La guerra de los siete reinos

Juegos en los ríos de memorias

—¡TÚ! —gritaron al unísono, señalándose mutuamente como si se hubieran invocado con solo pensar en el otro.

Jungkook no perdió tiempo. Con una furia incandescente que brotaba de sus ojos, arrancó una de las almohadas rellenas de dientes de linces del olvido y la lanzó con todas sus fuerzas hacia Taehyung. Él apenas tuvo tiempo de soltar un suave quejido cuando la almohada lo golpeó de lleno.

—¡Oye, espera un segundo! —intentó protestar, levantando una mano en señal de tregua. Pero fue en vano; otra almohada impactó contra su rostro antes de que pudiera decir algo más.

Jungkook ya estaba de pie, rodeada por un aura de furia que parecía retorcer el aire a su alrededor. Las paredes de la habitación vibraban y adquirían un tono carmesí, reflejando el caos emocional que desbordaba de ella.

—¡¿Cómo te atreves a venir a mi reino, y peor aún, a invadir mi alcoba?! —rugió Jungkook, su voz temblando por el esfuerzo de contenerse. Llevaba años soñando con ese momento, el instante en que tendría a Taehyung frente a él de nuevo, pero siempre había imaginado que sería el momento de su venganza, donde él pagaría por cada uno de sus crímenes: la muerte de su hermano, de sus padres… por todo.

—¡No quise entrar a tu alcoba! —se defendió Taehyung mientras retrocedía, esquivando a un Jungkook desatado, que lo perseguía con una aura asesina. —¡Fue Jimin quien me envió aquí por error! ¡Échale la culpa a él, no a mí!

—¡¿Y crees que voy a creerte después de todo lo que hiciste?! —rugió Jungkook, mientras avanzaba hacia él, su determinación marcada en cada paso. En ese momento, los guardias irrumpieron en la habitación, alertados por la ira palpable de su líder. Sin embargo, antes de que pudieran intervenir, las sombras de Taehyung se retorcieron y los inmovilizaron, extendiéndose por la habitación como tentáculos oscuros.

—¡Suéltame, maldito bastardo! —vociferó Jungkook, revolviéndose violentamente mientras el castillo mismo parecía vibrar con su furia. Las paredes, los guardias, todo se veía afectado por la marejada de emociones que emanaban de él.

—Jungkook, por favor... —gruñó Taehyung, con una mezcla de irritación y preocupación, observando cómo sus sombras comenzaban a retorcerse y perder su forma definida, contaminadas por la intensidad emocional que Jungkook proyectaba. —Me iré de aquí, y nadie tiene que salir herido.

—¡El único que saldrá herido aquí eres tú! —gritó Jungkook, sus ojos ardiendo en un rojo vivo. Con un movimiento rápido, se zafó del agarre de las sombras, y sin dudarlo, se lanzó hacia él con una daga en la mano.

—¡Espera! —intentó detenerla Taehyung, pero fue en vano. Aunque logró esquivar el ataque en el último momento, no pudo evitar un corte superficial en su mejilla. Pero antes de que pudiera lanzar otra advertencia, ambos tropezaron y cayeron abruptamente a través de un portal que se abrió bajo sus pies.

La caída fue rápida y desorientadora. Cuando tocaron tierra, el impacto fue brutal. Taehyung gimió al sentir cómo las espinas se clavaban en su mano. A su alrededor, las luces flotantes del Bosque de Énathiel iluminaban suavemente el lugar, confirmándole su paradero.

—Perfecto… —murmuró Taehyung con una mezcla de cansancio y resignación, levantando la mirada hacia las luces danzantes—. Justo lo que necesitaba.

—¿Qué carajo hiciste ahora? —gruñó Jungkook, palpándose el cuerpo adolorido por la caída, mientras sus ojos recorrían el paisaje luminoso del Bosque de Énathiel, intentando ubicarse. Apenas vislumbró la daga a unos pasos, no dudó en estirarse para alcanzarla.

—¡Yo no hice nada! —gruñó Taehyung, ahogando un grito cuando, de pronto, Jungkook se abalanzó sobre él, intentando atacarlo nuevamente. —¡Oye, detente! ¡Demente, contrólate! —rugió, forcejeando contra él, atrapado bajo su peso.