໒꒱ Capítulo 4 ໒꒱

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˚₊‧໒꒱ SANA ໒꒱ ‧₊˚

Caminé hasta la mesa de Tzuyu, quien tenía los pies subidos sobre esta, pero me refiero a la mesa del comedor de la universidad, que parecía más su casa que propiedad del lugar. Choqué mi mano contra esta, resonando por todo el lugar y olvidándome por completo que teníamos personas alrededor. Tzuyu levantó la vista de su celular.

—¿Qué quieres? —preguntó de mala manera.

—Que te comportes como mi novia, eso quiero, no te has acercado a mí, ni siquiera haces el maldito intento —maldije—. Por Dios, soy tu novia

Tzuyu bajó el celular, —¿Quieres algo?

—No puede ser, se nota que nunca has tenido pareja, pensé que ustedes las mujeres eran más románticas —me senté frente a ella—. Pero me decepcionas.

—Tampoco es como que esté aquí para llenar tus expectativas —dijo restándole importancia an mis palabras—. De todas formas, estoy cumpliendo con lo que me exiges, ¿qué más quieres?

—Que por lo menos me busques, la gente ni siquiera se cree que somos novias —mascullé.

Tzuyu sopló y se puso de pie, guardando el celular en su bolsillo trasero, temí de lo que iba a hacer a continuación, porque su expresión seguía siendo neutra. Ella rodeó la mesa y se puso frente a mí, era un poco más alta, solo un poco, pero lo suficiente como para que yo tuviera que levantar un poco la mirada y mirarla directamente a los ojos.

Se remojó los labios y agarró mi mano, como si buscara cercanía, mucho más de lo que ya le exige en el contrato. Mis labios se resecaron y fruncí el ceño, aún aturdida por su cercanía. Su perfume llenó mis fosas nasales y por un momento perdí el hilo de mis pensamientos.

Retrocedí, pero la mesa estaba en medio, impidiéndome escapar de lo que ya estaba abochornándome. Nunca pasó esto con Doyun, era natural para mí actuar rara con él o simplemente no sentirme nerviosa, pero con Tzuyu todo era diferente. ¿Qué estás pensando, Sana?

Estas mortificándote solo por una persona que no lo vale.

—Espero así esté bien, ¿crees que crean que somos novias?

—N-no sé —me aclaré la garganta—. O sea, tú estás muy cerca.

—Y tú querías cercanía, Minatozaki. Yo te doy lo que me pidas siempre y cuando me pagues. Vamos —me jaló para avanzar fuera de la cafetería, pero yo planté mis talones en el piso.

—¿A dónde?

—Al salón de actuación, a esta hora siempre están actuando y nos permiten verlo, ¿nunca has estado ahí?

Negué, —Pensé que no podía.

—Pareces nueva, Minatozaki.

Me llevó hasta dicho salón y nos sentamos en la parte de atrás, había pocas personas, pero al entrar la atmosfera del lugar era frío, no tanto para molestar, lo suficiente para que el calor de afuera fuese invisible. Este lugar nunca lo visité como tal, pero parecía mágico. Había algo en las luces, en el escenario con personas, en las cortinas rojas pesadas que colgaban a ambos lados.

Tal vez mi mirada al escenario era ingenua, la oportunidad de entrar a uno en estos momentos era casi nula, después de haber entrado a derecho, era poco probable que siquiera me parara en uno.

El arte de amar | SatzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora