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Lucía observaba la casa desde la moto, su mente aún reviviendo la emoción de la carrera y la pelea posterior. Sentía una mezcla de orgullo por su victoria y una extraña incomodidad por el beso que le había dado a Amity. ¿Qué significaba eso realmente? ¿Acaso lo hizo por impulso?

Amity, a su lado, permanecía en silencio, aparentemente tranquila, pero Lucía conocía bien a su guardaespaldas. Podía notar la tensión en sus hombros, la forma en que su mirada evitaba encontrarse con la suya. Había algo que ambas estaban tratando de ignorar, pero era imposible seguir fingiendo que todo estaba igual.

—Gracias por salvarme ahí atrás —dijo finalmente Lucía, rompiendo el incómodo silencio.

Amity la miró, sus ojos dorados reflejando la luz tenue del porche. Asintió con una sonrisa leve, pero sus palabras fueron suaves, cargadas de una seriedad que Lucía no esperaba.

—Es mi trabajo, pero… —Amity vaciló, su voz apenas un susurro—, también lo haría si no lo fuera.

El corazón de Lucía dio un vuelco. Había algo en esas palabras, una sinceridad que la desarmaba. No sabía cómo responder, así que optó por una broma para aliviar la tensión.

—¿Así que lo harías solo por ser mi amiga? —intentó sonreír, pero la respuesta de Amity fue rápida y directa.

—Lo haría porque me importas más de lo que debería.

El aire entre ellas se volvió denso, cargado de una electricidad que ninguna de las dos sabía cómo manejar. Lucía sintió que las palabras se atascaban en su garganta, sin saber qué decir ni cómo reaccionar.

Finalmente, decidió romper el contacto visual y dirigirse hacia la puerta.

—Es tarde, será mejor que entremos —murmuró, sabiendo que estaba huyendo de la conversación, pero sin poder evitarlo.

Amity la siguió, pero Lucía podía sentir el peso de sus palabras en el aire, persiguiéndola hasta dentro de la casa. Mientras subían las escaleras, Lucía se obligó a sí misma a dejar de pensar en el momento, al menos por ahora.

Sin embargo, cuando se despidieron en la puerta de su habitación, Lucía no pudo evitar mirarla una vez más, conectado con sus hermosos ojos, aquellos ojos dorados que la miraban con tal intensidad, cada vez que los miraba podría jurar que la hipnotizaban, nunca se había detenido a ver a Amity con más detenimiento, Sus ojos, su piel blanca que parecía de porcelana, podría jurar que la mujer frente a sus ojos no era de este mundo, radiaba perfección pura.

—¿Pasa algo Lucia?— pregunto ante la notoria intensidad en la que la morena la miraba.

Ante la pregunta de la peliverde no pudo evitar sonrojarse por la vergüenza
—Lo siento, Es solo que... nunca te había visto con mucha atención, me dio algo de curiosidas, perdona si te incomode—

La mayor no pudo evitar soltar una risa, risa que ruborizó aún más a la menor, ¿Acaso se estaba burlando de ella?—Tranquila, solo creí que estabas por decirme algo, pero supongo que mi belleza se distrajo un poco — la morena no aguanto más ante las bromas de Amity, entro a su habitación cerrando le la puerta en la cara a la mayor, acción que le pareció graciosa a la mensionada, dejo descansar a Lucia y se dirigió a su propia habitación para tratar de dormir un poco.

La noche pasaba, tratando de conciliar el sueño sin suerte alguna, no podía dormir en absoluto, al final termino por rendirse y salió al patio, tal vez algo de ejercicio la ayudaría a dormir.

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Lucia se despertó sobresaltada por el sonido persistente del reloj despertador en su mesita de noche. Miró la pantalla, que indicaba las tres de la madrugada, y se dio cuenta de que el sueño no regresaría pronto. Se estiró y se incorporó en la cama, tratando de deshacer la sensación de incomodidad que la había despertado.

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⏰ Última actualización: Aug 23 ⏰

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