Capítulo 3

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Magia ardiente

Sus botas pisaban la piedra pálida y acompañado de dos guardias, Blitz se acercaba a la entrada de esa gran mansión. Al pasar vio una elegante fuente de agua y a los costados de las escaleras unos arbustos con flores que difícilmente pasaban desapercibidas, pues estas literalmente brillaban.

La puerta se abrió ante ellos e ingresaron al interior del palacio que lucia justo como el imp esperaba, reluciente, bien decorado y exageradamente espacioso. Mientras seguía a los Hellhoud el solo podía oír el eco de sus pisadas, también el ambiente se sentía frio, muy solitario y a sus adentros le provocaba una extraña sensación de tristeza.

-Majestad.

Uno de los guardias habló, alertando al asesino. Este rápidamente se enderezó, viendo frente a él el gran príncipe acercarse a ellos, irradiando su mágico brillo y desprendiendo elegancia con cada paso.

-Señor Blitz, que alegría verlo aquí-. Lo saludó alegremente. El imp sonrió dando unos pasos al frente.

-Nada me hubiera impedido venir.

Stolas se dirigió a los dos guardias junto al diablillo.

- ¿Ya le han dado el recorrido?

-Acabo de llegar. Lo único que ví fue el estacionamiento-. Respondió el diablillo, haciendo reír momentáneamente al príncipe.

-Pues, permítame el placer-. Le dijo el noble. Nuevamente alzó la vista a sus escoltas y asintió.

-Gracias caballeros-. Agradeció con una sonrisa. Ambos guardias se reverenciaron ante él y una vez de pie se alejaron.

Por unos momentos no se escuchó nada más que sus pasos cuyo sonido era cada vez más lejano. Stolas inhaló y aplaudió rompiendo el silencio.

-Bien pues, empecemos con el Tour-. Dijo, dándole una señal a Blitz para que este lo siguiera.

Los pasillos le parecían un laberinto, todos extensos y con innumerables vueltas. Sabía que lo único que lograría ubicarlo o hacerle saber dónde estaba parado era la decoración. Algunos tenían estatuas de marfil, otros jarrones de cristal, una larga alfombra roja con bordes dorados y tapices con diseños. Esperaba que con suerte recordará todo eso para llegar al baño.

Ahora caminaban por un pasillo lleno de enormes plantas carnívoras.

-Que floresota-. Comentó Blitz, viendo una de las plantas cuya sombra era más grande que él.

-Son fascinantes ¿no cree? - Le sonrió el príncipe viéndolo de reojo.

- ¿Y ya se han comido a alguien? - Preguntó el imp de forma burlona, acercándose lentamente hacia la planta.

-Ah...algunos cuantos, creo-. Respondió Stolas, pensativo, antes de retomar la caminata.

El asesino rápidamente alejó su mano de la boca de la planta antes de que esta se lo arrancase y siguió al Goetia a paso acelerado.

Luego de haberle mostrado la cocina, el comedor, el salón de eventos y la biblioteca, el asesino empezó sentir lastima por los que se encargaban de la limpieza. Siguiendo al príncipe llegaron a un pasillo lleno de cuadros que le llamaron la atención.

En uno de ellos identificó a Stolas, pero el cuadro se veía sombrío y oscuro, en el siguiente estaba junto a su esposa, que sin sorprenderlo, se veía gruñona y amargada. En el último cuadro del corredor, el imp reconoció a la jovencita de la fiesta como la pequeña niña que cargaba el demonio búho que iluminaba alegremente la imagen con luces violeta. Al verlas les recordó a las luces que emergían de la chica cuando en la fiesta intentó abrir un portal.

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