—...La guardia real informó que el barco va a pasar muy cerca de nuestras costas ese día, majestad, no podemos simplemente hundirlo.
—¿Desde cuándo piensas en discreciones, Sebastián?—la voz de mi tío resonó.-No es propio de ti preocuparte por seres inferiores.
—Es el cumpleaños de la princesa.—comentó el consejero preocupado.—No creo que sea algo que deba ver.
Una risa despectiva resonó, no le importaba la opinión de su siervo más leal, y mucho menos que los sirvientes escucharan
Porque lo que pensara el rey, en Altlanta se consideraba lo moral, lo ético, lo correcto, porque es un ser de sangre noble que pudo manejar el tridente y darle a este sitio esa sensación de perfección y seguridad.
Él lo sabía, es por eso que puedo escuchar tan casualmente, no se molestó si quiera en restringir el paso o usar una piedra de maná para insonorizar la habitación.—Altlanta no sería lo que es hoy si no fuera por los barcos que han perdido el rumbo como este...—hizo una pausa que terminó en un suspiro.—Mi hija no verá nada, simplemente hay que dejarla subir y cuando que todo a su alrededor es mar abierto va a regresar. Solo haz que Gala o su abuela la acompañen para que eviten a toda costa la ruta del barco. Ah, y no permitas que nadie logre sobrevivir, es muy molesto cuando hay que lidiar con gente a medio convertir, es un desperdicio de recursos cuidar locos y tener que darle explicaciones al pueblo.
—Lo que usted ordene, Su Majestad-se oyó la resignación en su voz.
—Ah, y haz que Lorraine pase antes de que te vayas.—se me heló la sangre en ese mismo instante.—Tiene las mismas malas costumbres de su madre, oyendo a escondidaa entre los pasillos.
Sebastián abrió la puerta de la sala del trono y nos vimos cara a cara, ví en su rostro que quería darme ánimos pero realmente no me llegaron.
Tenía el estómago revuelto. No me gustaba nada relacionado con hundimientos de barcos humanos desde la guerra, la que cortó toda posibilidad de encuentro con mi padre y mató a mi madre.
La que hizo que un país entero olvidara su historia y quedara como un lugar en ruinas.
—El Dios del Mar me permite nuevamente estar ante su presencia, Su Majestad.
—No hagas eso de nuevo querida, los modales de la corte nunca han podido integrarse contigo.
—Tenía entendido que era algo de mi forma de ser que no le gustaba en lo absoluto.
Mi tío chasqueó la lengua y me miró de arriba abajo, como solía a hacerlo, una mirada de decepción cruzo sus ojos.
-—Te pareces tanto a Eileen, es una lástima que una mujer tan noble se dejara engañar por ese hombre.
—Si no fuera por eso, yo no estaría aquí hoy.—señalé molesta, pero procuré no hacerlo evidente.—¿Que es lo que quiere, tío?
—Bueno, nunca has sigo una niña muy conversadora, así que vayamos al grano.—mi tío se acomodó en el trono y dió un largo suspiro.—Sé que no hubo problemas con la barrera, ni los habrá por el momento, sin embargo, ya oíste nuestra conversación antes.
—No creo que un barco humano sea una amenaza para Atlanta, majestad, la barrera nos mantiene invisibles para ellos y aunque nos pudieran ver, solo pedirían permiso para desembarcar y cambiarían tesoros por recursos.
Sentí la mirada reprobatoria, pero no me importó, no era necesario que esas personas murieran en vano cuando su único error fue navegar por esta ruta.
Yo no era una santa, pero tampoco veía a la muerte como un mal necesario, hay límites morales que se deben respetar.
—La última vez que se dejó pasar un barco sin que haya sido solicitado por nosotros, estalló una guerra.
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Maldición del mar
Fantasy¿Conoces la historia de La Sirenita? ¿Qué pasaría si te dijera que es mucho más profunda de lo que crees? Una sirena mestiza que perdió a su madre en una guerra que se podría haber evitado, Lorraine, la bruja del mar, vive estrictamente controlada p...