THE MAGIC DIAMOND - HarryPotter/Bridgerton

Capítulo 24

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El fuego de la enorme chimenea iluminaba perfectamente la habitación, ni siquiera el olor de la leña podía cubrir completamente el hedor de cigarros y whisky de fuego que se impregnó en el tapiz escarlata del estudio de lord James Potter.

—¿Qué hora es? —preguntó Peter, adormecido por el licor.

—¿Madrugada? —contestó Remus, masajeandose las sienes.

—Estoy muy seguro de que eso no es una hora.

James se tambaleaba y tropezaba con sus propios pies en un intento por llegar al sofá más grande, algo que por desgracia no consiguió y terminó "sentado" en una silla.

—Podemos volver a la conversación. —pidió, sosteniendo su cabeza con la mano que apoyaba en la pierna.

—¿Qué más quieres saber, Cornamenta? —cuestiono Lupin.

—Aun no entiendo porque Canuto acaba de confesar su amor por mi hermana y todos estamos muy tranquilos.

Los tres acompañantes se encogieron de hombros.

—Alcohol. —sugirió Peter.

—O, todos lo sabíamos menos Canuto.

—Pueden dejar de hablar de mí como si no estuviera aquí. —pidió Sirius, recostado en el escritorio.

—Entonces contesta. —dijo James.

Sirius se tomó la molestia de enderezarse y apartar a un lado el cabello que le cubría el rostro.

—No hay más que decir, solo me enamore. —respondió con simpleza.

—Creo que estas ebrio.

—Y tu estas enamorado de mi hermano. —acusó Sirius.

James hizo un inutil intento por levantarse, pero la rapidez del movimiento lo regresó a su lugar.

—No permitiré que insultes a mi matrimonio.

—¿Yo lo insulto? —ironizó Black. —No dije que no ames a Lily, pero si te casaste con ella es porque no podías hacerlo con Regulus y eres demasiado "perfecto" para deshonrar tu apellido.

Sirius salió del estudio dando un portazo, incluso el efecto del Whisky de Fuego se había pasado, solo se sentía acalorado.

Camino sin rumbo fijo y con la mente deambulando entre sus propios pensamiento desordenados, el amaba a Levana eso era claro, pero...

Sin planearlo, había llegado a la biblioteca donde una sola luz tenue alumbraba el último pasillo. Entró en silencio, siendo cuidadoso en que los zapatos no chocaran contra la madera del lugar, ni siquiera se sorprendería al verla ahí era casi como un nuevo instinto el saber donde se encontraba.

—¿No es tarde para leer? —lanzó la pregunta al aire para dar a conocer su presencia.

—¿No es tarde para beber? —preguntó en respuesta.

—Correcto.

Decidió no perturbar su lectura y permaneció ahí, de pie recargado en una estantería, por varios minutos solo observándola leer. La miro estirarse en su lugar, recoger los libros a su alrededor y colocarlos con especial cuidado en las estanterías, la miro alisar su vestido y mirarlo con reproche por quedarse en silencio. Y solo entonces la beso.

Él la besaba con una intensidad que casi no alcanzaba a comprender, acariciándola con los labios, rozando, mordisqueando, tentándola, atizando el fuego en su interior, incitándole el deseo de ser amada, el deseo de amar; y, Merlin la amparara, cuando la besaba, lo único que deseaba hacer era besarlo también.