Capítulo 3

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No había mucho más que pudiera saber, porque es algo que existe desde antes que Atlanta pudiera llamarse reino o siquiera fuera posible documentar en papel lo que se sabía.

En realidad, estoy bastante segura que el boca a boca fue desde un principio el método que se usaba entre los guardianes de la barrera para divulgar la información a sus discípulos y muy probablemente a la familia real.
Sin embargo, mamá fue mi prede cesora, pero nunca me habló de nada acerca del por qué Atlanta es una isla intermitente en los mapas humanos o porque solo ella (y ahora yo) era capaz de mantener esta realidad que estábamos viviendo.

Ni siquiera me dió una buena explicación de que pasó con papá...¿No sería todo diferente si tan solo...hubiera sido un poco más clara conmigo?

Nadé hasta una parte más interna de la caverna donde guardo algunos recuerdos de cuando mamá estaba aquí.

Por supuesto, desplacé la piedra que actúa como una falsa pared para que visitas no deseadas no entren aquí.

Allí estaba mi caldero, algunos libros de hechizos que para nada son robados de la sección prohibida biblioteca real, un espejo y algunos cajones con cosas que papá solía guardar.
Nunca los he abierto, cuando los dejé aquí estaban sellados y decidí mantenerlos como estaban.

No por falta de curiosidad, sino porque tal vez podría no gustarme lo que está adentro.

Papá no era un tritón, vino en una delegación hace años y fue el encargado de mantener relaciones entre Atlanta y un reino llamada Azalea.

Era un reino con un sistema de castas, allí las personas tenían "títulos" y él era un "conde", era una división extraña, a diferencia de Atlanta dónde tus méritos para la corona determinan tu posición.

Era un buen hombre, pero no siempre estaba en casa, cada tres meses partía y regresaba con noticias y propuestas para mi tío, que no siempre estaba feliz con su presencia aquí.

En realidad, nunca lo aceptó, porque Atlanta es una tierra sagrada para las sirenas, y los humanos que no se sometan al Dios del Mar no son bienvenidos a este lugar.

Tal vez un día decidió no regresar porque era demasiado difícil, o tenía otra familia de la que ocuparse, quizás sabía que la guerra estallaría y no quiso involucrarse, no lo sé, los humanos son demasiado volátiles como para entender su comportamiento

Por eso es mejor dejar las cosas allí, donde no pueden llegar a herirme.

Sobre una mesa improvisada hecha de piedra caliza, estaban muchos de mis utensilios para preparar pociones y al fondo un armario con cofres que tienen pertenencias de mi mamá, joyería que si dejaba en mi anexo del palacio no la iba a poder conservar y cosas por el estilo.

Aparte el armario, detrás de él tenía una especie de pizarra dónde anotaba cualquier avance, descubrimiento o acontecimiento que me dieran la oportunidad de escapar.

Han pasado 4 años, pero no creo que alguna vez logre salir de aquí, y mucho menos vengarme.

—Vamos...tiene que haber una forma de tomarlo desprevenido.

El cumpleaños de Pearl me da esperanza para hacer un movimiento.

Cuando una sirena de la familia real cumple los 16 años, obtiene el derecho de salir a ver la superficie por un día, es el único momento donde Kallan con su tridente abre un pequeño agujero en la barrera.

A mí me prohibieron salir hace un poco más de tres años, la excusa fue que no soy una sirena pura y temían que la tierra me tentara.

Creen que no puedo cambiar de color para adaptarme al entorno como otros de mi raza y mi piel se mantiene igual de bronceada en lugar de tomar una coloración distinta porque soy mestiza.

La realidad es que todas las sirenas, sin excepción, carecen de verdadera pureza.

Todos tenemos humanidad, pero los que deciden olvidar y entregarse al mar son los únicos que obtienen una transformación completa.

Mi tío lo sabe, no estoy completa, pero Pearl tampoco.

Ambas anhelamos algo que es plenamente humano, la libertad, y la seguridad de Atlanta no lo puede conceder.

Por eso sé que va a causar alguna conmoción para que Pearl deje de añorar el exterior.
Si tan solo pudiera hacer que en lugar de asustarla ella ansiara aún más salir...pero no puedo estar cerca, o va a saber que hice algo.

Suspiré y me mire en el espejo, me sentí frustrada y ridícula tratando de nadar en contra de la marea.

Acaricié el cristal, mi reflejo no se parecía al de mi madre, que era una mujer alta, de cabello castaño rojizo y con unos hermosos ojos lila que nadie podía replicar, mucho menos a Pearl, que era menuda, con hermoso cabello rubio con brillos rojos, labios llenos y unos ojazos azules que te roban el aliento.

Yo me parecía a mi padre, que era un buen hombre pero su mirada severa, estricta te daba una sensación extraña. Heredé su pelo lacio y negro, sus ojos oscuros, las cejas arqueadas y hasta sus dos lunares  debajo del lagrimal.

¿Es una señal de que no nací para estar en mundos aislados?

En realidad nunca importó eso, porque no me considero una persona que vaya a traer paz a dos reinos como una especie de salvador, simplemente tengo una cuenta pendiente y no puedo darme el lujo de que termine así.

No puedo dejar nada en el azar, voy a asegurarme de que Su Majestad esté lo suficientemente paranoico como para hacer que su hijita me dé oportunidad de huir de aquí.

******

Los altos muros del palacio imperial una vez fueron intimidantes, cuando vivía en una casa en la orilla del mar con mis padres que fue consumida con la guerra, pero después de tanto tiempo me resultan tan familiares como desagradables.

—Tarde como siempre, Lady Lorraine, debería retomar sus lecciones de etiqueta en lugar de escabullirse cada vez que se lo recordamos.—el mayordomo principal chasqueó la lengua tan pronto como entré.—Su Majestad la ha estado esperando, no lo hagamos esperar más.

—Siento la tardanza y disculpe la rudeza, pero no creo necesitar saber de modales si cada vez que ha habido una delegación en los últimos años me han encerrado en un anexo como si fuera un animal peligroso —enseñé los dientes, pero ambos sabíamos que no era una sonrisa.—Es curioso que no dejemos entrar a los humanos a menos que seamos los primeros en contactar, pero que haya que tener tanto cuidados al tratarlos una vez vienen. Casi parece que no les lavan el cerebro antes de salir para que no hablen de más.

—¡Usted, no hable más de la cuenta!—dijo con la cara colorada.—Debería estar agradecida de la consideración en lugar de ser tan desagradable con las manos que le dan de comer.

Lo miré de arriba a abajo, era curioso que un hombre más bajito que yo se tratara de poner en puntillas para señalarme con el dedo.

Me eché a reír por lo bajo y me adelanté camino a la sala del trono.

—No debería molestarse por cosas tan triviales, enfadarse es malo para la presión arterial.

—¡No puede adelantarse así, necesita ser anunciada previamente antes de entrar!

—¡Un día tendrá un paro cardíaco si sigue molestándose por cosas que igual voy a hacer!

Me adelanté hasta el punto de casi correr, ignorando al mayordomo detrás de mí.

Es una suerte que no usemos los molestos tacones que usan las humanas, ni los vestidos de cornalina llenos de encaje, me hubiera caído después de dar unos pasos.

Gracias a Dios, los vestidos de seda  abiertos en las piernas siempre se han usado en este reino, incluso los hombres no llevan pantalones, si te lanzas al mar no perderás tu ropa y más importante, no andarás con tus partes íntimas al aire.

Y después de una larga caminatas entre los interminables pasillos, tenía delante de mi las puertas de la sala del trono.

Sin embargo, oír mi nombre en una conversación que, seguramente no debí escuchar, heló mi sangre por un instante....

Maldición del marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora