Capirulo 3.

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— Princesa de Luna

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— Princesa de Luna.

Mentiría si decía no estar molesta, ¿Porque Callum había preferido bailar con esa elfo que con ella?. Amaba esos bailes por lo divertidos que eran, pero también porque Callum iniciaba y cerraba él baile con ella, se sentía especial cuando eso ocurría.

¿Porque ella?, ni que fuera tan bonita. Tomó aire, debía calmarse e ignorar a aquella elfo, intentaría ocupar él tiempo de Callum durante él tiempo que ella estuviera ahí. Si, eso haría.

Siguió su camino hasta su habitación, sujetando su vestido para evitar caer. Sus tacones resonaban en los solitarios pasillos, hasta que la vio.

La misma elfo utilizando un camisón de seda azul, no debería de pasearse por él palacio así. Se comenzó a acercar, dispuesta a ponerla en orden.

— Stella, ¿Dónde te metiste ahora? — la oyó refunfuñar.

— No deberías pasearte por él palacio así...— se paró detrás de ella, pensó que la asustaría, pero no.

— Claudia, lo sé... pero Stella no estaba en mi habitación — se volteó a verla — es una monita violeta, él rey Harrow me permitió traerla pero estaba dormida cuando fui a cambiarme — luego regañaría a la monita.

— Te ayudo a buscarla...— no podía permitirse que ella siguiera rondando por ahí, por lo menos traía una bata.

— Gracias...— le sonrió antes de volver a llamarla, comenzaba a preocuparse.

Siguieron caminando por los pasillos, llamando a la pequeña monita que no daba señales de vida, Rayla solo esperaba que no se hubiera metido en problemas. Por más que él rey autorizó que Stella viniera con ella, le había prometido mantenerla bajo control.

Cuando se fue a cambiar la vio, estaba plácidamente dormida sobre la cama, pero en un abrir y cerrar de ojos había desaparecido.

— ¿Te perdiste pequeña? — escucharon una voz al otro lado del pasillo, ambas se apresuraron hasta ahí.

— Stella...— le llamó, notando a su pequeña en brazos del príncipe.

— Que bueno que la encontraste Callum, si no Rayla podría meterse en problemas — la idea no le desagradaba.

— Lo dudo, está pequeña me siguió... pero creo que la luz de estornudos la atrajo — ante sus palabras, el pequeño zapo luminiscente sacó su cabeza de su bufanda.

— Stella, te dije que no podías rondar por ahí sola monita curiosa — se acercó más al príncipe.

— Bueno, son curiosos por naturaleza...— extendió su brazo para que la monita pudiera saltar a la elfa.

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