Destino

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¿Por qué, existiendo tantos caminos, siempre terminamos cruzándonos en el mismo? Es una pregunta que me atormenta y me fascina a partes iguales. En este vasto mundo, con 211 países que se pueden contar y miles de espacios que se despliegan en el tiempo, es casi inexplicable que nuestras vidas, una y otra vez, converjan en el mismo punto, en la misma línea de tiempo. No importa cuántos kilómetros recorramos o cuántas decisiones tomemos para alejarnos; al final, nuestras rutas parecen diseñadas para encontrarse.

Es como si el universo, con su infinita vastedad, se complaciera en trazarnos un camino común, obligándonos a vivir una historia que no tiene un verdadero final, sino que se prolonga en una constante coma de pequeños momentos. Momentos que nos atan, que nos llaman, y que, por más que intentemos ignorarlos, acaban por atraer nuestras almas como un imán irrefrenable. Es un ciclo sin fin, una danza perpetua entre el deseo y la resignación, entre la búsqueda de un nuevo comienzo y la inevitable vuelta al mismo lugar de siempre.

¿Cuál es el destino que tenemos en común? ¿Cuál es la meta que nos empuja a seguir cruzando este camino compartido? A veces me pregunto si existe alguna línea invisible que cruza la imaginación con la realidad, un hilo conductor que nos une a pesar de todo, una fuerza más allá de nuestra comprensión. Porque, si no es así, ¿cómo explicar estas coincidencias, estas repeticiones que parecen desafiar la lógica?

Me encuentro atrapado en este presente que parece repetir sus lecciones sin cesar, un presente que me desafía a aprender algo que aún no he logrado entender. ¿Qué se supone que debo aprender de todo esto? ¿Qué es lo que la vida intenta mostrarme con estas constantes vueltas al mismo punto de partida?

He intentado huir, escapar, correr tan lejos como mis fuerzas me lo permitieran. He intentado dejar atrás todo lo que nos conecta, buscando caminos diferentes, otros horizontes. Pero, por alguna razón que se me escapa, siempre termino volviendo a la misma zona de partida, al mismo lugar donde comenzó todo. Es como un ciclo perpetuo de caer, levantarme, correr, y volver a caer en el mismo lugar. Como si estuviera condenado a repetir los mismos errores, a revivir los mismos recuerdos, a enfrentar los mismos sentimientos una y otra vez.

Y si el mundo en el que vivimos está roto, como a veces lo siento, ¿no sería mejor pedir otro? Porque todo esto, esta realidad que nos envuelve, se siente extrañamente raro, como si algo no estuviera en su lugar, como si el tiempo y el espacio se hubieran torcido para que, inevitablemente, volvamos a encontrarnos en este camino. ¿Por qué, entonces, seguimos cruzándonos en el mismo?

Es una pregunta que me atormenta en los momentos de soledad, cuando el silencio se vuelve ensordecedor y la mente comienza a divagar. Me encuentro repitiendo los mismos pensamientos, una y otra vez, buscando una respuesta que nunca llega. Como si el universo se burlara de mi desesperación, como si hubiera un propósito oculto en este cruce constante de caminos que no soy capaz de ver.

Tal vez no exista una meta clara, un destino predefinido que nos empuje hacia adelante. Tal vez estemos destinados a vagar en esta incertidumbre, a vivir una historia sin final, una historia que continúa en una especie de coma, una suspensión en el tiempo donde cada momento parece igual al anterior, pero, al mismo tiempo, diferente.

Quizás el propósito de todo esto no sea llegar a un destino, sino entender que el viaje mismo es la lección. Que cada vez que caemos y nos levantamos, aprendemos algo nuevo sobre nosotros mismos, sobre nuestras propias debilidades y deseos. Y aunque parece que estamos atrapados en un bucle sin salida, tal vez lo que debemos aprender es a encontrar paz en la repetición, a aceptar que no todos los caminos tienen un destino, y que algunos simplemente existen para ser recorridos.

Huir, escapar, correr... todo parece inútil cuando siempre terminamos en el mismo lugar. Pero tal vez, solo tal vez, el punto no es escapar, sino comprender por qué volvemos. ¿Qué es lo que realmente buscamos en este cruce perpetuo de caminos? ¿Es amor, es pasión, es la búsqueda de una verdad más profunda?

A veces siento que el mundo está tan roto, que lo que necesito es otro, uno donde los caminos no se crucen tan a menudo, donde las decisiones realmente marquen una diferencia. Pero entonces, me doy cuenta de que, tal vez, es este mundo roto el que me ha enseñado las lecciones más importantes, las que no habría aprendido de otra manera.

Porque, a pesar de todo, sigo aquí, caminando por este mismo camino que siempre termina cruzándose con el tuyo. Y aunque duele, aunque confunde, aunque me deja con más preguntas que respuestas, hay algo profundamente humano en este constante regreso al punto de partida. Algo que me dice que, a pesar de todo, hay una razón para este viaje compartido, una razón que tal vez aún no soy capaz de entender, pero que existe.

Quizás, en el fondo, no se trata de cambiar el mundo o de encontrar un nuevo camino, sino de aceptar que este, con todas sus vueltas y cruces, es el que nos toca recorrer. Y que, tal vez, la verdadera lección está en aprender a caminarlo con la mayor dignidad y amor posible, incluso cuando parece que el destino se burla de nosotros, incluso cuando no podemos ver más allá del próximo cruce.

Porque, al final, todos los caminos llevan al mismo lugar: a un encuentro con uno mismo, con nuestros propios miedos, deseos y esperanzas. Y tal vez, solo tal vez, ese es el verdadero destino que compartimos, la meta final de este viaje sin fin. 

5AM- El recuerdoWhere stories live. Discover now