The blue palace [Sukufushi] [Sugusato]

La esposa del Sultán.

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Capitulo 1:

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«Desde que tome la decisión de empezar a amar. Jamás pensé que fuera tan complicado en un mundo como este»

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Los sonidos de las carrozas golpeando con la carrocería eran notorios. Por la época. Los metodos de transporte. No eran realmente estables. Menos en sentido literal.

Atrás de la carroza. Había un monje con cabellos blancos. Que veía por las ventanas de tela el grande palacio a donde acababan de entrar.

—¡Mami! ¿Iremos a ver a papá?

El monje sonrío con sutileza mientras cargaba al príncipe y lo ponía sobre sus piernas. El pequeño castaño le miró con confusion.

—Claro que si. Taro. Tu padre ahora es el Sultán. No puedes esperar que juegue contigo como antes.

—¡Pero es mi padre! ¡Debe pasar tiempo conmigo!

—Yo siempre estaré contigo. Mi pequeño príncipe.

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—Por Allah. Esto es un desastre.

—¡¿A ti te parece?! ¡Geto me quemará los cabellos!—Alego la albina. Mientras el rubio le miraba con fuerza.—Nanamin. ¿Tienes idea de que que hará Sukuna? Estamos empezando el mandato, ¡no quiero que muera nadie!

—No podremos saberlo Mei. En cuanto te encuentres a Geto, pregúntale directamente si le cortará el cuello al niño ortodoxo. O no. Me tiene harto.

Son sus últimas palabras antes de salir por la puerta. Shoko entra y comienza aplaudir.

—Todos arriba. ¡No tienen tiempo para dormir!

—Hey, Michael.—Toge movió a su amigo.—Levantate.

Angel ya se había parado. Tenía unas ojeras horribles. No había dormido nada. Seguramente por que él había sido uno de los que había presenciado la muerte de sus padres. Sin duda era el más abrumado por sus sentimientos, todavía no había tenido el tiempo ni la delicadeza de hablar con el. Cuando tratan de cruzar palabras. Los aplausos se vuelven a escuchar.

—Oigan estoy seguro que todos vienen del mismo lugar así que no se hagan como que no me entienden. ¡Arriba!

Todos agarraron la ropa en sus manos y comenzaron a salir en fila. En cuanto quedaron los últimos. Señaló a Michael y este se quedó quieto por reflejo.

—Menos tu. Siéntate.

El azabache frunció el ceño. Nada tranquilo.

—No. Iré también.

—No seas insolente. Soy superior a ti. Obedece.

Este no hizo caso. Shoko le empujó con fuerza hasta abajo haciendo doblar sus rodillas a la fuerza. Su hermano corrió hasta el. Viendo la expresión de su rostro.

—No sabemos que hará el Sultán contigo. Así que me aseguraré de mantenerte aislado hasta que diga algo.

Los ojos verdes del Omega le atrevesaron, sin decir ni una palabra.