CAPÍTULO 9

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La comida llegó y decidió seguir en el balcón para admirar el anochecer. Tom propuso no seguir hablando de ese preciso pasado y conocerse mejor en su presente; Aprendió de Bill que estaba estudiando modas en la universidad, que le gustaba salir de fiesta y que no tenía la mejor familia del mundo, de hecho, las navidades muchas veces las pasaba sólo en casa con su abuela, o a veces ni con ella, pues a ella sí le gustaba ir con toda la familia, así que Andy lo invitaba muchas veces a casa. No había tenido pareja nunca y su música favorita era cambiante todo el tiempo.

Bill de Tom, supo que estudiaba gastronomía pero que trabajaba en una academia de artes escénicas y baile. Tenía un hermano y una hermana, cuatro y cinco años mayores que él; Casi no salía a fiestas, prefería ir de excursión y pasar tiempo en la naturaleza. Tenía tres mejores amigos y tampoco nunca había tenido parejas.

A pesar de no tener mucho en común, Tom logró que Bill se abriera un poquito más con él, y tuvieron conversaciones superficiales, pero apenas. Por fin había podido escucharle reír y confirmaba, que su actitud tan seria y tímida era sólo una coraza que de seguro alguien cercano le había hecho construirla.

Cada vez que se reía sólo era capaz de ver al mismo niño que conoció hace más de diez años.

- ¿Te quedas a dormir estos días, por favor? - Lo detuvo antes de que cogiera su chaqueta y se la vistiera. Bill apretó los labios y ladeó la cabeza.

- Tengo clases mañana... - Disculpe.

- Yo te acompaño. - Los ojos de Bill brillaron.

-¿Enserio? - Asintió. -... vale, le llamo a mi madre...

Se retiró algunos pasos para hablar con ella, y Tom notó que su voz también cambiaba, a una más amorosa, pero igual de tímida. Cuando terminó de hablar se dio la vuelta para mirarlo y sonriendo.

- ¿Me acompañas por ropa a casa?

- Por supuesto.

El barrio en el que Bill vivía era muy distinto al que creía: era muy pequeño, apenas estaba pavimentado, y estaba seguro de que, si Bill hubiera seguido siendo su amigo, un poco más pequeños, sus padres nunca le hubieran dado permiso de ir a su casa, por lo peligroso que se veía. Su casita destacaba entre todas, pues era la que se veía mucho más cuidada y atractiva, comparada con las otras, que, aunque no quería ser juzgada, básicamente no eran muy bonitas y estaban algo maltratadas.

Antes de bajar, Bill le dedicó una mirada a Tom, pensando que su abuela fliparía a lo grande si supiera quién era. Con suerte no estaría en casa, y aún más suerte, Tom no tendría que presentarse como el niño que su propia hija había secuestrado.

Sintió un escalofrío por toda la espina dorsal; Echó un pequeño suspiro y decidió hablar:

- ¿Bajas? - Asintió.

La casa por dentro era algo anticuada, pero bonita, la recámara de Bill era la que le parecía más extraña, pues no tenía el mismo adornado. Era pequeñita, y había algunos carteles de bandas y fotos con amigos colgadas en la pared. Las cobijas oscuras, las cortinas rojas, su ropa desperdigada por la cama, misma que amontonó toda en una orilla.

- Lo siento... por la mañana no sabía qué ponerme. - Explicó, aunque la real crisis había existido porque no sabía qué ponerse para verlo precisamente a él. - Siéntete...

- Gracias. - Se sentó. - Tu habitación es guay.

- ¿Crees? - Dijo desenfadado, cogiendo una mochilita donde empezó a meter algo de ropa hecha rollito.

-Sí...

- Gracias... - Susurró. Luego fue al baño a coger algunas cosas de higiene personal, y al regresar lo puso todo sobre la cama. Tom vio una alisadora de cabello, desodorante, crema, cepillo dental y maquillaje.

Roto; BILL Y TOM KAULITZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora