El jardín secreto siempre había sido nuestro refugio. A pesar de que mi casa tenía jardines mucho más grandes y cuidados, este pequeño rincón escondido detrás de los rosales era donde realmente me sentía libre. Aquí, Julian y yo habíamos pasado incontables horas, inventando historias, imaginando mundos y hablando de cosas que no podíamos decir en ningún otro lugar. Pero hoy, había algo en el aire que se sentía distinto. Era como si una sombra se hubiera asentado sobre nosotros.Me apoyé contra el viejo roble que marcaba el centro del jardín y observé a Julian. Estaba sentado en el suelo, con las piernas cruzadas, arrancando trozos de hierba como si no tuviera nada mejor que hacer. Normalmente, él era el que no paraba de hablar, siempre lleno de ideas y planes, pero hoy estaba callado, su mirada perdida en algún punto indeterminado del suelo.
—¿Estás bien? —pregunté, rompiendo el silencio que se había vuelto demasiado denso. Sabía que algo andaba mal. Julian no era así. No conmigo.
Él levantó la vista por un momento, solo para ofrecerme una sonrisa rápida, una de esas que se hacen por cortesía, pero que no dicen nada en realidad.
—Sí, estoy bien —respondió, su voz apagada, sin la energía de siempre. Volvió a concentrarse en la hierba, como si lo que yo dijera no tuviera importancia.
No me convenció en absoluto. Julian era mi amigo, y aunque no siempre hablaba de sus problemas, yo podía notar cuando algo no estaba bien.
—No lo parece —insistí, sentándome a su lado—. Has estado raro estos últimos días. Si algo te preocupa, puedes contármelo, lo sabes, ¿no?
Julian suspiró, y su mano se detuvo por un momento, aún sosteniendo una brizna de hierba. Luego soltó la hierba y se encogió de hombros.
—Es solo... cosas de casa —dijo, como si eso explicara todo. Pero no era suficiente para mí. No esta vez.
—¿Qué cosas de casa? —pregunté, inclinándome hacia él—. Sabes que puedes decirme lo que sea, ¿verdad?
Por un momento, pensé que iba a ignorarme de nuevo, pero después de unos segundos de silencio, finalmente habló.
—Mi padre está perdiendo el taller —dijo, su voz más baja de lo habitual—. Casi no tenemos clientes, y no sé cuánto tiempo más vamos a poder seguir así. Mi madre está preocupada, y... bueno, creo que pronto tendré que buscar otro trabajo para ayudar. No puedo seguir como si nada estuviera pasando.
Sus palabras me dejaron en silencio. Sabía que las cosas no habían estado bien para su familia, pero no tenía idea de que todo estaba tan mal. La idea de que Julian, mi mejor amigo, tuviera que dejar la escuela para trabajar me parecía injusta y brutal. No podía entender cómo alguien de nuestra edad podía estar lidiando con algo así.
—Julian... —empecé, pero no sabía qué decir. ¿Qué se suponía que debía hacer o decir en una situación como esa? Siempre había vivido en una burbuja de comodidad, donde los problemas se resolvían con dinero o simplemente desaparecían si ignorabas lo suficiente. Pero esto era diferente. Esto era real.
Él siguió arrancando trozos de hierba, pero su mirada seguía distante, como si ya no estuviera en el jardín conmigo.
—Es solo que... —Julian hizo una pausa, buscando las palabras—. Es frustrante. Mi padre se esfuerza tanto, pero no hay manera de que podamos salir de esta sin algo más. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras todo se desmorona.
Sentí una punzada de impotencia en el pecho. Quería hacer algo, cualquier cosa, para ayudarlo, pero no sabía cómo. No podía imaginarme en su situación, y eso me hacía sentir aún más inútil.
—¿Y si trabajaras aquí? —sugerí de repente, como si hubiera encontrado la solución perfecta—. Mi mamá podría ofrecerte algo. No tendrías que buscar otro trabajo ni dejar la escuela. Podrías venir aquí después de clases, y podrías ganar dinero sin tener que trabajar para alguien que te trate mal.
Esperé su reacción, convencido de que le estaba ofreciendo una salida, una manera de aliviar su carga. Pero la expresión de Julian no cambió. Si acaso, su rostro se ensombreció aún más.
—No, Tyler —dijo, sacudiendo la cabeza—. No puedo hacer eso.
Fruncí el ceño, sin entender.
—¿Por qué no? No serías una carga. Mi mamá estaría encantada de ayudarte. No tienes que pasar por esto solo, Julian. Quiero ayudarte.
Julian soltó una risa amarga, que no tenía nada de divertida.
—No es eso. No quiero trabajar aquí porque no quiero que sientas que tienes que ayudarme. No quiero que te sientas responsable de mis problemas.
Sus palabras me dejaron sin habla. Nunca había pensado que él pudiera ver las cosas de esa manera.
—No lo hago porque me sienta responsable —protesté, tratando de encontrar las palabras correctas—. Lo hago porque me importas. Porque eres mi amigo. Quiero ayudarte, no porque sienta lástima por ti, sino porque... porque no quiero verte sufrir así.
Julian me miró por un largo momento, y sus ojos, normalmente brillantes y llenos de vida, estaban apagados, como si todo su espíritu se hubiera consumido.
—Tyler, lo que no entiendes es que, para mí, aceptar ayuda no es tan fácil. No quiero que pienses que estoy aquí porque no puedo hacer nada por mí mismo. No quiero ser el chico pobre al que tienes que salvar.
Me sentí como si me hubieran echado un balde de agua fría. Hasta ese momento, no me había dado cuenta de lo que mis acciones podrían significar para él. Quería ayudarlo, pero lo que no había comprendido es que, al hacerlo, le estaba recordando su situación, una situación de la que él no tenía control. Tal vez, sin querer, lo había hecho sentir más vulnerable de lo que ya se sentía.
Bajé la mirada, sin saber qué decir. Siempre había pensado que ayudar a alguien significaba hacer algo por ellos, encontrar una solución. Pero ahora veía que, en este caso, había hecho justo lo contrario. Había tratado de resolver su problema sin entender cómo se sentía al respecto.
—Lo siento —murmuré, sintiéndome más pequeño de lo que me había sentido nunca—. No quise hacerte sentir así. Solo quería que supieras que no tienes que pasar por esto solo.
Julian suspiró y se pasó una mano por el cabello, despeinándolo aún más.
—Lo sé, Tyler. Sé que lo haces porque te importo. Pero a veces, no puedes arreglar las cosas con una oferta de trabajo o con dinero. A veces, lo único que necesito es saber que estás aquí, como mi amigo, no como alguien que intenta salvarme.
Sus palabras resonaron en mi cabeza. Tenía razón. No siempre se trataba de arreglar los problemas. A veces, lo único que podía hacer era estar presente, ser su amigo, escuchar y compartir su carga, sin intentar resolverla por completo.
Nos quedamos en silencio por un rato, el sonido del viento entre los árboles llenando el espacio entre nosotros. A veces, ese silencio era suficiente. No necesitábamos decir nada más.
Finalmente, cuando el sol comenzó a esconderse detrás de las colinas, nos levantamos y comenzamos a caminar de regreso a la casa.
—Si alguna vez necesitas hablar o lo que sea, ya sabes dónde encontrarme —dije, mirándolo con una sonrisa que trataba de transmitir todo lo que no podía decir con palabras.
Julian asintió, y por primera vez en todo el día, vi una chispa de alivio en sus ojos.
—Gracias, Tyler. No sé qué haría sin ti.
Nos despedimos en la entrada, y mientras lo veía alejarse, supe que, aunque no podía resolver todos sus problemas, al menos había hecho lo que realmente importaba: estar allí.
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Feline
Teen FictionEn el corazón del idílico pueblo de Brookside, en la turbulenta década de 1940, se forja una amistad única entre Julian, un joven humilde hijo de agricultores, y Tyler, el heredero de una prominente familia política. Lo que comienza como una conexió...