Primer día escribiendo

23 0 0
                                    


Escribo esto ya pasado tiempo desde que ocurrieron los siguientes acontecimientos. No quisiera olvidar todos estos sucesos tan importantes de mi vida, ni lo malo ni lo bueno. Ya sea para enorgullecerme, para maldecirme, para llorar, para reir, para despertar en mí nostalgia, cualquier cosa; no importa lo extraño que se sienta esto, necesito sacármelo del pecho, cerciorarme de que todo pasó y confesarme.

Nací en un pueblo adentrado en un bosque lleno de vegetación. En mi estadía por Karmaland revisé mapas para esclarecer mi ubicación, y debo decir que es bastante inconsistente gracias a la barrera de los dioses que cuidan el mencionado. Nunca supe cómo volver pues al parecer mi hogar estaba en otra dimensión, lo que requería desafiar la barrera o pedir el permiso de los dioses, lo que olvidé sin siquiera intentar por razones del corazón.

Mi padre era un Alfa ejemplar y exitoso, que me hizo vivir bajo el seno de una casa acomodada. Mi madre era una omega con aspiraciones a la danza, cuando se casó con mi padre él se aseguró de construirle una habitación para practicar. Ella ganó en varios concursos constantemente hasta mi nacimiento, luego desistió de la actividad diciendo que "ya no era tan joven como antes". Tuvieron seis hijos, de los cuales dos nacieron omegas y tres betas; fui la primogénita y única hija que nació alfa.

Crecí sana y desarrollé mi casta con la típica hipersalivación, caninos prominentes, ligera atracción por las feromonas de la casta inferior, protección hacia mis hermanos omegas y carácter de líder. Se me reveló de nivel alto-intermedio, aunque la mayoría de los alfas me consideraban directamente de nivel intermedio, ya que mi entusiasmo por el compromiso y la búsqueda del placer se devaluava con rapidez, con la prueba de que salí con un solo omega que nunca marqué y llegué a tener una aventura insignificante con una beta obsesionada con mi belleza.

Hablando de eso, con mi maduración y adultez fui dotada con gran altura, cabello, senos, glúteos, piernas, nariz y labios considerados atractivos, además de haber heredado ojos violetas, lo que de hecho provocó mi captura. Recuerdo ese acontecimiento con impotencia.

Era muy de noche, había antes asistido a una pequeña fiesta de fraternidad de alfas que terminó tarde. Llegué derrumbada a mi cuarto y me invadió un sueño extremadamente pesado, que tarde fue interrumpido por los gritos variados de todo el pueblo y mi familia. Con la cabeza aturdida presencié cómo mi padre luchaba contra osos, que eran de una raza mágica y se hacían llamar "ositos cariñositos"; claramente en ese momento no lo había notado ni me importaba, pues estaba más preocupada por ayudar a mi padre a proteger a mis hermanas y madre. Fue en un momento de amenaza a uno de los osos que acosaban a mi hermana beta que noté que estaba pensando con unos ojos muy extraños, los cuales literalmente brillaron mientras decía《¿Qué le parece esta...?》. De pronto todos los osos dijeron《¡A la orden!》y se abalanzaron contra mí, desplazando a mi familia como rocas que estorban. Agarraron mis extremidades, me amordazaron, me vendaron y echaron en mí una poción de sueño.

Desperté entonces sin las ataduras en una torre alta y estrecha. El aire olía como una fiesta infantil, lo que era razonable con la vista de una tierra llena de dulces, creada de dulces. Busqué algo que me sirviera para forzar la puerta, para escapar por la ventana, pero solo había una caja donde venía el diario que ahora estoy usando (solo el diario, no había ni siquiera un lápiz). Solo me sirvió para romper el vidrio y descubrir que estaba a una altura digna de suicidio y muy lejos del líquido que simulaba ser un estanque.

Casi un día después abrieron los ositos la puerta y me puse a la defensiva, dejando soltar un montón de feromonas amenazantes y dispuesta a escapar. Sin embargo, habían cuatro osos con armas que bloqueaban la estrecha puerta y yo no había comido. Les pregunté por qué hacían esto mientras dejaban un plato de comida en el piso y uno de ellos me sometía.

—La diosa Perséfone no robará la esencia de un cadáver. —sus compañeros se retiraron y el oso que me retenía me soltó brusco—Feliz San Valentin, este será el último. —cerró la puerta.

Así pasaron varias horas de tortuoso silencio, en el que solo podía ver la ventana y pensar en mi familia, en mi futura muerte y en todas las cosas que no hice. Era una condenada desesperanzada.

En ciertos minutos donde los rayos mañaneros se revelaron, mis ojos y oídos notaron algo que gradualmente iba acercándose a mi prisión; era una formidable pelea entre dos entes poderosos, hombre y mujer, respectivamente y Cupido Perséfone. En cierto punto Cupido preparó una flecha especial que no fue apuntada para la rival, la disparó y me dio en el pecho sin siquiera yo darme cuenta del trayecto que hacía la misma. Cuando agarré la cola de la flecha se desvaneció, dejando en la palma de mi mano una llave. Intenté abrir la puerta después de recuperarme del dolor, pero la llave no coincidía.

Tengo que hacer un incapié en la flecha mágica. Fue una sensación muy desesperante lo que me provocó, era como sentir la proximidad de las punzadas del celo, pero nunca llegan. Tal sensación tuve que soportarla durante horas; teniendo en cuenta el modus operandi de la magia de Cupido, que exigía la presentación de otra persona. No considero que lo halla hecho con maldad, pero sin exagerar me ha traumatizado.

La pésima sensación sin duda ayudó a la satisfacción de verlo llegar, es un preciado recuerdo. Él, Vegetta, abrió mi prisión. De esa forma nos miramos con pasión y sentí la magia del flechazo, sentí expulsar corazones por los ojos.

Lo primero que dijo fue todo un alabo.

—¡... Una elfa! —aseguró. Tímida por el cumplido le respondí.

—Desgraciadamente no... ¡Gracias por salvarme, te estaré eternamente agradecida!

Me preguntó por una llave y accedí a dársela. Mientras nuestras manos hacían contacto le pregunté si conocía la situación. Al tiempo en que me explicaba todo no pude dejar de mirar lo maravilloso que era. Nuestros cuerpos inconscientemente se acercaron y nos llenamos de besos apasionados como toques rejuvenecedores. Fue allí que nos dimos cuenta de un detalle sin igual, pues sincronizados nos acercamos al cuello contrario mordiendo con nuestros caninos, buscando marcar al otro. Allí nos vimos: éramos dos alfas, estábamos atónitos.

Él estaba en llamada con un compañero, por lo que ignoró la revelación y me ayudó a salir de ahí, llevándome hasta un ave llamada Chocobo, dándome la dirección al portal. Él no me acompañó pues debía luchar.

Tuve mi primer contacto con el pueblo de Karmaland, donde pude ver a las demás chicas que sufrieron mi mismo destino, solo que yo era la única alfa. Cuando los hombres volvieron Vegetta propuso una fiesta en su casa que realmente no duraría mucho, pues aquellos alfas y betas eran muy desconsiderados.

Tengo que decir que me sorprendió su casa, o más bien castillo. Era una hermosa estructura de piedra notablemente grande, con un sin fin de habitaciones y bella decoración, aunque egocéntrica. Me dio una habitación para pasar la noche y me dejó usar algunos de sus objetos para cubrir mis necesidades básicas. Le pregunté cuánto tiempo me podía quedar y él rió amablemente.

—Eso lo puedes decidir tú, solo después de que me aceptes una cita.


Primer día escribiendo

Confesiones De Una Alfa♥︎(Diario de Akira)『Omegaverse』#Karmaland Akira x NievesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora