*Kayn*
La figura herida yacía en el suelo, casi irreconocible bajo la sangre y el polvo. Me agaché para inspeccionarlo, notando con cierta extrañeza la simetría de su rostro, las líneas suaves que contrastaban con el brutal estado de su cuerpo. Mi mente, siempre alerta a amenazas y debilidades, se detenía en esos detalles que normalmente despreciaría.
¿Qué demonios me pasaba? Nunca había sentido la necesidad de salvar a nadie. Sin embargo, allí estaba, inmovilizado por una extraña sensación que apenas lograba comprender. ¿Sentimiento? No, imposible. ¿Un cambio en mi interior? Algo me impulsaba a actuar, algo que no tenía lugar en el corazón de un asesino.
Antes de procesar todo, el herido murmuró una súplica con un hilo de voz que se desvaneció tan rápidamente como su conciencia. Mis manos se movieron casi por reflejo, levantándolo con esfuerzo y cargándolo a mis espaldas. Sentía el peso de su vida agonizante mientras me dirigía hacia la cabaña que había abandonado unas horas antes.
Una voz siseante invadió mis pensamientos, un recordatorio constante de lo que realmente soy.
—¿Qué crees que estás haciendo? —gruñó Rhaast, su tono impregnado de incredulidad.
Lo ignoré. Cualquier respuesta que pudiera darle solo sería combustible para su ira.
El camino de vuelta a la cabaña fue una marcha sombría. Cada paso que daba estaba acompañado por el latido acelerado de mi corazón, una sensación que no experimentaba desde hacía años. Finalmente, llegué a la puerta, empujándola con el hombro y depositando al herido en una improvisada cama de pieles.
*Rakan*
Desperté en una habitación oscura, el aire denso con el aroma a hierbas medicinales. Mi cuerpo estaba rígido, envuelto en vendajes que apretaban mis heridas con precisión. El dolor pulsaba en cada extremidad, un recordatorio cruel de lo que había pasado. Intenté moverme, pero el ardor abrasador me obligó a gemir en voz baja.
Desde la penumbra, escuché voces. Una era suave, casi tranquilizadora, mientras que la otra resonaba con una intensidad fría, carente de cualquier emoción.
—Ha despertado —murmuró la voz femenina, con un matiz de satisfacción profesional.
—Voy a ver cómo está —respondió la voz masculina, autoritaria, como si el simple hecho de despertarme no fuera motivo suficiente para que le interesara.
Intenté abrir los ojos, pero la luz tenue me hizo parpadear. Una mujer entró en mi campo de visión, su figura borrosa al principio, hasta que mi visión se aclaró. No era humana, ni tampoco vastaya. Su cabello grisáceo caía en mechones sobre su frente arrugada, y sus ojos reflejaban una sabiduría ganada con el tiempo. Llevaba ropas sencillas, adornadas solo con collares de hueso y madera que resonaban suavemente al moverse.
—Estás a salvo —dijo con una voz que transmitía calma—. Mi nombre no importa, pero soy una curandera. Fuiste encontrado al borde de la muerte, pero te recuperarás bajo mi cuidado.
Intenté hablar, pero mi garganta se cerró, seca por la falta de agua y el esfuerzo de mi huida. Solo un susurro salió de mis labios.
—Gracias...
No tuve tiempo para más. La puerta se abrió de nuevo, y el hombre que había visto antes apareció en la entrada. Alto y de complexión musculosa, con una trenza negra que colgaba de su espalda y un mechón azul que enmarcaba su rostro. Había algo en su presencia que me hizo dudar, un aire de peligro que era imposible ignorar.
—¿Cómo se encuentra? —preguntó sin apartar sus ojos de los míos.
—Vivo, que ya es mucho —respondió la curandera sin levantar la mirada de sus preparativos—. No te preocupes, guerrero. Tu... salvador se pondrá bien.
Noté la tensión entre ellos, una tensión que no comprendía pero que se palpaba en el aire. Kayn —supe instintivamente que ese era su nombre— se acercó, sus ojos azules inspeccionándome como si intentara descubrir algún secreto escondido en mi dolor.
—¿Recuerdas algo? —preguntó finalmente, su voz baja y medida.
Cerré los ojos y dejé que mi mente volviera a los eventos que me habían llevado a esta situación.
*Flashback*
Habían pasado semanas desde que Xayah y yo nos habíamos separado. Aquella discusión, la primera verdadera pelea desde que nos conocimos, aún ardía en mi memoria. Últimamente, mi mente estaba en otro lugar, perdida en pensamientos que no podía controlar, y eso la enfurecía. Mi silencio la enloquecía, y su insistencia solo alimentaba mi deseo de estar solo.
El dolor de nuestra separación se volvió más agudo con el tiempo. Sin ella, me sentía incompleto, como si hubiera perdido una parte de mí mismo. Pero no podía regresar. No hasta entender qué estaba mal dentro de mí.
El hambre y la desesperación me llevaron a robar comida de unos bandidos que no dudaron en perseguirme. Me encontraron debilitado y vulnerado, y su furia fue implacable. Su ataque me dejó al borde de la muerte.
Logré escapar, apenas con vida, arrastrándome hasta un sendero que serpenteaba entre los árboles. Sabía que no tenía muchas opciones. Con suerte, alguien me encontraría antes de que fuera demasiado tarde. Entonces, todo se volvió negro.
*Fin del Flashback*
Regresé al presente, mis ojos encontrando los de Kayn, ahora llenos de una intensidad que no había percibido antes.
—Estaba huyendo... y ellos me encontraron —dije con voz rasposa—. No sé por qué me ayudaste, pero te lo agradezco.
Kayn me observó en silencio por un momento antes de responder, su tono más suave de lo que esperaba.
—A veces es mejor mantener vivo a alguien. Podrías tener respuestas que no podrías dar si estuvieras muerto.
Me quedé en silencio, asimilando sus palabras. No sabía si era una amenaza velada o simplemente su manera de justificar sus actos, pero no tenía la fuerza para cuestionarlo.
La curandera terminó de ajustar mis vendajes y me ofreció una pequeña sonrisa.
—Descansa. Necesitarás todas tus fuerzas para lo que venga.
Kayn asintió y se dirigió a la otra cama, comenzando a desvestirse con la indiferencia de alguien acostumbrado a la violencia y la muerte. Observé cómo su ropa caía al suelo, revelando un cuerpo forjado por el combate. Musculoso, marcado, un cuerpo que reflejaba años de entrenamiento y disciplina.
Cerré los ojos, tratando de calmar mi mente, pero la imagen de Xayah no desaparecía. ¿Cómo estaría? ¿Había pensado en mí durante todo este tiempo?
Kayn, como si hubiera leído mis pensamientos, habló de nuevo.
—Si ella significa tanto para ti, la encontraremos cuando estés listo. Pero primero, debes sobrevivir.
Asentí lentamente, dejando que sus palabras se asentaran en mi mente. Kayn se acostó en su cama, y pronto el silencio llenó la habitación. Las sombras de la noche se cerraron sobre nosotros, mientras nuestras respiraciones se sincronizaban en la oscuridad, esperando el amanecer de un nuevo día lleno de incertidumbre y peligro.
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Kayn x Rakan, un amor imposible.
RomanceKayn, un asesino de las sombras se encuentra a un vastaya herido en el bosque y al intento de acabar con el se da cuenta de que hay algo en su interior que se lo impide. ¿Serán sentimientos o simplemente interés?