Olvidalo...

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—¿Qué pasa, Jeremy? Levante los hombros y negué con la cabeza —No eres el mismo.
Sonreí y miré hacia el suelo. Hace unas semanas Carl Richardson me obligó a viajar a las oficinas centrales y cuando un jefe te llama es probable que este en muchos problemas.

—Escucha, no se que te pasa, tampoco te voy a pedir explicaciones de más, pero necesito saber porque no estás más en el equipo. Aclare mi garganta y alcé mi cabeza.
—No me sentí cómodo y me fui.
—Necesito más Jeremy.
—No puedo trabajar más con Henry.
—¿Por qué? Sonreí y pasé mi mano por mi cara —La verdad Jeremy.
—La verdad, no se la puedo decir.
—¡Joder Jeremy!, sabes la que se lío por tu culpa, por salirte del puto equipo y meterte en una mafia— Alcé mi cara y lo mire a los ojos —No te hagas el sorprendido, somos la CIA y lo sabemos todo.
—No sé qué información esperás recibir. El se puso de pie y caminó hacia los ventanales de su oficina, que dan vista a la gran ciudad de Washington. Él suspiró muchas veces y giró para enfocarme en mí.
—Eres un agente muy bueno, pero aquí no necesitamos personas misteriosas.
—Lo sé.
—Que lo sepas es una cosa y que lo entiendas es otra, ¡Dime la verdad!. Él alzó la voz.
—¡Está bien! Me impulsé con mi fuerza de los laterales de la silla y bruscamente me puse de pie. Mi respiración se acelera cada vez más. —El... El me traicionó, vendió a una persona que yo amaba, lo perdí todo, por su maldita culpa. Carl se volvió a sentar en su silla, negando con la cabeza.
—Se lo que estás intentando y no...— Me arme de valor y lo interrumpí —Como tu dijiste, una cosa es saberlo y otra es entenderlo. Él soltó una carcajada mientras miraba hacia el suelo.
—La venganza no va a solucionar nada.
—Y pretendes que lo deje vivir sabiendo que hizo semejante barbaridad. Él cruzó sus brazos y se echó hacia atrás en la silla.
—¿Cuantas pruebas tienes?
—Muchas. Él no apartó la vista de mis ojos por unos segundos.
—Si quieres hacerlo por la ley tienes toda mi aprobación, ahora si lo quieres ejecutarlo no puedo permitirlo. Sonreí y asentí brevemente.
—¿Para que me dijiste que venga hasta aquí  entonces?
—Quería saber que te pasaba.
—Ya lo sabes. Me di la vuelta y comencé a caminar hacia la puerta.
—Si sales por esa puerta, olvídate de pertenecer a esta compañía.
—Me estás despidiendo.
—No, yo no, es tu decisión. Mire hacia el suelo unos segundo y volví a mirar a sus ojos. Me acerque lentamente a él escritorio, apoye ambas manos en él y me incline unos centímetros hacia adelante.
—Si quieres despedirme solo dilo imbécil, pero volveré. El sonrió y pasó uno de sus dedos en su nariz.
—Como me gusta cuando me amenazan y más cuando no pueden hacer nada. Acto seguido, él señaló a la puerta y dos guardias de seguridad se acercaron lentamente a la puerta de cristal.
—Lo deseo tanto.
Sonreí y caminé hacia uno de los guardias y no dude en ejecutar un golpe en su rostro, qué hizo que cayera lentamente al suelo noqueado. Pero el otro guardia me agarró de la cintura y logró derribarme. Ya en el suelo él comenzó lanzando dos golpes a mi rostro los cuales pude esquivar. Desde el suelo tire un codazo el cual conectó con su mandíbula y cayó noqueado encima mio, pero con un movimiento logré apartarlo para ponerme de pie. Carl seguía sentado en su silla mirándome fijamente con una sonrisa en su rostro, me acerque a él.
—Yo, amenazó y cumplo, si quieres mi placa ya sabes a quien pedírsela. Me di la vuelta y caminé hacia la salida, muchas personas estaban sorprendidas mirando hacia la oficina.
—Nos veremos pronto Jeremy.

Luego esa gran tarde de acción me apetecía un trago así que no dudé en ir a un bar al cual concurría cuando era más joven y recién comenzaba en esto.
—Buenas noches señor, ¿que le sirvió?
—Un whisky con dos piedras de hielo. Camine hacia la mesa del fondo del bar, siempre me senté aquí.
Recuerdo que elegía esta mesa siempre, porque podía visualizar todo el bar inclusive hasta la gente que pasaba caminando por la calle. Lo mejor es que nada cambió, sigue siendo todo igual como en los viejos tiempos.
—Señor su trago.
—Gracias. Introduje mi mano en mi bolsillo derecho y saque suficiente dinero.
—No se preocupe, la chica Pelirroja que está en la barra, pagó su trago. Fruncí el ceño y miré a la camarera.
—Dígale que gracias y que se lo debo. Sirvale otro trago de lo que ella quiera. La camarera se alejó de la masa dirigiéndose hacia la chica.

El AGENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora