Capítulo 8: La Tarde en la Plaza

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El sol comenzaba a descender en el horizonte, tiñendo el cielo con tonos cálidos de naranja y rosa, mientras el grupo de amigos se dirigía a la plaza. El evento de arte había atraído a mucha gente, y la plaza estaba llena de estudiantes, familias y artistas locales que exhibían sus obras en puestos improvisados. Había una energía vibrante en el aire, una mezcla de risas, conversaciones y música que provenía de una banda tocando en vivo al fondo.

Valeria caminaba ligeramente detrás del grupo, observando a su alrededor con una mezcla de curiosidad y aprensión. El ambiente festivo parecía un alivio bienvenido después de la tensión del instituto, pero no podía evitar sentirse un poco fuera de lugar. Desde que sus pensamientos se habían desviado hacia Leo y sus problemas familiares, le resultaba difícil concentrarse en disfrutar del momento.

Max, por otro lado, parecía estar en su elemento. Caminaba al frente con Luna, quien reía a carcajadas por una broma que él acababa de hacer. Era imposible no notar cómo la atención de Max se centraba en ella, y cómo sus gestos, aunque sutiles, mostraban un interés que iba más allá de la mera amistad. Luna, con su energía contagiosa, parecía completamente ajena a cualquier tensión, disfrutando de la compañía de Max sin complicaciones.

Pero Valeria podía ver que Clara no lo estaba tomando tan bien. La forma en que Clara observaba a Max y Luna era diferente, había un destello de celos en sus ojos que se reflejaba en la manera tensa en que mantenía los brazos cruzados sobre su pecho. Clara era alguien que estaba acostumbrada a tener el control, y ver cómo Max prestaba tanta atención a Luna parecía estar fuera de su zona de confort.

—Val, ¿qué te parece esta pintura? —Luna se giró hacia Valeria, señalando una obra que había captado su atención. Era una pintura abstracta, llena de colores vivos y formas caóticas, que de alguna manera transmitía una sensación de movimiento constante.

Valeria forzó una sonrisa, acercándose para mirar más de cerca.

—Es interesante. —respondió—. Hay algo en los colores que... no sé, me hace pensar en un día de verano, como si estuviera lleno de energía pero también de una calma subyacente.

Luna asintió, aparentemente satisfecha con la respuesta de Valeria, y volvió a sumergirse en la conversación con Max, quien había comenzado a hablar sobre cómo una de las formas en la pintura le recordaba a un día en la playa.

Valeria aprovechó el momento para acercarse a Clara, quien se había alejado un poco del grupo y estaba observando una escultura de metal retorcido. Parecía estar intentando concentrarse en la obra, pero sus pensamientos estaban claramente en otra parte.

—Clara, ¿todo bien? —preguntó Valeria en un tono bajo, lo suficientemente discreto como para no llamar la atención de los demás.

Clara la miró, y por un momento, Valeria pensó que iba a desviar la pregunta con una respuesta automática. Pero entonces, Clara suspiró y asintió.

—Sí, todo bien... es solo que... —Clara miró de nuevo hacia donde Max y Luna seguían conversando animadamente—. No sé, Valeria. Siento que algo está cambiando y no sé cómo manejarlo.

Valeria entendía a lo que se refería. Las relaciones en el grupo se estaban volviendo más complicadas, y aunque hasta ahora todo había sido relativamente armonioso, era evidente que los sentimientos no resueltos estaban comenzando a aflorar.

—Luna y Max son solo amigos, ¿verdad? —Clara intentó sonreír, pero la inseguridad era evidente en su voz.

Valeria consideró cómo responder. Sabía que la relación entre Luna y Max parecía inocente en la superficie, pero también sabía que las cosas no siempre eran tan simples como parecían.

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