sonrió levemente y volvió a acariciar su cabeza – 'Ve a guardar tus juguetes, hoy te contaré un cuento para dormir'.

El color de tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora