Pinky Promise

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Wednesday salió del baño, enrollando una toalla oscura alrededor de su largo cabello negro, y ajustando con precisión el cinturón de su bata

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Wednesday salió del baño, enrollando una toalla oscura alrededor de su largo cabello negro, y ajustando con precisión el cinturón de su bata. Su expresión, como siempre, era impenetrable, mientras caminaba lentamente hacia la cocina. Se detuvo en el umbral, observando el espacio ordenado, casi clínico. Sabía que debía comer algo antes de ir a la cama, pero cocinar nunca había sido su fuerte. Se acercó a los cajones, abriéndolos uno a uno, encontrándose con una despensa bien abastecida. Sin embargo, eso no cambiaba el hecho de que Wednesday apestaba en la cocina.

“¿Estás segura de que no comerás lo que tu nuevo asistente prepare?” se reprochó mentalmente, con un tono sarcástico que resonaba en su propia cabeza.

Suspiró, algo fastidiada, mientras volvía a cerrar un cajón con un golpe leve. “¿Qué voy a hacer cuando la señora Weems se vaya? Tendré que… tomar clases de cocina. Sí, eso.”

Se cruzó de brazos, contemplando la idea. El pensamiento de ser obligada a aprender a cocinar le causaba una incomodidad peculiar, pero no tanto como lo que vino después:

O podrías comer lo que Sinclair prepare…”

Su ceño se frunció al instante. La sola idea de Enid Sinclair ocupando un espacio en su cocina como su asistente personal le resultaba absurda. Preferiría aceptar la ayuda del chico que siempre parecía tener piojos antes que eso.

“¿Segura de eso?”, se preguntó de nuevo, desafiando sus propias palabras.

-Prefiero a Sinclair- murmuró en voz alta, como si necesitara convencer a la última parte de su cerebro que dudaba.

Sacudió la cabeza, dejando que esos pensamientos absurdos se disiparan, y se centró en el presente: la cena. Buscaba algo, lo que fuera, pero su olfato la traicionó cuando un aroma dulce y fantasmal, como un eco de memorias, invadió el aire. Era casi tangible, como si la comida estuviera justo frente a ella. En su mente apareció una imagen clara: el desayuno que Weems le preparaba en ocasiones especiales.

Rápidamente tomó su teléfono, intentando acallar el antojo lo más discretamente posible, y marcó el número de la mujer. Uno… dos… tres pitidos sonaron en la línea antes de que alguien contestara. Wednesday estaba a punto de colgar, cuando una voz infantil se escuchó al otro lado.

-¿Señora Weems? -preguntó impaciente, intentando mantener la compostura.

-Mamá se está duchando -respondió la voz infantil con tono juguetón-. Ahora soy su secretaria.

Wednesday parpadeó, sorprendida. -¿Cuántos años tienes?

-Ocho, ¿por?

Wednesday reprimió un suspiro y aclaró su garganta, algo incómoda con la situación. -¿Sabes cómo se prepara el pan francés que hace tu madre? -preguntó, haciendo un esfuerzo por sonar casual-. No es que no sepa cocinar, es solo que ella lo hace… diferente.

Good Lucke Babe!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora