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— ¿En serio le vas a llevar esa?

Stella estaba junto a Joe en el centro comercial, ya que esta última buscaba una consola de videojuegos para Oliver. Tres semanas atrás, él le había comentado que, después de pensarlo bien, definitivamente no quería inscribirse en el curso. Decidió dejarlo pasar, concentrarse en otras cosas y buscar métodos para distraerse y desconectar cuando lo necesitara. Joe le dijo que estaba feliz de que él eligiera lo que le haría feliz o le daría tranquilidad, y luego le comentó que, cuando ella quería desconectar, jugaba videojuegos.

Oliver le respondió que nunca había jugado en una consola, o si lo había hecho, ni siquiera lo recordaba. Esto casi le provocó una embolia cerebral a Joe. Para ella, era inconcebible, pues había crecido con su hermano mayor rodeada de consolas y videojuegos desde que tenía uso de razón. Sus padres bromeaban diciendo que ellos aprendieron a usar un control de videojuegos antes que a escribir.

Para ellos, eso era un halago.

Así que, después de algunas semanas de ahorro y de reunir el dinero necesario, Joe estaba en el centro comercial buscando una consola lo suficientemente buena para que Oliver se adentrara en el mundo del gaming, al menos para cuando necesitara distraerse.

— Sí, es básica pero de buena calidad. Además, tiene mucha variedad y lo mejor es que está en oferta.

Joe sonrió mientras le indicaba al dependiente cuál llevaría.

— Entiendo, pero... bueno, ¿no crees que es un poco demasiado?

Ella no iba a negar ese punto, pero su amistad con Oliver se sentía especial. Después de verlo tan estresado y atareado la última semana, pensaba que un gesto así podría ayudarlo a pensar en otra cosa, en lugar de las miles de responsabilidades que le exigían atención de manera desorbitante.

— Puede que sí, pero, ¿sabes? Se siente correcto, no como si fuera demasiado. Además, ya sabes cómo soy.

Quizá, por experiencias anteriores, Joe esperaba algún comentario pasivo-agresivo, y eso hizo que su semblante decayera un poco. Sin embargo, Stella, al percatarse, sonrió amablemente y le colocó un brazo alrededor del cuello.

— En ese caso, digo que deberíamos agregarle unos dulces o algo así. Tal vez con eso consigas endulzarle la vida. Yo te ayudo a buscarlos cuando salgamos de aquí. Incluso podríamos envolverlo en algún papel de regalo.

Joe dejó atrás el decaimiento y soltó una carcajada antes de sonreír emocionada.

— Pero tiene que ser el más ridículo que encontremos.

Ambas amigas rieron, Stella asintió y acompañó a Joe a la caja. Al pagar, salieron del lugar con la consola en una bolsa y buscaron un sitio para comer.

Terminaron en una pizzería de la zona de comida y, después de hacer su pedido, dieron rienda suelta a la conversación.

— ¿No has hablado con las demás?

Aunque ese no era un tema que Joe estuviera muy emocionada de tocar, sabía que llegaría el momento de hacerlo. Desde aquel suceso, los chats de las otras chicas habían quedado archivados, al igual que el grupo en común. Joe no había tenido problemas en no contestar llamadas, puesto que ninguna, excepto Stella, la había llamado.

— Sí, estuvimos hablando de la nueva coreografía que se está montando y de cómo Focen se está volviendo un dolor de cabeza porque quiere que todo salga perfecto. —Hizo una pausa por un momento—. También me preguntaron si sabía cuándo volverías y les dije que no.

Joe asintió y jugueteó con sus manos.

— ¿Cuándo lo harás?

Joe se encogió de hombros.

Margarita Sunrise.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora