Capítulo 2

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Un automóvil se detuvo delante de la cinta policial que los agentes colocaron para alejar a los viandantes y curiosos que allí se estaban concentrando. De el bajo el teniente de la brigada de homicidios Richard Nash. Un hombre muy alto, de un metro y ochenta centímetros, de aspecto corpulento. De anchas espaldas y fuertes brazos. Cabello negro como el carbón. Sus ojos marrones claros, su mirada fija y penetrante le hacia extremadamente irresistible para sus compañeras. A pesar de su juventud, pues solo contaba con treinta y cinco años, ya era el jefe de dectetives del departamento de homicidios de la ciudad de Nueva York, aunque no estaba exento de envidias por parte de algunos de sus subordinados que no creían que aun estuviera capacitado para ejercitar ese cargo, pero el conocía todos los secretos de su oficio y con el tiempo se irían acallando los rumores dado a la gran dedicación con la que se entregaba en cada uno de sus casos.

Cruzo por debajo de la cinta y guió sus pasos hacia el ascensor que lo transporto hasta la tercera planta.

-Buenos días, doctor.- le deseo a su amigo Edgar Stanton, el medico forense que estaba inclinado delante del cadáver. -¿Que tenemos aquí? - le pregunto acompañándolo y observando el cuerpo sin vida que allí yacía.

-Hola, Richard-le respondió incorporándose- Ya he terminado mi examen preliminar. Agarrate fuerte, el que yace ahí tendido es el juez Galvi.

Richard se atuso el cabello con ciertas inquietudes. Se volvió hacia el cadáver y mirándolo fijamente volvió a preguntar.

-¿Que mas puedes decirme? .

El doctor Staton ordeno a los de la morgue que se llevaran el cuerpo al deposito de cadáveres, mientras recogía el instrumentar y lo guardaba en un maletín.

- No hay mucho que decir. Calculo la hora de la muerte entre las ocho y las diez de ayer noche. De un disparo en la frente, efectuado a muy poca distancia, a juzgar por los restos de pólvora que hay alrededor del orificio de entrada del proyectil. Te podre contar mas cuando realice la autopsia.

- Quiero prioridad absoluta para este caso, doctor. - le rogó Richard mientras acompañaba a su amigo hasta la salida.

- Claro, como en todos. Te mandare mi informe lo antes posible. - le replico alzando su brazo izquierdo y agitándolo para despedirse.

Richard se quedo absorto durante unos instantes. Intentaba imaginar lo que allí aconteció la noche pasada y lo mas importante, ¿porque? . Tenia la sensación que este caso le traería quebraderos de cabeza si no conseguía resolverlo con la mayor brevedad posible. Seguía con sus pensamientos hasta que una voz requería su presencia desde el otro lado del apartamento lo devolvió a la realidad.

Le llamaba su compañero el sargento Garcia, un hombre cincuentón, regordete rozando peligrosamente la obesidad, debido a su devoción a los donuts de todos los sabores y las comidas copiosa. Sus facciones típicamente hispanas.

- Teniente - volvio a repetir cuando termino de escribir en su bloc de notas.

- ¿Que has descubierto, Garcia? - le pregunto Richard cogiendo los documentos que la noche anterior había estado estudiando el juez.

- Nada. No tenemos nada. Hemos interrogado a todos los vecinos y ninguno vieron nada ni oyeron nada. - le informo el sargento moviendo negativamente la cabeza.

Richard se frotó la barbilla visiblemente desconcertado, dejo escapar bruscamente todo el aire que contenía sus pulmones para volver a preguntar.

- ¿ Quien encontró el cadáver ?

- La señora Torres - contesto el sargento Garcia consultando su bloc . - Es la asistenta, lo encontró esta mañana cuando comenzaba a trabajar. La he pedido que aguardara un momento por si querías hablar con ella.

- Si. Hazla venir.

Un oficial de la policía científica se le acerco e informo que no habían encontrado ninguna huella o indicio que les indicara quien o quienes habían cometido aquel delito. Richard les ordeno que se retiraran pero que quería ver el informe encima de su mesa a primera hora de la mañana siguiente.

- Teniente, la señora Torres.

Aun se encontraba sensiblemente afectada por la macabra escena que le había tocado vivir. Aunque el tranquilizante que le había suministrado el doctor ya le surgía efecto.

- Señora Torres, soy el teniente Nash. Quisiera hacerla unas preguntas si se encuentra con animo para ello. No la detendré mas de lo necesario, se lo prometo. - la dijo ofreciéndola asiento.

- Ya le conté a sus compañeros todo lo que sabia. - balbuceo la empleada.

- Solo quiero que me conteste a un par de preguntas y no volveremos a molestarla. - le explico una vez mas posando su mano sobre el hombro de ella para tratar de calmarla. - ¿Ha notado si falta algo de valor en la casa?.

-Tendría que mirar detenidamente. Pero todo parece estar en su sitio. - sollozo la señora Torres hojeando el salón.

- ¿En estos últimos días noto un comportamiento extraño en su señoría?. - continuo con el interrogatorio Richard paseando de un lado a otro de la instancia.

- No le entiendo.  ¿A que se refiere?

-Si lo vio mas preocupado de lo normal. Si recibía llamadas o visitas que lo alteraban.

-No lo se. Era muy reservado y jamas comentaba sus cosas conmigo, y menos a lo referente a su trabajo. Pobre señorita Sheree. - respondió la señora Torres rompiendo a llorar.

-¿Quien es esa señorita?

-Es la hija del juez. Su dirección y teléfono están en esa agenda que ahí encima de esa mesita.

Richard amablemente le agradeció la colaboración prestada y rogó al sargento que se ocupara de que un agente se encargara de acompañar a la señora Torres a su casa.

Este presto abandono el cuarto para cumplir la orden recibida.

Juzgado sangrientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora