Capítulo 4: Juegos de Sombras

2 0 0
                                    

El cielo estaba cubierto por una fina capa de nubes grises cuando Valeria llegó al instituto al día siguiente. La atmósfera era más pesada de lo habitual, como si el aire mismo estuviera cargado de una tensión que todos podían sentir, pero que nadie se atrevía a mencionar. Los pasillos estaban llenos de murmullos, y aunque Valeria intentó concentrarse en su rutina, no pudo evitar sentir que algo estaba a punto de suceder.

Luna la alcanzó en la entrada, su energía usualmente vibrante parecía un poco contenida. Algo en su expresión hizo que Valeria levantara una ceja, esperando a que su amiga hablara.

—Val —dijo Luna en voz baja mientras caminaban juntas hacia los casilleros—. Anoche, soñé algo raro. Soñé con los hermanos Rodríguez. No sé qué pensar, pero se sintió tan real...

Valeria la miró con interés.

—¿Qué soñaste? —preguntó, sintiendo un escalofrío en la nuca.

Luna se detuvo por un momento, como si buscara las palabras correctas.

—Estábamos en el instituto, pero todo estaba vacío. Sophie y Leo estaban caminando por los pasillos, pero cuando me acercaba a ellos, desaparecían. Y Max... —Luna frunció el ceño—. Max estaba en la entrada, mirándome fijamente, como si estuviera esperando que hiciera algo. No sé qué significa, pero desperté sintiéndome... incómoda.

Valeria tragó saliva, pensando en lo extraño que todo parecía últimamente. No solo por los rumores y las apariciones inesperadas de los Rodríguez, sino por la sensación de que todo estaba conectado de alguna manera, como si algo más grande se estuviera tejiendo en las sombras.

—Quizá sea solo un sueño —dijo finalmente, intentando tranquilizar a su amiga—. No dejes que te afecte demasiado.

Luna asintió, aunque la preocupación no desapareció del todo de sus ojos. Decidieron no seguir hablando del tema, y en su lugar, se dirigieron a clase, tratando de concentrarse en los estudios.

Las primeras horas del día pasaron sin incidentes, pero Valeria no pudo dejar de notar cómo los hermanos Rodríguez se movían a través del instituto como si estuvieran completamente en control de la situación. Max parecía atraer la atención sin siquiera intentarlo, mientras que Sophie se integraba sin problemas en cada conversación a la que se unía. Leo, por otro lado, era el que más destacaba por su actitud amigable y abierta, pero Valeria no podía quitarse de la cabeza la sensación de que todo era una especie de fachada.

Durante el almuerzo, mientras Valeria estaba sentada en su mesa habitual con Luna, Adrián y algunos otros compañeros, notó que Leo se acercaba. Él tenía una sonrisa encantadora en el rostro, una que iluminaba sus ojos castaños con una chispa juvenil.

—Hola, Valeria —dijo Leo, con una amabilidad que parecía genuina—. ¿Puedo sentarme aquí?

Valeria asintió, sorprendida por su petición. Los ojos de todos en la mesa se volvieron hacia él, llenos de curiosidad.

—Claro, siéntate —respondió, intentando sonar natural.

Leo se sentó entre Valeria y Adrián, quien le lanzó una mirada discreta, pero atenta.

—He oído que estás ayudando a Adrián con un proyecto de arte —dijo Leo, dirigiéndose a Valeria—. Me parece increíble. Siempre he querido aprender a dibujar, pero nunca se me ha dado muy bien.

—Oh, bueno... no soy una experta, pero me gusta dibujar —respondió Valeria, sintiendo un leve rubor en las mejillas ante la atención de Leo—. Si quieres, puedo mostrarte algunas cosas básicas.

Más Allá de las MiradasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora