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AL DIA SIGUIENTE 

La tarde era perfecta, con el sol brillando y la piscina reflejando un cielo sin nubes. Ale y yo estábamos en la piscina, jugando con nuestros preciosos mellizos. La risa de Mia resonaba mientras la hacía saltar en el agua, su risa era como música para mis oídos. Ale estaba junto a mí, besando a Pablo en la mejilla, y no podía evitar sonreír al ver la paz en sus ojos.

—Quiero que este verano nos casemos —dije de repente, mi voz llenando el aire cálido. Vi cómo Ale levantaba la mirada, sus ojos brillando con sorpresa y felicidad.

—¿Sí? Me encantaría mucho —respondió, una sonrisa suave curvando sus labios. Sus palabras eran como un bálsamo, reafirmando que todo lo que habíamos pasado había valido la pena.

Me acerqué a ella, acariciando suavemente su mejilla.

—También quiero que veamos una casa en Mónaco —continué, viendo cómo la idea se asentaba en su mente.

Ale asintió, pensativa por un momento.

—Creo que estaría bien. Me gustaría vivir cerca de Max —dijo, sus palabras recordándome que, a pesar de todo, ella valoraba la cercanía con su familia.

La besé, sintiendo la conexión entre nosotros, el amor que habíamos construido.

—Tal vez podríamos ir por otro bebé —sugerí, mi voz baja y llena de emoción.

Ale me miró con sorpresa y algo de diversión en sus ojos.

—¿Otro bebé? —repitió, riendo suavemente—. Apenas estamos manejando a estos dos.

—Lo sé —dije, riendo con ella—. Pero me encanta nuestra familia, y no puedo evitar pensar en cómo sería con otro pequeño.

Ale sonrió, su mirada suavizándose mientras me acariciaba la mejilla.

—Eres increíble, George. Y sabes qué, me encanta la idea de expandir nuestra familia algún día.

Sonreí, sintiendo una ola de felicidad y amor. Estar aquí, en este momento, con mi familia, era todo lo que siempre había querido. Nos quedamos así, disfrutando del sol, del agua y de la risa de nuestros hijos, mientras el futuro se desplegaba ante nosotros, lleno de promesas y posibilidades.

Acaricié suavemente el cabello de Mia, quien se había calmado en mis brazos, y miré a Ale con una sonrisa.

Después de ese hermoso momento en la piscina, vi a Ale salir del agua con Pablo en brazos. Estaba sonriendo, pero algo en su expresión cambió cuando contestó el teléfono, algo que me puso nervioso. Un impulso irracional se encendió en mí, uno que había mantenido a raya por mucho tiempo.

Salí de la piscina, el agua goteando mientras me acercaba a ella.

—¿Quién era? —pregunté, tratando de mantener mi voz calma.

Ale levantó la mirada, algo sorprendida por mi tono.

—Mi padre —respondió, como si no entendiera por qué estaba tan interesado.

Algo en mí se rompió. Dejé a los bebés en el corralito cercano y me volví hacia ella.

—¿Por qué tu padre está tan llamador últimamente? —pregunté, intentando esconder la ira y los celos que sentía.

Ale rió, pero no había humor en su risa.

—¿Qué? Era mi papá, George. No tiene nada de malo —respondió, su voz teñida de incredulidad.

No pude contenerme. La empujé ligeramente y tomé su teléfono, marcando el último número que había llamado. El tono de llamada resonó en la habitación, y lo puse en altavoz.

Ella es mi hija - Carlos sainz-+18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora