Bajo La Superficie

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Las semanas siguientes al encuentro en el restaurante transcurrieron en un ritmo constante pero inquietante para Adira. La relación con Orión se había vuelto más cercana de lo que había previsto. Él la invitaba a reuniones más íntimas, encuentros privados en su mansión fuera de la ciudad, donde compartían copas de vino junto a una chimenea crepitante mientras discutían sobre la expansión de la organización. A pesar de que la relación entre ambos mantenía una aparente profesionalidad, Adira sentía que las barreras comenzaban a desmoronarse.

Orión, por su parte, no disimulaba su creciente afecto por Adira. Era atento, la miraba de una forma que la hacía sentir descubierta, como si sus muros se volvieran transparentes ante él. Cada vez que estaban juntos, las palabras de advertencia de su mentor resonaban en su mente: "Nunca te acerques demasiado. La cercanía es un arma de doble filo."

Una tarde, después de una de esas reuniones, Orión la llevó al jardín de su mansión. Era un espacio amplio y perfectamente cuidado, con flores exóticas y un pequeño estanque que reflejaba la luz del sol poniente. Mientras caminaban entre los rosales, Orión se detuvo de repente y la miró con una intensidad que hizo que el corazón de Adira se acelerara.

—Adira, hay algo que necesito decirte —comenzó, con una voz grave y sincera—. Desde que llegaste a mi vida, todo ha cambiado para mí. Nunca pensé que podría confiar en alguien tan rápidamente, pero tú... tú eres diferente.

Adira sintió un nudo en el estómago. Sabía que este momento llegaría, pero no estaba preparada para enfrentarlo tan pronto. Trató de desviar la conversación.

—Orión, hemos pasado por mucho en tan poco tiempo. Es natural que sientas eso. Pero...

—No, Adira —la interrumpió suavemente, tomando su mano—. Esto va más allá de lo que hemos compartido. Es algo más profundo. Quiero que seas parte de mi vida, no solo en los negocios, sino en todo. Quiero que estés a mi lado, como mi igual.

La confesión la dejó sin palabras. La mente de Adira trabajaba a toda velocidad, buscando una salida que no levantara sospechas. Pero antes de que pudiera decir algo, Orión se inclinó hacia ella y, con una delicadeza que contrastaba con su naturaleza implacable, la besó.

El beso fue suave, como si él temiera que ella pudiera romperse si era demasiado brusco. Pero la sorpresa inicial de Adira pronto dio paso a una ola de emociones contradictorias. Parte de ella quería responder al beso, dejarse llevar por lo que sentía en ese momento, pero otra parte, la más racional, gritaba que esto era un error.

Se apartó de él, respirando profundamente, tratando de recobrar la compostura.

—Orión, no sé si esto es una buena idea —dijo, con voz temblorosa.

—¿Por qué no? —preguntó él, mirándola con preocupación.

—Porque este mundo en el que vivimos... no es el lugar para este tipo de sentimientos. Sabes tan bien como yo que cualquier debilidad puede ser explotada.

Orión la observó en silencio durante unos instantes que parecieron eternos, y luego asintió lentamente.

—Tienes razón, Adira. Este mundo es peligroso, y los sentimientos pueden complicarlo todo. Pero también creo que, precisamente por eso, debemos aferrarnos a lo que nos hace humanos. Y tú, Adira, me haces sentir más humano de lo que he sido en años.

Las palabras de Orión resonaron en el corazón de Adira, y por un momento, casi creyó que podrían encontrar una manera de estar juntos sin que su misión se viera comprometida. Pero sabía que estaba siendo ingenua. No podía permitirse el lujo de bajar la guardia, no cuando estaba tan cerca de su objetivo.

—Orión, te aprecio más de lo que puedo expresar, pero necesito tiempo para pensar en todo esto. No quiero tomar una decisión de la que me arrepienta más tarde.

Orión pareció aceptar su respuesta, aunque Adira pudo ver una sombra de decepción en sus ojos.

—Lo entiendo. Tómate el tiempo que necesites, pero recuerda que estaré aquí, esperando tu decisión.

Con esas palabras, la tensión en el aire se disipó un poco, y continuaron su paseo por el jardín, aunque la atmósfera entre ellos había cambiado irrevocablemente. Adira sabía que estaba caminando sobre hielo fino, y cada paso que daba la acercaba más al borde del precipicio.

Entre Sombras y PasionesWhere stories live. Discover now