No lo entiendo, a veces me quiere, a veces huye de mí. A veces siento que lo dará todo y a veces que ni siquiera le importo. Me confunde de tal forma, que no es una buena vuelta. Lo hace por fidelidad y cariño o porque, ¿cuánto tiempo durará? La incertidumbre me consume, me sumerjo en un mar de dudas cada vez que lo pienso. ¿Es amor verdadero o solo un capricho pasajero? Los momentos en los que muestra afecto me llenan de esperanza, pero luego vienen los días de distancia, de silencio, donde me pregunto si alguna vez fue real. No sé si es miedo o si realmente no sabe lo que quiere. Tal vez juega con mis sentimientos, consciente o inconscientemente, sin darse cuenta del daño que me causa. ¿Qué hago con todo esto que siento? Quisiera poder leer su mente, entender sus intenciones, pero me encuentro perdida, atrapada en este vaivén de emociones contradictorias. ¿Debo seguir esperando a que se aclare, o es hora de soltar y buscar algo que me brinde paz?
Cada día me despierto con la esperanza de que hoy será diferente, de que por fin recibiré una señal clara, un gesto inequívoco que me muestre que este sentimiento es recíproco, que no estoy sola en esta montaña rusa emocional. Pero a medida que pasan las horas, las dudas regresan, como una tormenta que amenaza con desbordar todo lo que he construido dentro de mí. ¿Por qué es tan difícil de entender? ¿Acaso estoy pidiendo demasiado al querer algo de certeza en medio de este caos?
A veces, en los momentos más oscuros, me pregunto si es algo que he hecho mal, si soy yo quien provoca esta inestabilidad. Quizás no soy suficiente, tal vez no logro alcanzar sus expectativas o satisfacer sus necesidades. Es una sensación que se apodera de mí, una espiral de inseguridad que me lleva a cuestionar mi propio valor. Y es entonces cuando me vuelvo más vulnerable, más susceptible a cualquier muestra de afecto, aunque sea mínima, porque necesito aferrarme a algo, a cualquier cosa que me haga sentir que no estoy equivocada al seguir creyendo en esto.
He intentado hablarlo, buscar respuestas en conversaciones, pero siempre termino más confundida. Sus palabras, aunque amables, nunca son concluyentes. Me dice que me quiere, pero sus acciones a veces parecen decir lo contrario. Esa falta de coherencia entre lo que dice y lo que hace es lo que me desgarra. ¿Cómo puedo confiar en lo que siente si ni siquiera puedo entenderlo? Me siento como una marioneta cuyas cuerdas son manejadas por sus cambios de humor, por sus dudas, por sus miedos.
Cada vez que intenta acercarse de nuevo, mi corazón se llena de esperanza. Es como si un rayo de sol atravesara la tormenta, disipando por un momento la oscuridad que me envuelve. Me aferro a esos momentos, los guardo en mi memoria como un tesoro, porque son las únicas pruebas que tengo de que lo que compartimos es real. Pero esa luz es efímera, y pronto vuelvo a caer en la sombra, en la incertidumbre de no saber si mañana volverá a alejarse.
Me doy cuenta de que vivo en un constante estado de espera. Espero a que me llame, a que me escriba, a que me busque. Espero a que me dé una señal de que sigue ahí, de que aún le importo. Pero, ¿hasta cuándo puedo seguir esperando? ¿Cuánto tiempo puedo soportar este limbo emocional sin perderme a mí misma en el proceso? La espera se convierte en una carga, en un peso que llevo sobre los hombros, un peso que me va hundiendo lentamente.
Algunas noches, cuando la soledad se vuelve demasiado abrumadora, me pregunto si estoy siendo ingenua al seguir aferrándome a esto. Quizás, en el fondo, ya sé la respuesta, pero me niego a aceptarla. Quizás tengo miedo de enfrentar la realidad, de admitir que esto no tiene futuro, que es solo una ilusión que he creado en mi mente para no sentirme sola. Pero si es así, ¿por qué duele tanto? ¿Por qué, a pesar de todo, sigo queriendo luchar por él, por nosotros?
Las personas a mi alrededor me dicen que debo ser fuerte, que no debo permitir que alguien más me haga sentir así. Me aconsejan que me aleje, que busque algo que me haga feliz, que me llene de verdad. Y aunque sus palabras tienen sentido, aunque sé que tienen razón, no es tan fácil. Porque el corazón no entiende de lógica, de razones. El corazón se aferra a lo que ama, a lo que desea, incluso si eso significa sufrir en el proceso.
