PARTE 5: LA RED

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CAPÍTULO 5

1

El automóvil negro cruzaba la ciudad como un cuchillo a través de la carne. Bajo el puente viejo, sus neumáticos parecían flotar sobre el asfalto, cortando la oscuridad con un susurro mecánico que se deslizaba entre las grietas de las paredes de concreto. El eco de ese sonido se mezclaba con la soledad de la noche, como un lamento ahogado que nadie escucharía.

Dentro del coche, Eriks mantenía la mirada fija en la carretera, sus ojos inmutables, casi carentes de vida. El rostro, tenso y definido, apenas reflejaba la crudeza de la situación. En el asiento trasero, Zayn se encontraba en un estado lamentable, su cuerpo pesado como una piedra, cada respiración era un acto doloroso que le robaba un poco más de vida con cada exhalación.

—Eriks... ¿falta mucho para el hospital? —murmuró Zayn, su voz un débil eco de la desesperación que sentía en su interior.

El silencio fue la única respuesta. Eriks no movió un músculo, solo un breve vistazo de reojo reveló que había escuchado la pregunta. La carretera se extendía interminable ante ellos, un túnel de sombras que parecía no tener fin. Los faros del coche apenas arañaban la oscuridad.

Zayn parpadeó, su visión era un borrón de luces y sombras. La niebla que lo envolvía parecía moverse, como si las sombras tuvieran vida propia, ocultando el interior del coche en una penumbra cada vez más densa. El pánico se instaló en su pecho, creciendo como una espina que le cortaba la respiración.

—¿Dónde está Cindy? — insistió, esta vez con una urgencia quebrada por el miedo.

Eriks seguía en silencio, como si estuviera solo en el coche. Zayn intentó moverse, pero su cuerpo no respondía, como si hubiera perdido el control de sus propios músculos. La opresión en su pecho se hacía más intensa, y el aire se volvía más pesado con cada segundo.

—¿Por qué no me respondes? —gritó Zayn, su desesperación rompiendo el mutismo opresivo que llenaba el coche.

El silencio se volvió aún más denso, cargado de un peso insoportable. Con la vista perdida y el corazón en un frenesí, Zayn volvió a intentar conectar con su acompañante.

—Eriks... — su voz tembló, rota y llena de incertidumbre.

El automóvil desaceleró mientras se acercaban a un almacén casi desmoronado. La estructura gris, erosionada por el tiempo, emergía de la oscuridad como un fantasma olvidado en un rincón donde la ciudad parecía haber dejado de existir. Las ventanas rotas y las paredes agrietadas eran cicatrices de un lugar que había conocido tiempos mejores, aunque no por mucho.

Eriks rompió el silencio, su voz fría y metódica cortó el aire como una cuchilla.

—Debes estar sintiéndote como la mierda, como si estuvieras muriendo. Es la oculotoxina haciendo su trabajo. Sus efectos son fuertes, ¿verdad? Te sugiero que guardes silencio y te quedes quieto, porque mientras más intentas llevarle la contraria, más fuerte pega.

El coche se detuvo frente al almacén. Eriks disfrutaba de cada palabra, saboreando el miedo de Zayn, que se colaba en el aire como el hedor a humedad de la zona.

—Ya que la oculotoxina es un veneno que se transmite mediante la visión, posiblemente estés preguntándote cuál fue el momento exacto en el que te jodí con él —hizo una pausa, disfrutando del desconcierto de Zayn—. Fue en la fila del club, cuando te miré fijamente a los ojos y te hablé de lo que la ciudad era capaz de hacer.

Zayn, con un hilo de voz, preguntó:

—¿Por qué... me haces esto?

Eriks giró la cabeza lentamente, su sonrisa apenas perceptible en la penumbra del coche.

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