1.La fiesta

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El aire nocturno de Woodland tenía un toque gélido. A Violet le encantaba. Antes vivía rodeada de un clima mucho más caluroso y por esas fechas no tendría allí el privilegio de notar sensación de frío. Desde su reciente mudanza, todo había sido un torbellino. Nuevo clima, nuevas caras, nuevos amigos, y ahora, una nueva relación. Víctor. Él la hacía sentir segura, incluso en este lugar que aún le resultaba extraño. Desde que llegó Víctor había sido como una constante en su vida. La había hecho sentir bienvenida.

Caminaban juntos a paso rápido hacia la casa de Randall, donde les esperaba una de las fiestas más importantes del año: la de inicio de curso. La organizaba él ese año, pues era uno de los chicos más populares del instituto.

La casa estaba iluminada por luces que parpadeaban en colores vibrantes, y la música a un volumen excesivo retumbaba, prometiendo así una noche agitada.

Violet apretó la mano de Víctor mientras se acercaban a la puerta, intentando sofocar sus nervios. Llegó a Woodland con el curso ya comenzado, y aunque ya conocía a gran parte de los asistentes a la fiesta, sentía que aquello era una especie de segundo "primer día". Había escuchado continuamente por los pasillos lo importante que era esa fiesta para todos. Los padres de Randall incluso se habían marchado para permitirle que celebrase la fiesta en casa.

Nunca había sido una chica especialmente segura de sí misma, pero aquel lugar y aquella gente le había hecho sentirse integrada por primera vez en mucho tiempo. En particular, Víctor. Sentía que tenía mucho que agradecerle.

—¿Lista? —le preguntó Víctor con una sonrisa tierna y tranquilizadora.

—Lo intentaré —respondió ella, devolviéndole la sonrisa, aunque su estómago estuviera repleto de mariposas revoloteando.

Al abrir la puerta, el calor y el sonido la envolvieron. La sala principal estaba llena de jóvenes, en su mayoría estudiantes del Woodland Highschool. Las charlas se mezclaban con el baile, el frenesí y el barullo. Entre la multitud, Violet alcanzó a reconocer algunas caras de compañeros de clase, ahora prácticamente amigos.

Víctor la llevó de la mano hacia un grupo de chicos que estaban cerca de la cocina. Allí estaban Randall, el anfitrión de la fiesta, un chico robusto y carismático que siempre tenía una broma en la punta de la lengua; Sarah, una chica de cabello oscuro y ojos grandes que parecían observar todo con una especie de vigilancia tranquila. También estaba Evan, el mejor amigo de Sarah, un chico tan alto como reservado.

—¡Violet! —exclamó Randall al verla—. ¡Me alegro de verte aquí! Esta fiesta no sería lo mismo sin una de las chicas nuevas de Woodland.
—Gracias, Randall —respondió Violet, intentando no sentirse intimidada por su intensa atención.

—¿Y qué te parece Woodland hasta ahora? —preguntó Sarah, observándola con esos ojos que parecían ver más de lo que decían.
—Es un lugar... Interesante —contestó Violet, buscando las palabras adecuadas. Si hubiera sido sincera, habría dicho cuánto echaba de menos su antigua ciudad, excepto el calor, eso sí.

—Este sitio no es nada del otro mundo, pero se organizan fiestas legendarias —dijo Randall, mientras daba una calada al cigarrillo que sostenía en los labios. Exhaló el humo dirigiéndolo a la cara de Sarah, que lo apartaba con la mano en un gesto de desagrado.
—Eso dicen, que no es nada del otro mundo —interrumpió su discurso tosiendo a consecuencia del humo del tabaco—. Pero a mí me parece un sitio muy especial. Demasiado, quizás. Nos vemos, Violet —continuó Sarah, mientras se marchaba acompañada de su inseparable Evan.

La forma en que lo dijo incomodó a Violet. No había conseguido tener demasiado trato con ella desde que llegó al instituto y, acompañado eso de ciertos rumores sobre una supuesta relación sentimental anterior con Víctor, dedujo que no llegarían a ser las mejores amigas del mundo.

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