- Un camarero lindo -

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Jimmy apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que la cerveza fría empapara su camisa. El líquido espumoso corrió por su pecho y abdomen, empapando la tela y haciendo que se pegara incómodamente a su piel. Force soltó una risa ahogada mientras el camarero, con una expresión de horror en el rostro, buscaba frenéticamente algo con lo que limpiar el desastre.

—¡Lo siento mucho!— exclamó el camarero, su voz temblando de vergüenza y arrepentimiento. Se apresuró a sacar un paño de su delantal y empezó a secar la mesa mientras murmuraba disculpas sin cesar.

Jimmy, sin embargo, no estaba enfadado. En cualquier otra circunstancia, este incidente habría sido suficiente para que su ya frágil paciencia estallara, pero algo en los ojos del camarero lo detuvo. Había una sinceridad en su disculpa, una vulnerabilidad que lo desarmó por completo.

—No te preocupes— respondió Jimmy con una sonrisa, aunque sentía la incomodidad de la ropa mojada contra su piel. —Son cosas que pasan.

Force, que hasta ahora había estado disfrutando del espectáculo, decidió intervenir.

—Deberías traerle otra cerveza gratis— sugirió con un tono divertido, mirando al camarero. —Es lo menos que puedes hacer después de haberle dado un baño de cerveza.

El camarero asintió rápidamente, claramente avergonzado, y se apresuró a regresar a la barra para preparar otra bebida. Jimmy lo observó mientras se alejaba, notando cómo su andar parecía algo torpe pero aún así encantador. Por un instante, su mente se quedó en blanco, olvidando la incomodidad de la situación y enfocándose en ese chico tan peculiar.

—Vaya, sí que te ha dejado una impresión— comentó Force, su tono insinuante, mientras daba un sorbo a su cerveza. —No puedo recordar la última vez que vi a alguien mirarte así.

Jimmy apartó la mirada, luchando por esconder el rubor que subía a sus mejillas. Apretó los labios, tratando de mantener la compostura.

—No es nada— respondió, aunque incluso para él sonaba poco convincente. —Solo fue un accidente.

—Ah, claro— replicó Force, con una sonrisa que dejaba claro que no le creía. —Porque claro, tú siempre te quedas embobado cada vez que alguien derrama cerveza sobre ti, ¿no?

Jimmy suspiró, sintiendo cómo su corazón se aceleraba por la presión de la conversación. La verdad era que el camarero había despertado algo en él, algo que pensó que había enterrado después de su última relación. Algo en la amabilidad y torpeza de ese chico le recordaba lo que era sentir curiosidad, sentir un interés que iba más allá de la superficialidad.

El camarero regresó poco después, llevando otra cerveza con mucho más cuidado esta vez. Cuando llegó a la mesa, la colocó delante de Jimmy con una leve inclinación de cabeza.

—Aquí tienes— dijo suavemente. —De verdad, lamento lo que pasó antes.

Jimmy lo miró a los ojos, esos ojos marrones que ahora reflejaban una mezcla de preocupación y ansiedad. Intentó decir algo, pero las palabras se atoraron en su garganta. Todo lo que pudo hacer fue asentir y aceptar la bebida.

Force, al darse cuenta de la tensión en el aire, decidió intervenir antes de que las cosas se pusieran demasiado incómodas.

—¿Cómo te llamas?— preguntó de repente, rompiendo el silencio con su habitual desparpajo.

El camarero parpadeó sorprendido, pero respondió rápidamente.

—Me llamo Sea— dijo, con una pequeña sonrisa que pareció iluminar su rostro.

—Sea...— repitió Force, saboreando el nombre. —Es un nombre bonito. Yo soy Force, y este es mi amigo, Jimmy.

—Encantado de conoceros— respondió Sea, todavía sonriendo pero con un leve sonrojo que teñía sus mejillas. —Si necesitáis algo más, no dudéis en pedírmelo.

Jimmy notó que el chico no dejaba de mirarlo, aunque sus ojos se apartaban rápidamente cada vez que él intentaba devolverle la mirada. Había algo casi infantil en la forma en que el camarero se comportaba, una especie de timidez que contrastaba con su aparente amabilidad.

Cuando Sea se alejó nuevamente hacia la barra, Force se inclinó hacia Jimmy, bajando la voz.

—¿Sabes? Creo que deberías invitarlo a salir— dijo, con la seriedad de alguien que acababa de revelar un gran secreto.

Jimmy lo miró incrédulo.

—¿Estás loco? Apenas lo conozco.

—¿Y?— Force levantó una ceja. —¿Desde cuándo te conviertes en el tipo de persona que necesita conocer a alguien durante meses antes de invitarlo a salir? Vamos, Jimmy, relájate un poco. Quizás esto es justo lo que necesitas para salir de ese estado en el que estás.

Jimmy dejó escapar un suspiro, mirando hacia su cerveza. Quería refutar a Force, decirle que estaba bien como estaba, que no necesitaba involucrarse con nadie más. Pero la verdad era que, en el fondo, Force tenía razón. Había dejado que el miedo lo controlara durante demasiado tiempo. Tal vez era hora de hacer algo inesperado, de arriesgarse, aunque solo fuera un poco.

La noche avanzaba mientras los dos amigos seguían bebiendo y hablando. El bar se llenaba cada vez más de gente, con risas y música que llenaban el aire. Force, como siempre, parecía estar en su elemento, socializando con los otros clientes y coqueteando con cualquiera que le prestara atención.

Jimmy, por su parte, no podía dejar de observar al camarero mientras trabajaba. Lo veía moverse entre las mesas, atendiendo a los clientes con esa misma mezcla de torpeza y diligencia que lo hacía tan intrigante. Cada vez que sus miradas se cruzaban, Jimmy sentía un pequeño cosquilleo en el estómago, una sensación que hacía mucho tiempo no experimentaba.

Finalmente, después de lo que parecieron horas, Force decidió que era hora de irse.

—Bueno, amigo, es hora de que vayamos a buscar ese hotel que se supone reservé— dijo con una sonrisa traviesa. —Aunque ahora estoy empezando a dudar si lo hice o no.

Jimmy se rió, sacudiendo la cabeza.

—Eres un desastre— respondió, aunque no pudo evitar sentirse agradecido por tener a Force en su vida.

Se levantaron de la mesa y se dirigieron a la puerta, pero justo antes de salir, Jimmy se detuvo. Sin pensarlo dos veces, se giró y caminó de vuelta hacia la barra, donde Sea estaba limpiando vasos.

—Eh, Sea...— llamó, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza.

El chico levantó la vista, sorprendido de verlo de nuevo.

—Sí, ¿qué pasa?— preguntó, dejando el vaso que estaba limpiando a un lado.

Jimmy respiró hondo, reuniendo el valor que necesitaba.

—Quería darte las gracias por la cerveza... y, bueno, preguntarte si te gustaría... salir algún día de estos, cuando no estés trabajando.

Sea lo miró fijamente por un momento, claramente sorprendido. Pero luego, para alivio de Jimmy, una sonrisa lenta se extendió por su rostro.

—Me encantaría— respondió, con un brillo en los ojos que hizo que Jimmy se sintiera más ligero de lo que se había sentido en mucho tiempo.

—Genial— dijo Jimmy, sintiendo cómo la tensión en su pecho se disipaba. —Nos vemos pronto entonces.

Con una última sonrisa, Jimmy se dio la vuelta y se dirigió hacia Force, que lo esperaba junto a la puerta con una expresión de triunfo en el rostro.

—Sabía que lo harías— dijo Force, dándole una palmada en la espalda.

Jimmy no respondió, pero una sonrisa pequeña y sincera jugaba en sus labios mientras salían del bar y se adentraban en la cálida noche tailandesa. El aire fresco le golpeó el rostro, y por primera vez en mucho tiempo, sintió que el mundo estaba lleno de posibilidades.

Sugar Daddy Summer | JimmySea Donde viven las historias. Descúbrelo ahora