La noche había caído sobre la ciudad, envolviendo la plaza en una suave penumbra iluminada por las luces parpadeantes de los puestos y las farolas. El aire estaba impregnado de la mezcla de aromas de comida callejera, y la banda en vivo había comenzado a tocar una melodía suave que se mezclaba perfectamente con el ambiente relajado de la noche.
Valeria caminaba junto a sus amigos, sintiéndose más a gusto que en cualquier otro momento del día. La tensión que había sentido antes parecía haberse disipado, y ahora todo el grupo parecía estar en sintonía. Sin embargo, a pesar de la calma en el ambiente, Valeria no podía evitar sentir un leve cosquilleo en el estómago, una mezcla de anticipación e incertidumbre.
Mientras avanzaban por la plaza, Luna sugirió que se acercaran al puesto de churros, famoso en la ciudad por su receta secreta. La idea fue recibida con entusiasmo por todos, y pronto el grupo se encontraba en fila esperando su turno.
—Este lugar siempre tiene una fila interminable. —se quejó Max, aunque con una sonrisa en el rostro—. Pero vale la pena.
—Definitivamente. —agregó Clara, que parecía más relajada que antes—. Recuerdo que una vez vine aquí con mis padres, y estuvimos casi una hora esperando, pero los churros eran tan buenos que no nos importó.
Valeria asintió, observando cómo Leo y Luna charlaban sobre sus sabores favoritos mientras esperaban. Sin embargo, su atención fue atraída por una figura familiar al otro lado de la plaza. Era Adrián, que parecía haber llegado al evento más tarde que los demás.
Estaba de pie cerca de un puesto de libros usados, revisando con calma los títulos. Su expresión era concentrada, como si estuviera buscando algo específico, pero también había una calma en él que Valeria no había notado antes. El contraste entre la intensidad que había mostrado en el instituto y esta versión de él, más tranquila y centrada, la intrigó.
—¿Lo conoces? —la voz de Max la sacó de sus pensamientos. Había seguido su mirada y también había notado a Adrián.
—Sí, es Adrián. —respondió Valeria, sin quitarle los ojos de encima—. Es un poco... diferente.
—¿Diferente cómo? —preguntó Max, con una ceja levantada.
Valeria dudó por un momento. No estaba segura de cómo describir la complejidad de Adrián. Había algo en él que parecía estar siempre al borde de una tormenta, como si estuviera luchando constantemente con algo interno que nadie más podía ver.
—Es... complicado. —dijo finalmente—. No sé, solo siento que hay más en él de lo que muestra.
Max la miró, evaluándola, pero antes de que pudiera decir algo más, Clara intervino.
—He escuchado cosas sobre él. Nada malo, solo que es muy reservado. —comentó, y luego miró hacia donde estaba Adrián—. No sé, Valeria. Tal vez solo necesita a alguien que lo entienda.
Las palabras de Clara resonaron en Valeria, y de alguna manera, sintió que ella podría ser esa persona. Sin embargo, no sabía por qué se sentía tan atraída por la idea de entenderlo, de conocer qué había detrás de esa fachada que parecía tan impenetrable.
—Bueno, si te interesa tanto, ¿por qué no vas y hablas con él? —sugirió Max con un tono juguetón, claramente intentando aliviar la situación.
Valeria sonrió, nerviosa por la idea, pero antes de que pudiera decidir qué hacer, Luna habló.
—¡Ahí están nuestros churros! —anunció, distrayendo a todos mientras se adelantaba para recoger las bolsas llenas de churros calientes y crujientes.
Mientras el grupo se reunía nuevamente alrededor de los churros, Valeria notó que Adrián ya no estaba cerca del puesto de libros. Se sintió un poco decepcionada, pero rápidamente se concentró en la conversación y la comida, disfrutando del momento con sus amigos.
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Más Allá de las Miradas
RomanceEn el instituto Silver Valley, todo parece seguir el curso típico de la adolescencia: exámenes, amistades complicadas, y los inevitables dramas de secundaria. Sin embargo, cuando Valeria, una chica reservada con un talento secreto para el arte, se c...