໒꒱ Capítulo 3 ໒꒱

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˚₊‧໒꒱ SANA ໒꒱ ‧₊˚

Solo tengo que mentalizarme y pensar que no tomaré a Tzuyu de la mano, a una nerd de la mano, a una chica a la cual las cosas nunca se le acercaban a menos de que no fuera su amiga u otra extraña. Pensar en la idea de que mi mano tocaría la suya era un extremo al cual yo no quería llegar.

Por eso preferí encerrarme en mi habitación y fingir que el estudio me interesaba y que no estaba más preocupada por lo que pasaría el día de mañana que lo que representaba la clase. Jugué con mi lápiz y busqué entretención en mi habitación, agarré mi celular y puse una canción.

Era obvio que no iba a lograr lo que quería, mucho menos encontrar la entretención que buscaba. Me puse de pie y comencé a mover mi cuerpo lentamente, analizando mis pasos, buscando sincronización entre lo que había en mi cabeza y mi cuerpo. No era extraño hacer esto, todo lo contrario.

Pero buscaba hacerlo cuando nadie me veía, cuando nadie podía juzgarme, mucho menos hacerme sentir que lo que hacía estaba mal o sencillamente no iba con lo que les gustaba. Escuché mi puerta y me detuve, todo se detuvo, me senté rápidamente en mi silla y la puerta se abrió por completo, dejando ver a mi madre en la puerta.

—Oh, perdona, estabas estudiando, no quiero molestar, hija —se acercó—. Pero te traje estas galletas, recién sacadas del horno.

—Se ven deliciosas —dije calmando mi respiración—. Puedes dejarlas, tengo que seguir estudiando, mami.

—Las dejaré aquí. Recuerda bajar a cenar —acarició mi cabello—. Y no te tardes.

—Para nada —dije agitando la mano.

Mi madre asintió saliendo nuevamente de mi habitación, solté el aire que había estado conteniendo y solo volví a agarrar mi lápiz, mirando las galletas, las cuales aún se le podía ver el humo brotar de ellas. Torcí los labios y regresé mi vista a donde debía.

No había más que hacer que sentarse a estudiar, gastar mi tiempo en algo que realmente no llamaba mi atención, pero era bueno para mi futuro, mi padre tenía un bufete de abogado, cosa que de cierta forma me ayudaba al momento de que yo quisiera hacer mi pasantía. Arrugué el ceño y seguí pasando página del libro.

Marcando las partes más importantes y enfocándome en lo que verdaderamente era de importancia.

Al culminar, bajé las escaleras y saludé a mi padre, sentándome justo a su lado, la cena ya estaba sobre la mesa, la luz cálida de la casa era la que iluminaba el lugar, solo quedaba llevar la comida a su boca y avanzar como si todo estuviera bien. Que a decir verdad, nada va mal, pero para mis adentros había algo que no encajaba.

Obvié mis pensamientos y regresé a la cena, donde mis padres comenzaron a hablar, pero yo permanecí en silencio, eso hasta que mi padre vio que era prudente agregarme a la conversación.

—¿Cómo te está yendo, Sana? —quiso saber—. Espero que bien, recuerda que pronto harás tu pasantía en mi empresa —me miró dubitativo—. ¿Te encuentras bien?

—Claro que sí, papá —dije para no preocuparlo—. Todo está perfecto. Pero creo que necesitaré un chofer, es complicado venir caminando.

—No hay problema con eso. Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea.

Él me lo decía, pero por alguna razón no le creía. Asentí y dejé de pertenecer a la conversación para convertirme solo en una sombra comiendo en la mesa, reía, claro que lo hacía y tenía una conversación con ellos, pero nada que no fuese superficial.

Al momento de tirarme en mi cama y cerrar mis ojos, sentí que amaneció muy rápido, antes de que pudiera acostumbrarme al sueño, ya estaba con los ojos abiertos y frente al espejo. Me puse mi mejor ropa y salí con una sonrisa en mi rostro. Todo regresaba a ser como antes y yo sonreía. Agarré mi mochila y me subí al coche de mi padre.

El arte de amar | SatzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora