1

569 35 0
                                    

Pov Charlotte.

Hace aproximadamente dos años que trabajo en este preescolar, y aunque al principio me costó acoplarme a la rutina, hoy en día es increíble cómo las travesuras nunca paran.

Este año me toca el grupo de niños de tres años, el más pequeño, lo cual es nuevo para mí, ya que en años anteriores había trabajado con los más grandes, los de cinco o seis años. El curso comienza en una semana, y ahora ya tengo en mis manos la lista de nombres de los niños y niñas con los que estaré durante un año. Son relativamente pocos, doce en total.

Con mi experiencia, ya hace algunos días que comencé a preparar todos los materiales y actividades que usaré, al menos para los primeros tres meses con los pequeños. Descubrí mi pasión por trabajar con niños cuando me ofrecí para cuidar a Bruno, el hijo de una amiga de mamá, que tenía casi cuatro años. Fue mi primer acercamiento con un pequeño, y desde ese momento, a mis 17 años, supe lo que quería para mi futuro. Al principio no contaba con el apoyo de mamá, pero cuando vio que no dejaría de luchar por este sueño, que ahora es mi trabajo, me apoyó. Ahora me siento orgullosa de no haber renunciado.

-Char, cariño, llegué.

-Estoy preparando la cena -respondí desde la cocina-. ¿Encontraste todo lo de la lista?

-Me faltaron un par de cosas -se acercó a saludarme con un beso en la mejilla-. El curso inicia en una semana; aún tienes tiempo... -vio mi mueca de molestia-. Pero podemos ir este fin de semana a buscar lo que hace falta.

-Sabes que me gusta tener algunas cosas ya listas. No quiero estar corriendo cuando las necesite.

-Sí, lo sé perfectamente, y con lo que te traje, según tus cálculos y tu lista, tienes cubiertos los dos primeros meses de curso. -Si lo que decía era cierto, entonces no tenía de qué preocuparme-. Ya tendrás tiempo de ir preparando tus actividades y lo demás que necesites.

Mientras cenábamos, me contó sobre nuevos posibles clientes para su estudio. Melany, o Mela como yo la llamo, es fotógrafa y hace poco más de tres meses abrió oficialmente su propio estudio. Es muy buena en lo que hace; las fotos que realiza son realmente excelentes, ya sea de personas o de paisajes.

Mela y yo nos conocimos en mi último año de estudios, hace casi tres años, y desde entonces somos inseparables. Somos tan compatibles, y a veces no tanto, pero ya llevamos viviendo juntas un año. El día que mamá fue separada de mi lado, dejé la casa donde vivíamos y me busqué este lugar. Mela se unió conmigo cuando sus padres la echaron de casa al enterarse de que le gustaban las mujeres y que se quería dedicar a la fotografía, algo que según ellos no tenía futuro. Vivir con ella es grandioso, y es mi primera experiencia viviendo con alguien, no me puedo quejar.

Establecimos algunas reglas, como quién lleva la ropa a lavar o quién cocina, a quién le toca hacer las compras o si lo hacemos juntas. Nos costó los primeros días, ya que soy un poco más ordenada y ella es un completo desastre, pero con el paso de los días y los meses, fue cambiando un poco respecto al desorden. Hoy puedo decir que ya es un poquito más ordenada que al principio.

Mi relación con mamá siempre fue buena. Ella era como mi mejor amiga, mi confidente, mi consejera, mi todo. Pero ese trágico día la perdí, y con ella parte de mi vida y mi esencia. Cuando le confesé que me gustaban las chicas, se rio tan fuerte y por tanto tiempo que creí que me estaba tomando el pelo, hasta que se calmó y me dijo que ya lo sabía, que siempre lo supo y que nunca esperó que yo se lo dijera. Para ella, no era necesario. Nunca tuve la oportunidad de presentarle a una pareja, primero porque, como ella decía, nunca sentaría cabeza, y segundo porque ella solo quería conocer a una mujer, la que estaría conmigo siempre, y no a muchas que serían pasajeras en mi vida. Mi madre era tan sabia, y espero algún día ser como ella. Sé que estaría orgullosa de lo que he logrado. La última vez que hablé con ella fue por teléfono, y sus últimas palabras fueron: "Te espero para cenar, mi niña", palabras que nunca saldrán de mi memoria. Ese día, después de mi jornada en la escuela, salí con una chica y le informé a mamá que no llegaría a comer. Ella tampoco estaría en la comida; había salido con papá a comer, algo que no hacían desde hace mucho. Papá no la pudo llevar de regreso a casa, ya que tuvo que regresar al hospital por una emergencia. No era tan tarde, casi las ocho, cuando mamá iba manejando de regreso, y un maldito que estaba hasta las trancas de alcohol se estrelló contra ella. El impacto fue tal que murió al instante. Papá se hundió en una depresión al igual que yo; nos estábamos hundiendo más profundo que el Titanic. Lamentablemente, papá no logró salir, y un mes después lo perdí también a él, por tristeza de haber perdido al amor de su vida. Papá fue mi consejero y mi mayor confidente; él sabía acerca de todas mis aventuras, me aconsejaba y, sobre todo, siempre me cuidaba.

La mamá de mi alumna(Adaptación Englot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora