PARTE 6: GÉMINIS

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CAPÍTULO 6

1

El cuarto estaba desordenado; en una de las esquinas, una estantería albergaba libros apoyados unos contra otros, con huecos que sugerían que nunca serían llenados de nuevo. A su lado, una computadora de escritorio mostraba en pantalla un video de Bob Munden, uno de los pistoleros más rápidos de la historia, con un sombrero de vaquero y un uniforme similar al de un sheriff. Junto a él, un hombre caucásico con gafas oscuras lo entrevistaba. Después de hacerle algunas preguntas sobre su habilidad con el revólver, Munden, sin siquiera adoptar la postura de desenfundar, ya había sacado el arma con una velocidad asombrosa, disparando dos tiros que impactaron en dos globos frente a él. Aunque fueron dos disparos, el sonido se percibía como si hubiera sido uno solo.

Aun así, el ruido no inmutó al sujeto que yacía desplomado frente al escritorio, en una silla ergonómica de tres ruedas. Sus brazos colgaban, sus piernas estaban estiradas con los talones de sus zapatos blancos apoyados en el piso, manchado por las bebidas enlatadas esparcidas por el lugar. Vestía una bata blanca sobre ropa azul, y su cuello descansaba doblado sobre el respaldo del asiento. Una revista cubría su rostro; en la portada se veía a una mujer rubia de cuerpo atractivo en bikini, apuntando con su brazo izquierdo flexionado un rifle blanco y rectangular con líneas naranjas. El título, «Letalidad caliente», sugería que la revista podría estar repleta de catálogos de armas exhibidas en poses provocativas por modelos de físico seductor.

—Doctor Javier, se requiere su presencia inmediata en la unidad de cuidados intensivos —anunció una voz masculina a través de un pequeño parlante oscuro cercano al computador.

Un gruñido rasposo escapó de la garganta del doctor. Si llegó a oír algo, no le hizo caso. Momentos después, la voz se reactivó, con un tono más urgente:

Doctor Javier, su intervención es necesaria ahora mismo en la UCI.

Sin ver, el doctor levantó una mano débilmente y tanteó el escritorio hasta encontrar el parlante. Lo acarició brevemente antes de presionar un botón para apagarlo y regresar al estado de coma voluntario en el que se encontraba.

Ahora comenzaba a roncar, y en su mundo todo se llenaba de paz y tranquilidad.

Hasta que...

—¡Salga del cuarto, doctor! —bramó alguien desde fuera, golpeando con salvajismo la puerta, lo que hizo que se despertara de un salto y la revista se le cayera del rostro—. ¡O le rompo la puerta y le saco a patadas su cuatro ojos culo!

Reconoció la voz al otro lado, esa autoridad inconfundible que siempre parecía estar irritada y lista para lanzar un desprecio. Era Phage. Y si no salía pronto, su cuatro ojos culo iba a tener problemas.

—Ah, mierda. ¿Por qué siempre se mete con mi cuatro ojos culo? —murmuró en voz baja mientras se levantaba, solo para darse cuenta de que su bata estaba atrapada en uno de los brazos de la silla—. Ay no, no ahora, por favor.

El doctor Javier tiró de la bata para liberarla, pero la silla se movió con ella. Rápidamente, colocó un pie para evitar que eso volviera a ocurrir. Tiró un par de veces más, pero no conseguió soltarse.

—¡Doctor, un paciente llegó en estado grave y necesita atención urgente! ¡Si el paciente muere, el que necesitará urgencias será usted! —le advirtió Phage.

—¡Ya salgo, capitán! —contestó Javier apurado—. ¡Un momento más, por favor! —jaló, y con una fuerza inesperada, cayó al suelo arrastrando la silla, provocando un estruendoso ruido.

—¡¿Qué demonios fue eso?! —espetó Phage.

—¡Nada, capi! ¡No se preocupe!

Javier soltó una maldición entre dientes mientras se incorporaba, usando la silla como apoyo.

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⏰ Última actualización: Sep 07 ⏰

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