3.El centro de atención

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La noche no había sido la mejor de Violet. El poco tiempo que había dormido había estado plagado de sueños que le recordaban al anciano del ritual. Se despertó sintiéndose mucho más cansada que antes de irse a dormir. Con cierto miedo fue a desactivar la alarma de su teléfono. No encontraba explicación alguna al mensaje que había recibido la noche anterior, ni siquiera era un mensaje de texto de un número desconocido, simplemente se proyectó en la pantalla, como si algo o alguien hubiera podido controlar su teléfono móvil. Todo en orden, ni rastro del mensaje.

Se colocó sus vaqueros favoritos, tratando así de buscar una suerte de amuleto que le ayudase en su vuelta a clase en un momento en el que le estaban ocurriendo semejantes sucesos que volverían loco al más cuerdo.

No podía dejar de pensar en Rebecca ni en el mensaje. Trataba de convencerse de que quizás había sido otra alucinación más, lo que dejaba claro que su salud podría estar viéndose afectada gravemente. Empezaba a dudar entre la realidad y lo ficticio. Comenzaba a dudar de todos y en particular, de sí misma.

El trayecto hacia el instituto no fue demasiado fluido, aunque tampoco solía ser nunca nada especial. Su padre, como de costumbre, no tenía demasiada conversación con ella, y ese día Violet tampoco es que tuviese ganas de contar en lo que pensaba, aunque lo necesitase.

El coche frenó frente al enorme letrero del Woodland Highschool mientras sonaba una canción de Pet Shop Boys en la radio. Su padre le deseaba suerte de manera distraída mientras ojeaba el teléfono aprovechando que había aparcado el coche. Violet se despidió sin decir mucho más y salió con más nervios que el año anterior.

El bullicio de los pasillos la recibió con la energía usual de un nuevo día de clases. Los estudiantes se movían a su alrededor, charlando, riendo, y planificando el día como si el mundo no hubiera cambiado. La vida dura lo que dura un verano.

Intentó perderse entre la multitud, dejarse llevar por la rutina como medida de protección. Durante el primer día normalmente no se daban clases como tal. Los profesores se presentaban y hacían un resumen de los contenidos que tocarían en su materia. Al menos el tedioso discurso de la directora la haría pensar en otra cosa.

Aunque no tenía demasiadas ganas de relacionarse, agradeció ver al fondo las largas trenzas de Emily y como Jake soltaba sus cosas en la taquilla.

—¡Vio! ¡Por fin! —exclamó Emily mientras se acomodaba el pelo sobre la espalda. -No esperes buenas noticias. Nos ha tocado el señor Handy en Historia.

—Al menos no tenéis que aguantar a la de Física. Esa mujer no parece tener una vida sexual muy activa. —agregó Jake a la conversación en tono jocoso mientras recibía un codazo en la barriga por parte de Emily.

—Hola, chicos. Estoy un poco perdida. No he dormido bien esta noche. -respondió Violet sin demasiada energía.

Con la mirada buscó a Randall. Víctor le había enviado un mensaje esa misma mañana citándola en la puerta de la biblioteca. Pensó que estaría con él.

—Oye, ¿habéis visto a Randall? —preguntó Violet.

—¿Preguntas antes por Randall que por tu novio? ¿Es que hay algo que nos quieras contar? —respondió Jake con otra pregunta socarrona.

Violet se vio obligada a fingir una sonrisa. —No, es solo que me gustaría pedirle disculpas por lo del otro día.

Emily la animó a no darle mayor importancia, pero aún así le indicó que lo había visto hacía pocos minutos. Violet se despidió por un momento y puso rumbo a la biblioteca.

Allí estaban Víctor y Randall, este último con una bomber como de costumbre y sujetando la mochila de manera desganada.

—Hola, chicos. —dijo con una sonrisa amistosa, aunque sus ojos mostraban todo lo contrario. Víctor la saludó con un beso, como hacía cada día.

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