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── Ger, dilo

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── Ger, dilo. Tienes que decirlo.

── No.

── ¡Vamos! Sabes que es verdad. Dale, repetí conmigo: "Rodri tenía razón".

── Y, ¿cómo sé que dices la verdad, eh? A lo mejor solo me estás mintiendo para que te dé la razón. Acabas de decir que Iván Buhajeruk estuvo en tu casa comiendo galletas caseras como si fuera un chico normal, eso no tiene ni pies ni cabeza.

── ¡Pero es que es un chico normal!

Rodrigo resopló frustrado, no había forma de hacer cambiar de opinión a su testarudo mejor amigo.

── Además, ── Habló de nuevo Germán mientras terminaba de tragar un trozo de sándwich de pavo. ── que se haya comportado mientras hacían un trabajo no quiere decir nada. ¿Sabes lo que me contaron el otro día? Dicen que le rompió un brazo a un tipo en los billares. ── Susurra lo último acercándose a su amigo y mirando a los lados con cautela. ── Te digo que ese alfa no es trigo limpio.

Rodrigo gruñó suavemente, no le gustaba que Germán hablara así. Él sabía que la mala fama precedía a Iván, pero no creería ninguno de aquellos rumores hasta que el propio alfa o el supuesto chico al que le rompió el brazo se lo confirmasen.

Muy indignado, se levantó de la silla y agarro su bandeja del almuerzo.

── Juzgar a alguien sin conocerlo no es de buenas personas, Germán, y yo no puedo comerme mis natillas sentado en la misma mesa que alguien que no es una buena persona.

Echó a andar con dignidad, dejando a un boquiabierto Germán mirándole en su sitio. Barrió la cafetería con la mirada, aún no había terminado la hora del almuerzo y realmente tenía hambre, así que necesitaba un sitio para sentarse. Pensó en hacerlo junto a Edward, era un beta muy simpático que siempre era amable con él, pero, entonces, vio la mesa de la epidemia. Todos la llamaban así porque nadie se acercaba a ella, como si estuviera infectada por alguna clase de virus mortal, y el motivo, era que en esa mesa se sentaba Iván Buhajeruk. El alfa se sentaba con los brazos cruzados, con los auriculares aislándole del bullicio de la cafetería y con una bandeja de comida intacta frente a él. Una idea fugaz pasó por la mente de Rodrigo, ¿qué pasaría si se sentase con él? ¿Le diría que se marchara? No perdía nada por intentarlo.

Antes de que Rodrigo tuviera la oportunidad de llamar su atención, el dulce aroma del omega golpeó a Iván con fuerza tensando cada músculo de su cuerpo. Cerró los ojos, disfrutando de aquella esencia que se había convertido en su droga favorita, y no le dio tiempo a procesar la presencia del omega junto a él, mirando tímidamente sus blancas converse y mordiéndose el labio inferior. Rápidamente se quitó los auriculares.

── Esto... Iván, ¿puedo almorzar con usted?

Iván boqueó como un pez fuera del agua. Rodrigo estaba ahí de pie, frente a él, incapaz de mirarle a los ojos, preguntándole con esa adorable timidez tan característica suya si podía almorzar con él. Estaba soñando, estaba convencidísimo.

─── 𝐈𝐍𝐓𝐎𝐂𝐀𝐁𝐋𝐄  - rodrivanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora