Al regreso de Eric, Verónica vuelve a sentir por fin un poco de orden en ese caos que los demás llaman vida. Todo se alinea de nuevo, tiene a todas las personas que quiere en su vida.
Excepto a una.
Y hablando de la vida, la suya ha ido de desastre...
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-7 años antes-
Eric estaba nervioso, no lo expresaba en voz alta, pero realmente estaba nervioso. Gloria había querido ir con él, pero se había negado rotundamente porque ya era un hombre que iba a la universidad, así que podía él solo con eso. A la mierda, quería a su mamá. Y la espera lo estaba matando; había decidido llegar temprano a la cita porque no le gustaba hacer esperar, pero su tatuadora le había dicho que la sesión de antes se había extendido y entonces estaba ahí, esperando.
La tienda lucía bastante ¿esóterica? Por así decirlo; las paredes eran oscuras, en su mayoría llenas de diseños de tatuajes y artes de mandala, el mostrador además de tener variedad de piezas para piercings y artículos de cuidado, estaba decorada con cristales y cuarzos y la chica de la caja había prendido un incienso de cereza cuyo olor ya estaba produciéndole estragos en el estómago junto con los nervios. Estaba solo, esperando a que fuera su turno.
Las campanas de viento que decoraban la estancia sonaron en el momento en que la puerta se abrió, la brisa de fuera provocó dicha melodía y Eric no pudo sino compararla con el canto de los ángeles. Porque... mierda. La chica que había cruzado el umbral era la más hermosa que había visto en su vida.
El cabello rubio le caía más abajo de los hombros, Eric no podía decir si era liso u ondulado, se veía algo rebelde, como su estilo, que contrastaba completamente con su rostro angelical. Llevaba una chaqueta negra de cuero con unos jeans rotos y unas botas negras con plataformas. Los ojos grises de la chica, maquillados de negro, repasaron la estancia y le dio una sonrisa a él antes de dirigirse a la muchacha del mostrador.
Eric, más nervioso aún porque ella se había fijado en que él se había quedado viéndola, bajó la cabeza y clavó la vista en su teléfono, como si tuviera algo más interesante que hacer que saltar de una aplicación a otra. Prefería eso a seguir viéndola. Abrió su chat con Gloria y le avisó que la cita se había retrasado y que aún no era su turno.
Entonces, sintió a alguien sentarse a su lado. Era ella.
—Hola —Lo saludó.
A Eric le dieron ganas de toser, se había atragantado con su propia saliva. Tragó fuerte y se aclaró la garganta, mirándola por fin.
—Hola —respondió de vuelta, ¿qué otra cosa podía decir? De cerca, sus ojos eran más bonitos.
Tenía dieciocho años y estaba viviendo el primer flechazo de su vida, era un tonto.
La chica se acomodó el cabello detrás de la oreja.
—¿Estás esperando para perforarte? —dijo ella.
—No —Eric sonrió—. Me tatuaré, pero llegué algo temprano. ¿Tú te vas a perforar?
—Mi primera perforación —movió las cejas emocionada.
—¿No estás nerviosa?
—Para nada. Estoy más que lista —asintió—. Admito que no me gustan las agujas pero la mamá de mi mejor amiga dice que sarna con gusto no pica. ¿No crees?