He intentado distraerme, ocupar mi mente con otras cosas, rodearme de amigos, sumergirme en mi trabajo. Pero en los momentos de silencio, cuando la actividad cesa y me encuentro a solas conmigo misma, él siempre vuelve a mi mente. Su imagen, su voz, sus gestos, todo está grabado en mi ser. Y me pregunto si alguna vez podré liberarme de esta obsesión, si alguna vez podré dejar de pensar en él y seguir adelante.
Hay días en los que pienso que debería enfrentar mis miedos y hablar con él de nuevo, decirle lo que realmente siento, exponer mis dudas, pedirle claridad. Pero el temor al rechazo, a que me diga que no siente lo mismo, me paraliza. No quiero perder lo poco que tenemos, por efímero que sea, porque aunque duela, es mejor que no tener nada en absoluto. Pero, ¿es eso justo para mí? ¿Es justo conformarme con migajas de afecto cuando lo que realmente deseo es un amor completo, incondicional?
A veces, cuando lo veo desde lejos, cuando observo cómo interactúa con los demás, me pregunto si también les hace sentir lo mismo, si juega con sus emociones de la misma manera que lo hace conmigo. Y entonces, una sensación de celos me invade, un miedo irracional a que pueda perderlo, aunque en realidad nunca lo he tenido del todo. Es una lucha constante entre querer proteger lo que siento y, al mismo tiempo, no querer ser vulnerable, no querer mostrarle cuánto me afecta su comportamiento.
Me he preguntado si alguna vez me verá de la misma manera en que yo lo veo, si alguna vez sentirá por mí lo que yo siento por él. Pero la realidad es que no tengo control sobre sus emociones, sobre sus decisiones. Solo puedo controlar lo que siento, lo que hago con esas emociones. Y es en ese punto donde me encuentro atrapada, sin saber si debo seguir intentando o si es hora de soltar.
He leído tantas historias sobre amores que empiezan con dudas y terminan siendo grandes romances. Me aferro a la idea de que quizás eso es lo que nos espera, que estas dificultades son solo una prueba que debemos superar para llegar a algo más fuerte, más verdadero. Pero, ¿qué pasa si me equivoco? ¿Qué pasa si todo este tiempo de espera, de sufrimiento, no lleva a nada, si al final solo me queda un corazón roto y una colección de recuerdos amargos?
La idea de empezar de nuevo, de abrirme a alguien más, me asusta. Me da miedo que este ciclo se repita, que vuelva a encontrarme en la misma situación, atrapada entre la esperanza y la duda. Quizás por eso sigo aquí, aferrada a él, porque es lo que conozco, porque aunque me haga daño, es un dolor familiar, uno con el que he aprendido a convivir. Pero sé que no puedo seguir así para siempre, sé que en algún momento tendré que tomar una decisión, por difícil que sea.
El amor, dicen, debe ser una fuente de alegría, de paz. Pero lo que siento ahora está lejos de eso. Sí, hay momentos de felicidad, pero son fugaces, se desvanecen rápidamente dejando un vacío aún mayor que antes. Y me pregunto si realmente esto es amor, o si es solo una forma de aferrarme a algo, de evitar enfrentarme a la soledad, a la realidad de que quizás no soy tan fuerte como pensaba.
He escuchado historias de personas que se han encontrado a sí mismas después de dejar ir a alguien que amaban. Cuentan cómo, al soltar, se liberaron de un peso enorme, de una carga que no sabían que llevaban. Dicen que encontraron una paz interior que no habían conocido antes, una paz que les permitió abrirse a nuevas experiencias, a nuevas personas, a un nuevo amor. Me pregunto si eso podría ser mi camino, si tal vez, al dejarlo ir, encontraría la paz que tanto anhelo.
Pero entonces vuelvo a caer en la trampa de la esperanza. Vuelvo a pensar en las veces que me ha sonreído, en las veces que me ha hecho sentir especial, única. Me aferro a esos recuerdos, los atesoro como si fueran un amuleto que me protege del dolor. ¿Y si dejo ir y luego me arrepiento? ¿Y si, al tomar esa decisión, pierdo la oportunidad de algo maravilloso, de un amor que, aunque complicado, podría ser real?
Es un círculo vicioso, uno del que no sé cómo salir. Cada vez que pienso que he tomado una decisión, algo sucede que me hace retroceder, que me hace dudar de nuevo. Y así, sigo atrapada, esperando una señal que nunca llega, una respuesta que parece inalcanzable.
Quizás, al final, la respuesta no esté en él, sino en mí.
