Capitulo 6

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Richard se ofrecio para acompañarla a su casa. Mientras abandonaban el edificio él no pudo dejar de admirar la belleza natural de ella. La perfección de sus curvas, la forma de contornearse al andar. Su delicada feminidad constataba con su angelical rostro de niña extaviada. Obsevaba como el oro de sus cabellos eran enmarañados por la suave brisa del atardecer. Un escalofrió rrecorrió todo su cuerpo, tuvo que hacer un gran esfuerzo para retirar la mirada de ella antes de ser descubierto.

El automóvil abandono la ciudad. Transcurridos unos veinte minutos en el más absoluto silencio se adentraron en una urbanización. Rodeada por grandes zonas verdes. El aire allí era fresco y puro. Sin contaminación como en la gran ciudad. Casi un paraíso terrenal. Circulaban por la calle principal cuando ella le indico que girara a la derecha en la siguiente esquina y se detuviera. Richard lo hizo delante de una casa con un pequeño jardín repleto de rosas y otras flores, protegidas por una valla de madera pintada de blanco. En el porche un pequeño columpio donde contemplar el ocaso al atardecer.

Detuvo el motor al mismo tiempo que se oyó la voz de Melanie por la radio del coche.

-¿Que ocurre?- respondió Richard a la llamada.

-Ha llegado el informe de la científica. - se volvió a oír la voz de la radiofonista.

Richard le rogó que le leyera el resultado.

-En biancasa del juez no se encontro nada. En su despacho han aparecido huellas en los expedientes y en los archivadores que pertenecen al fiscal jefe.

-Gracias, Melanie.

Richard frnció el ceño. Se preguntaba que demonios hacían las huellas Tom Hagen en los expedientes personales del juez Galvi. Consulto el reloj. Pensó que ya era demasiado tarde para obtener respuestas, mañana las conseguiria.

-Bueno, ya hemos llegado- dijo Richard intentando romper el silencio que mantenían desde que salieron de la ciudad. Bajo del coche, abrío la puerta y le ofreció la mano para ayudarla a salir.

Sheree se sintió halagada con el detalle que había tenido. Ya que creía que en esta sociedad en la que todo el mundo iba a lo suyo sin importarle lo que le sucedia alrededor se habian perdido las formas y los buenos modales de antaño.

- Le agradezco que me haya traído a casa. ¿Le apetece tomar una copa?.- le invito Sheree concierto pudor por lonque acababa de hacer, pues era la primera vez que invitaba a entrar en casa a un hombre, aparte de su padre, pero se sentía atraía por el.

-Con una condición.

-¿Cuál?

-Que nos tuteemos.

-De acuerdo. - acepto Sheree sonriendo.

Una sonrisa que ilumino todo su rostro acentuando aún más su belleza.

Se dirigieron hacia el umbral de la casa. Richard iba dos pasos detrás de ella. Entraron, despues de echar un rapido vistazo dentro elogio el buen gusto que había tenido para decorar su hogar. No es que fuese un experto en la materia pero sabia lo que le gustaba y lo que no.

Sheree le dijo que se sintiera como en su propia casa. Que la disculpara. Lo abandono un instante para aparecer con una bandeja que contenía unos sándwis, una botella de vino y sus repectivos vasos. Se agacho para dejarla sobre una mesita. Richard se apresuro ayudarla, fue tal su ímpectu que sus cabezas chocaron entre si. Se incorporaron mirándose fijamente a los ojos y frótandose donde recibieron el golpe.

Richard se adelanto un poco y la beso. Fue un beso corto pero apasionado.

-Lo siento, he perdido la cabeza.

-Me has oído quejarme- le replico ella.

La rodeo entre sus brazos y la volvio a besar. Esta vez fue más largo, más intenso y apasionado. Sheree sintió como sus piernas flaqueaban de lujuria y todo su ser se estremecía con el contacto de sus labios. Richard comenzó a desabrochar los botones de su blusa. Uno a uno, lentamente sin prisa. Dejando sus enormes y firmes senos al aire. Se inclino y empezó a besarlos para luego modisquearlos. Primero uno y depués el otro. A ella se le escapo un gritito de dolor mezclado con el placer que estaba recibiendo.

Sheree hizo lo que anteriormente había echo él. Lo despojo de la americana y la camisa. Acaricio su musculoso torso y no dejo un centimetro de su cuerpo sin besar. Richard la alzo con sus brazos, como si de una pluma se tratara y la pregunto como llegar al dormitorio.

Tuvieron que subir unas escaleras para aceder al piso superior, que era donde se encontraba el dormitorio de ella, lo hicieron sin dejar de besarse ni un solo instante. Una vez en el, la deposito suavemente sobre la cama y se dejaron arrastrar por la pasión hasta llegar al clímax supremo varias veces. Terminaron exhaustos, sudorosos abrazados intentando recuperar el aliento. Ella lo observaba ensimismada, él sabía lo que ella queria oir en ese momento y se lo susurro al  oido. Te quiero.  


Juzgado sangrientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora