Recuerdos
A los dieciséis años, Alice ya era una joven con una voluntad fuerte y una mente decidida. Sin embargo, su corazón estaba dividido entre el deber hacia su familia real y sus propios deseos personales. Aquella tarde, el salón del palacio resonaba con los gritos entre madre e hija.Margaret: ¡No puedo creer que sigas viendo a ese chico, Alice! ¡Es inapropiado para alguien de tu estatus!
Alice: ¡No puedes controlar todo en mi vida, madre! Frederic no es solo el Gran Maestro de los Caballeros de la Guardia Real... ¡Yo estoy enamorada de él!
El silencio que siguió fue cortante. Margaret, con su semblante frío y endurecido, dio un paso hacia su hija, su mirada llena de desaprobación.
Margaret: ¿Enamorada...? ¿De un simple hijo de la sirvienta? ¡Alice, te comportas como una niña caprichosa! Tú eres la heredera, y tu futuro no está en manos de tus sentimientos. Debes pensar en el reino, no en tus deseos egoístas.
Alice dio un paso hacia atrás, pero mantuvo la frente en alto.
Alice: No me importa lo que pienses. Frederic me ve por lo que soy, no por el trono que algún día ocuparé. Yo lo amo, madre.
Margaret, furiosa y cegada por la preocupación por el futuro de Alice, la agarró del cabello con fuerza y la empujó hacia la puerta de su habitación.
Margaret: Te voy a enseñar lo que significa desobedecerme! ¡Que no se te ocurra volver a mencionar su nombre en mi presencia.
Alice intentó liberarse, pero la fuerza de su madre era sorprendente. Margaret la empujó dentro de su habitación y cerró la puerta con fuerza, dejando a Alice sola, con lágrimas en los ojos y el corazón roto.
Margaret miró por un momento la puerta cerrada, sus manos temblando de culpabilidad pero pensó que hacía lo correcto. El Rey Ancel II estaba enfermo y débil, lo que dejaba a Margaret con el control del Palacio. Dejándolo de lado, ella se dirigió a sus aposentos, convencida de que su hija debía aprender una lección dolorosa sobre sus responsabilidades como futura reina.
Mientras tanto, en una aldea distante, en el pasado de Mary, el olor a humo llenaba el aire. A sus dieciocho años, Mary regresaba apresuradamente al lugar que llamaba hogar después de haber pasado la mañana recogiendo leña en el bosque. Su corazón se aceleraba mientras corría, el humo oscuro en el horizonte no auguraba nada bueno.
Cuando llegó a la entrada de la aldea, se detuvo, horrorizada ante la escena que se desplegaba frente a ella. Su aldea estaba envuelta en llamas, los gritos de los aldeanos resonaban por todas partes, y el calor de las llamas hacía que la atmósfera fuera casi irrespirable.
Mary: ¡Mamá! ¡Papá!
Así gritaba Mary, preocupada por lo que podría pasar con su familia.Corrió hacia su casa, pero antes de llegar, vio a una figura oscura y encapuchada entre las llamas, sosteniendo un collar que Mary reconoció de inmediato: el cristal que su madre siempre llevaba en el cuello. La figura levantó una mano y las llamas se agitaron aún más violentamente, como si respondieran a su voluntad. La bruja, con una risa maligna, desapareció en el aire antes de que Mary pudiera alcanzarla.
Mary cayó de rodillas frente a su casa, viendo cómo las llamas consumían su hogar. No había nada que pudiera hacer. Al entrar a su casa una vez se habían apagado las llamas, en lo que quedaba de su casa, encontró los cuerpos carbonizados de sus padres, Olga y Phillip. La desesperación la envolvió mientras lloraba, su vida destrozada en cuestión de minutos.
Los días siguientes fueron un tormento. Mary enterró a sus padres con sus propias manos, y cada vez que cerraba los ojos, la imagen de la bruja y el collar robado la atormentaba. Fue entonces cuando tomó una decisión que cambiaría su vida para siempre.
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La Reina Blanca
Fiksi UmumUna Reina afectada por su pasado, tal vez sea alguien cruel sin embargo todos pueden redimirse.