Capítulo 9: Los Colores de la Verdad

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Bosque de las Sombras.


Juanjo y Martin.


Acariciaba su rostro dormido, sus dedos rozando suavemente la piel, como si temiera que cualquier contacto más firme pudiera despertar al hada. Era incapaz de apartar la mirada del ser sublime que descansaba a su lado. Cada centímetro de su piel parecía irradiar una luz propia, una serenidad tan pura que hacía que el corazón de Juanjo se llenara de una calidez que casi dolía. Era difícil para él asimilar lo que había sucedido, después de tanta tensión, de tantas noches cargadas de deseo reprimido y emociones contenidas. Martin finalmente había cedido, había dejado caer sus barreras y se había entregado a él. Y lo había besado de una manera que Juanjo sabía que nunca olvidaría, un beso que lo había marcado profundamente, que había sellado algo inquebrantable entre ellos.

El solo pensamiento de ese beso hacía que un cosquilleo recorriera su cuerpo, desde la base de su estómago hasta sus dedos, que seguían trazando líneas invisibles sobre la piel de Martin. Cerró los ojos, dejándose llevar por el torrente de recuerdos que lo inundaba, reviviendo cada segundo de la noche anterior con una nitidez que lo hacía estremecer. Recordó cómo ambos se habían ahogado en la boca del otro, cómo sus lenguas se habían entrelazado en un juego tan nuevo como inevitable. El sabor de Martin, una mezcla de dulzura y algo desconocido, que lo había embriagado, quedándose impregnado en su memoria. La textura de sus labios, suaves y cálidos, la manera en que sus cuerpos se habían amoldado como si siempre hubieran estado destinados a encontrarse. Todo era demasiado real, demasiado intenso.

Se mordió el labio, casi pudiendo sentir de nuevo la presión del labio inferior de Martin entre sus dientes, la manera en que había tirado de él con una mezcla de deseo y ternura, disfrutando del pequeño gemido que había escapado de los labios del hada en respuesta. Sus manos habían explorado cada rincón del cuerpo de Martin, acariciando su cintura con una delicadeza que contrastaba con la urgencia que sentía en su interior, bajando hasta su trasero y apretándolo con firmeza, como si necesitara asegurarse de que era real, de que todo lo que estaba sucediendo no era un sueño del que despertaría solo.

Martin, en respuesta, había deslizado sus uñas por la parte alta de la espalda del mayor, dejando pequeñas marcas que ardían con un placer que había hecho que el príncipe jadeara en la boca del hada. Pero no solo había sido el contacto físico lo que había dejado una huella indeleble en su memoria. Había algo más, algo que trascendía el simple deseo carnal, algo que lo había hecho sentir más vulnerable y, al mismo tiempo, más amado de lo que nunca había imaginado posible.

Recordaba cómo Martin había inclinado su rostro hacia él, susurrando en medio de sus besos, palabras que habían llegado hasta lo más profundo de su ser, palabras que habían curado heridas que ni siquiera sabía que tenía. "Te adoro", había susurrado el pequeño, y la sinceridad en su voz, el brillo en sus ojos, fue suficiente para que Juanjo sintiera que estaba a punto de alcanzar el cielo, de tocar algo divino. Esas palabras, pronunciadas con una suavidad que contrastaba con la intensidad del momento, habían resonado en su pecho, llenándolo de una certeza que hasta entonces le había sido esquiva. No era solo un deseo pasajero, no era solo una atracción física. Era algo mucho más profundo, algo que no podía ser negado ni ignorado.

No habían llegado a tener sexo, pero tampoco lo necesitaban. El simple hecho de estar juntos, de compartir esos momentos de intimidad y conexión, había sido más que suficiente. Había algo sagrado en la forma en que se habían entregado el uno al otro, en cómo sus almas parecían haberse entrelazado en ese momento, como si siempre hubieran estado destinadas a encontrarse, a sanarse mutuamente. Juanjo lo sabía, lo sentía en cada fibra de su ser, en cada latido de su corazón que ahora parecía sincronizado con el de Martin. Había algo irrompible entre ellos, algo que trascendía el tiempo y el espacio, algo que estaba destinado a ser, sin importar las dificultades que enfrentaran.

Juanjo abrió los ojos de nuevo, su mirada volviendo al rostro dormido de Martin. Una suave sonrisa se dibujó en sus labios mientras sus dedos continuaban trazando líneas invisibles sobre la piel del hada, memorizando cada detalle, cada curva. El contorno de sus mejillas, la suavidad de sus labios entreabiertos, la manera en que sus pestañas se enredaban unas con otras, creando una sombra delicada sobre su piel pálida. No podía evitar sentirse agradecido por ese momento, por esa quietud que compartían, por la paz que inundaba su corazón, una paz que sabía que solo Martin podía darle. Era como si todo lo demás hubiera desaparecido, como si en ese pequeño espacio de tiempo, el mundo exterior con sus complicaciones y responsabilidades se hubiera desvanecido, dejando solo a ellos dos, juntos, en un lugar donde nada más importaba.

El Bosque de las Hadas PerdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora