Capítulo III: Conflicto de hermanos

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Al llegar a las afueras de Afsanah, el chico se giró hacia la fugitiva un momento. Iba bien cubierta por el djellabah, pero había algo que podía delatarla: todavía tenía los grilletes, y las cadenas le arrastraban por debajo de los ropajes.

     —¿Puedes levantar las cadenas por debajo de la túnica? —le preguntó sin más, obteniendo por respuesta que la chica ladeara la cabeza levemente. Estaba claro que no entendía el lenguaje.

     Sandy entonces le apuntó hacia los pies.

     —Las cadenas —repitió con brevedad. Aquello fue suficiente para que la muchacha entendiera a lo que se refería y, sin que tuviera que explicarle con más ademanes, se agachó y con la mano rejuntó las cadenas que iba arrastrando. Sandy intentó ayudarla con el agua que todavía acarreaba, pero esta se negó.

     El chico se escabulló discretamente entre los callejones de las calles, recorriendo su barrio hasta llegar a su casa. Sería un problema si los vecinos, que lo reconocían como “el hermano menor de la mujer del bazar” lo veían caminando con una figura desconocida.

     Por suerte lograron llegar a su choza sin mayores percances, y Sandy la coló rápidamente. Al escuchar la puerta de su hogar abrirse, la hermana mayor, que ya lo esperaba, fue a recibir a Sandy.

     De no ser porque su rostro estaba todo cubierto excepto por el ojo izquierdo, su expresión de susto y sorpresa hubiera sido algo digno de ver en alguien tan tranquila como ella.

     Sandy se apresuró a hablar al ver el estado alterado de su hermana.

     —Wowowow, tranquila —intentó calmarla poniendo dos manos al frente. Era claro que la mujer se asustaría de ver que alguien que no era su hermano entrar a su casa—. Es una amiga mía, no te preocupes —explicó el joven.

     Al escuchar las palabras de su hermano, se tranquilizó y su corazón poco a poco retomaba su ritmo normal. No obstante, seguía desconfiada ante esta figura misteriosa, así que haciendo varios ademanes rápidos y con el ceño fruncido le pidió explicaciones más concretas al menor. Estaba claro por la altura que era una niña de la misma edad que él, y a saber de Tara, no se trataba de ninguna vecina.

     “¿Quién es ella? Sandy, sabes que no puedes traer extraños a la casa y menos sin decírmelo primero. No parece de este barrio, así que dime quién es”.

     El chico entonces se rascó una mejilla, indeciso sobre qué decir. Sabía que no podía ocultarle quién era, y que Tara se enfadaría muchísimo ante lo que ella consideraría una insensatez e imprudencia de su parte.

     —Uhm... Bueno... —balbuceó, más que con pena (porque el chico no tenía ni una pizca de descaro o verguenza), pensativo.

     Entonces, con una seña, le pidió a la chica que lo acompañaba que se quitara el djellabah que la ocultaba. La joven estaba también bastante desconfiada y en el fondo atemorizada de la mayor, así que en vez de hacerlo dio varios pasos hacia atrás.

     Sandy entonces se acercó a ella lento y, gentilmente, la tomó de un hombro.

     —Está bien, te prometo que no te hará daño —la animó con un tono dulce y tranquilo.

     Aunque no lo entendiera, había algo en la tonalidad de su voz y en el propio Sandy que impulsaban a la chica a confiar. Tampoco es como si tuviera muchas opciones en ese momento.

     Entonces, el ruido de las cadenas al caer al suelo hicieron un breve estruendo metálico mientras la muchacha forcejeaba con la ropa. Al final, al revelarse, la cara de la mayor cambió de nuevo a horror al ver los grilletes en los tobillos de la chica.

Narcolepsia (Sandy×Nita)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora