Ceo

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La rutina era un concepto que muchos despreciaban, pero para ella era el eje sobre el cual giraba su existencia. La regularidad le brindaba una sensación de control, y ese control era lo que la había llevado al éxito. Cada paso, cada acción, estaba meticulosamente planeada con 30 minutos de antelación, lo que le permitía sortear cualquier imprevisto, por grande que fuera.

Era una mañana fría; la temperatura afuera marcaba 11 grados. Wednesday Addams estaba en su oficina, revisando los informes del día cuando la voz de la señora Weems, su asistente de confianza interrumpió sus pensamientos.

—La temperatura es de 11 grados afuera, debería llevar un abrigo hoy, señorita Wednesday.

—Gracias, señora Weems—dijo Wednesday, tomando la taza de café que la mujer le ofrecía. Sus dedos se cerraron sobre la porcelana cálida mientras su mirada permanecía fija en el papel frente a ella—. ¿Cómo van las entrevistas?

—Recursos Humanos ha seleccionado a los mejores y más capacitados postulantes.

—Por favor, asegúrese de que tomen en cuenta la higiene personal—respondió Wednesday, su tono firme—. No quiero otro incidente como el de la cerilla.

Wednesday frunció el ceño al recordar la escena del día anterior. Una de las candidatas que había entrevistado tenía cerilla acumulada en las orejas, y no precisamente reciente.

—Todos producimos cerilla, incluso usted, señorita—dijo la señora Weems con una sonrisa indulgente.

—No en esa cantidad—negó Wednesday rápidamente, con una expresión de repulsión—. Es evidente que esa mujer no se limpiaba los oídos en días.

La carcajada de Larissa resonó en la oficina, llenándola de una calidez inesperada. Wednesday la miró con desaprobación, pero la asistente no se dejó intimidar.

Wednesday había sido diagnosticada con germofobia a una edad temprana, un trastorno que solo había empeorado con el tiempo. Lo que comenzó como un leve Trastorno Obsesivo Compulsivo, se transformó en un miedo genuino a estar sucia. Wednesday tomaba tres baños al día y usaba desinfectante en exceso, al punto de agotar hasta 20 botellas al día. Solo dos personas tenían permiso para tocar o preparar su comida: su madre y la señora Weems.

A pesar de los años de arduo trabajo que Larissa había invertido para su ascenso, sabía lo difícil que sería encontrar una nueva asistente que cumpla con los estrictos estándares de Wednesday. Peor aún, sería un desafío que Wednesday confiara en alguien más para comprar o preparar su comida.

—Señorita Weems—llamó Wednesday, su voz más suave de lo habitual—. Voy a estar bien.

La asistente levantó la vista, sorprendida por la súbita vulnerabilidad en el tono de su jefa.

Good Lucke Babe!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora