7 ; ¿cita? entre amigos

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Después de salir corriendo del estudio, escapando de Gastón y su sermón, Guido y yo nos dedicamos a caminar hacia una plaza que estaba por ahí cerca.

Mientras caminaba, veía como pateaba piedritas y semillitas de los árboles del paraíso. En un momento, hicimos una competencia de quién pateaba las pelotitas amarillas más lejos, y obviamente, gané yo.

-Sos una tramposa- Se rió Guido, y yo lo miré ofendida.

-Vos sos terrible pateando cosas- Le dije mientras le golpeaba el hombro.

-¿Por qué crees que me dediqué a la música, mami?- Me devolvió el golpe suave rodé los ojos ante el apodo.

-¿Hubieras sido futbolista si no descubrías la música?- Le pregunté genuinamente curiosa. No le veo pinta de jugador de fútbol. O sea, capaz es porque ya adopté una imagen suya y no lo veo en otro lado que no sea un estudio, pero estaría lindo saber qué de su vida antes de la música.

-Eh, es complicado. No era el mejor en el club, pero a veces me gusta jugar un partido o dos.- Se sinceró mientras guardaba las manos en los bolsillos de la campera de plumón. El semáforo en la esquina cambió y nos quedamos esperando en la vereda, mientras veía todavía algunas hojas rojas caer al suelo y volar con el invierno inminente.

-Hay que jugar alguna vez.- Le dije mientras observaba pasar una camioneta roja con un perrito en la parte de atrás.

-¿Jugas?- Preguntó, y los dos cruzamos la calle, empezando a caminar por el asfalto de la plaza.

Levanté los hombros.

-Jugaba mucho con mi papá, no sé si soy buena o mala, solo sé que a los nenes de mi barrio les gustaba jugar conmigo.- Le comenté sobre mis vecinos, y como cada vez que querían jugar, mi papá y yo estábamos invitados. -Digamos que mi papá era el alma del barrio, todo el mundo lo conocía.- Sonreí recordando todo.

-¿Era?- Preguntó ingenuo y lo miré de costado. -Ah, perdón, que metido.- Miró para otro lado, buscando un lugar para sentarnos.

-Naah, está bien. Mi mamá y mi papá se divorciaron, por eso estoy acá con mi mamá.- Le conté y asintió mientras señalaba un banquito vacío en medio de la plaza.

Los dos nos sentamos y observamos el paisaje. Me lleve las rodillas al pecho y las abracé, sintiendo un poquito la brisa del invierno que me hacía sentir en casa. Era normal, allá en el sur son pocos los días que hace calor verdaderamente, y sentir un poco de frío me hacía sentir paz. No era como allá el invierno, no había nieve ni cadenas para los autos ni hielo en el que si no sabías andar te matabas.

Un perrito oliendo al rededor del banquito me hizo sonreír.

-¿Zoe?- Escuché a Guido decir mi nombre y me sobresalté un poco, mirándolo rápidamente con una sonrisita. -Estás muy distraída últimamente, ¿Qué pasa?- Me preguntó suave, intentando no acorralarme. O eso entendí.

Levanté los hombros de nuevo y suspiré.

-Todavía no me acostumbro.- Me sinceré. -Es diferente, muy diferente.-

Lo ví asentir. Un mechón de pelo se me cayó delante de la cara y él rápidamente lo corrió. Se me aceleró el corazón cuando lo ví a los ojos por un milisegundo. Milisegundo en el que me percaté del color de sus ojos, la mezcla de marrón chocolate, con un toque de ámbar en el centro.

Irónico, mi primer nombre es Ámbar.

Desvié la mirada rápido y me abracé más contra mí misma.

-Si hay algo en lo que pueda ayudar, decime, acá estoy, acá estamos para vos.- Se sinceró y yo le sonreí honesta.

-Creo que tiene que ver con algo interno mío. Ustedes son preciosos, en serio, pero es que todavía no hice el cambio interno, ¿Se entiende?- Me expresé con mis manos, como hago cada vez que entro en confianza. La sonrisa de Guido creció un poco y asintió.

Nos quedamos en silencio, en el que escuché pajaritos píar y como se removían en los árboles. La imagen mental de la carita de Guido corriendome el pelo de la cara se me grabó en lo más profundo del cerebro. Creo que nunca me la voy a poder sacar.

-Ya casi está terminado el disco.- Me dijo y yo lo miré soltando un "ah". -Falta un poco de producción, pero creo que lo tenemos para la semana siguiente.- Sonrió para sí mismo, orgulloso de su trabajo.

-Y es el primer disco en el que canto yo, tipo mis propios temas. Es genial.- Me causó ternura como con tan poco estaba tan contento. O sea, obviamente estaba feliz por el disco, orgullosisima de ellos, pero verlo a él tan contento por cantar, por tener sus temas en el disco, me dió un, no sé, un sentimiento bonito en el corazón.

-Qué lindo que Patricio te haya dejado seguir como guitarrista y cantante en la banda.- Le comenté mientras me desataba y ataba los cordones de las Converse rojas hechas pelota.

-Sabés que sí.- Me respondió con una risita aireada. -Es raro que el cantante principal tenga ese tacto. Viste que a veces pasa que un integrante dice que no quiere hacer más su rol y se arma manso quilombo.- Me miró un par de veces para volver a mirar al frente. Asentí y sonreí suavecito.

-En fin.- Suspiró y se echó sobre mí, bajo una risa mía. -Está fresquito.- Dijo bajito y yo asentí con un bufido.

-Igual me gusta el frío.- Dije, mientras pasaba una de mis manos por detrás de su espalda, para terminar en su cintura. -Me hace acordar a casa.- Su pelo rubio me hacía cosquillas en la cara, y cada vez que respiraba sentía su cuerpo subir y bajar bajo mi mano. Lo sentí soltar una respiración profunda, y supuse que se relajó.

-A mi no tanto. Prefiero la primavera. Ni tanto calor ni tanto frío. Me mata el calor.- Empezó. -Más cuando tocamos, odio estar todo chivado en el escenario. Me incomoda un montón.- Comentó con soltura. Supuse que había entrado en confianza como yo.

-Pero tampoco me gusta el frío excesivo.- Empezó de nuevo y yo lo dejé hablar. Me gusta escuchar, escucho más de lo que hablo, de hecho. Es algo que me calma, y me gusta hacer sentir a los demás escuchados, porque es una experiencia que yo no tuve mucho cuando era chica.

-O sea, me irrita tener frío y tiritar de frío, y eso.- Dejó de hablar un segundo y se acomodó un poco. -Hablé mucho, perdón.-

¿?

-No nene.- Le dije mientras le daba un golpecito suave en el costado. -Me gusta escucharte.- Confesé y se rió bajito, golpeándome despacito también. Ya es nuestro gesto, se vé que los dos golpeamos para demostrar afecto.

Los dos nos quedamos callados, pero no fue un silencio incómodo ya, era más tranquilo, más tolerable.

-¿Te cuento un secreto que me dijo Pato que no te diga?- Le susurré con una sonrisa pícara y él se levantó un poco para escuchar. No me miró pero supe que estaba escuchando.

-Está saliendo con una chica. El otro día me contó muchísimas cosas y me dijo que no te diga,- Apoyé la espalda en el banco y estiré las piernas, que tocaron el suelo. -Ni a vos no a Gastón.- Terminé y miré para abajo. Noté una media sonrisa y se acomodó un poco mejor, descansando la cabeza en mi regazo y mirándome desde abajo.

-Ya lo sospechaba.- Se rió mientras cerraba los ojos orgulloso. Su expresión se suavizó aunque no abrió los ojos, y yo aproveché para guardarme cada uno de los detallitos de su cara. Las pecas tan sutiles que descansaban sobre su nariz y bajo sus ojos, sus cejas, que noté faltaban perfilar, sus pestañas, y sus labios. Labios que en este momento me moría por besar.

-¿Qué miras? ¿Te gusto?- Jodió y yo inmediatamente desvié la mirada, puteando por lo bajo mientras él se reía.

-Wacho pelotudo.- Me reí con él y abrió los ojos, mirándome también.

Se levantó de repente. Me moví para dejarlo sentarse.

-Bueh, basta de ojitos tiernos. Tengo mansa hambre.- Se corrió el pelo para atrás y me miró. -¿Querés un pancho?-

Levanté las cejas ante su pregunta y sonreí de costado.

-Eso no se pregunta, lo comprás y listo, que tanto.-

Hacelo Por Mí ; - Guido A. SardelliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora