El pañuelo morado.

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Capitulo 3:

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«Con certeza. No sé cómo paso. El mundo en el que nos vemos envueltos cambia más que las estaciones del año. Y de la forma más grotesca que imaginas»

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—¿Pañuelo morado?

La mirada curiosa de Megumi era notario ante los ojos de ambos sirvientes. Shoko estaba viendo un par de cosas mientras Nanami parecía estar entre estresado y emocionado.

—Tienes una gran gran suerte. ¡Tu y tu hermano son iguales!

Sus ojos esmeralda se agacharon, entonces se levantó de golpe.

—Donde está mi hermano Nanami-san.

—No es de tu incumbencia ruso. Ocupate en lo que te importa.

Ante las palabras duras de la castaña bajo su cabeza en señal de sumisión sentándose. Si algo ha podido aprender. Es que aquí obedecer es primordial. Mientras pensaba en donde podía estar su hermano. Todos bajaron la cabeza antes una mujer pasando.

—La sultana Utahime está aquí.

Todos con sus cabezas bajas. Mirando al suelo. La chica de cabellos negros azabache miro con cuidado sus actitudes y vaciló entre los que ya conocía hasta fijarse en el de ojos esmeralda.

—Tu eres el chico del pañuelo...

Miro sus manos entretejidas con aquel pañuelo. Pensó que lo que Uraume le había dicho era más que una mentira. Pero sin duda alguna sus lágrimas estaban más que justificadas.

Sukuna podía ser bastante cruel.

Asesinar a personas a sangre fría. Tomar decisiones tibias sin importar si lanzaba el gatillo. Sin embargo siempre había respetado su matrimonio, aunque haya sido hace demasiado.

Sukuna jamás le había dado ese pañuelo a nadie más después de Uraume.

Aunque fue un bandido toda su vida. Cuando se casó decidió dejarlo. Para no hacerle daño al débil corazón del monje. Con su rostro bajo de esperanza y sus ojos rosas. Una gran amiga de Utahime sin duda.

No podía soportar esta traición.

—Dejenos solos por favor.

Los ojos de Shoko se abrieron. Nanami le agarro por el brazo. Buscando abandonar a Megumi en esa situación. No podían hacer más nada

—Y. Leiri

La castaña se quedó en blanco. Dejo de moverse junto a Nanami. El silencio los abrumo.

—¿Si, su Alteza?

—Quiero verte en mis aposentos en una hora.

Ante la orden la mujer bajo la cabeza y salió de allí junto a su compañero. La mujer giro la cabeza hacia un lado mientras sostenía su rostro.

—Levanta la cabeza.

El azabache lo hizo al segundo. Conectando sus hermosos ojos con la Sultana. Esta quedó abrumada por su belleza genuina. Parecía un pequeño ángel caído del suelo. Con apariencia Angélica. Pero unos ojos de serpiente que nunca podría explicar.

Por que la sensación que recorrió a la Sultana en ese momento.

Fue más que un aviso. Fue una advertencia.

The blue palace [Sukufushi] [Sugusato]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora