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Narra Bakugo:
—¡No tienes que pelear! —insistí nuevamente, intentando hacer que Akari cambiara de opinión, pero nada parecía convencerla.
—Soy una heroina, Bakugo. Es mi deber estar en esa batalla —respondió con calma, pero a mi eso me hizo enfurecer más.
¿Acaso no era consciente de lo peligroso que era todo esto?
—Si quieres pelear entonces ve en el grupo de la cara redonda. No te enfrentarás a Shigaraki.
—¡No! —me pasé una mano por mi cabello, suplicando más paciencia, pero la terquedad de mi novia era algo que siempre ponía en juego mi buen humor—. ¡Quiero pelear a tu lado, Katsuki!
Suspiré y cerré los ojos con fuerza.
Yo también deseaba pelear a su lado, quería que estuviera conmigo el día en el que la batalla final comenzara, pero no quería que su vida corriera peligro. No quería perderla.
No de nuevo.
—No insitas más, _______.
—¿Crees que soy débil?
Abrí mis ojos y la miré con incredulidad. ¿Débil? ¿Ella? ¡Por supuesto que no! Era la mujer más fuerte y heróica que conocía. Jamás se me hubiese cruzado por la mente definirla como débil.
—¿Pero que mierda estás diciendo? Jamás pensaría eso de ti.
—¿Entonces?
—Tengo miedo de perderte, maldición. ¿Crees que es fácil pelear pensando en el hecho de que probablemente pierdas la vida? Ya te perdí una vez, _______ y no pienso volver a hacerlo. No cuando me costó años volver a estar a tu lado.
Ambos nos quedamos en silencio, mirándonos fijamente. Sus ojos azules tenían un brillo único y su sola presencia me transmitía una tranquilidad inimaginable.
Ella se acercó a mi y posó ambas manos en mis mejillas, mirándome con sus ojos levemente cristalizados.
—No moriré. Te lo prometo —juntó su frente con la mía y una lágrima calló por su mejilla, la cual quité suavemente con mi dedo pulgar.
Odiaba verla llorar.
—¿Recuerdas la promesa que hicimos cuando éramos niños? —pregunté.
» —Tu don es asombroso, Kacchan —las palabras de ______, hicieron que el rubio sonriera.
—¿Verdad que si? Con este poder, podré protegerte siempre que te encuentres en problemas —pequeñas chispas aparecieron en las manos de Bakugo, haciéndolo sentir orgulloso.
