Seattle, 3:45 a.m.
El sonido del agua golpeando el pavimento resonaba en el oscuro silencio de la madrugada. Maya Bishop estaba acostada en su cama, con la mirada fija en el techo, mientras el suave tamborileo de la lluvia se mezclaba con el eco de las sirenas en la distancia. El brillo azul de su despertador le indicaba que apenas había dormido dos horas. Sus músculos estaban tensos, agotados por la serie de turnos consecutivos que había aceptado, y su mente estaba atrapada en una espiral de pensamientos que no le dejaban descansar.
De un salto, se levantó de la cama y se dirigió al baño. El espejo reflejaba una mujer con los ojos rodeados de sombras, el cabello rubio desordenado por el sueño interrumpido, y una expresión de cansancio mezclada con determinación. Se lanzó agua en la cara, como si eso pudiera ahuyentar el peso que sentía en el pecho. Sus pensamientos regresaron a la discusión que había tenido con Robert Sullivan, su jefe de batallón.
Horas antes en la Estación 19...
"Necesitas un descanso, Bishop," había dicho Sullivan con ese tono de autoridad que a Maya le resultaba insoportable. "No eres invencible. Si sigues así, vas a cometer un error y pondrás a todo el equipo en peligro."
"Estoy bien," replicó ella, con los brazos cruzados sobre el pecho. "Puedo manejarlo. Ya lo he hecho antes."
Sullivan la miró con una mezcla de exasperación y preocupación. "Esto no se trata solo de ti, Maya. Tienes una responsabilidad con tu equipo. No quiero verte en la estación por al menos 48 horas. Eso es una orden."
La rabia burbujeó en el estómago de Maya, pero su rostro permaneció impasible. Asintió brevemente y se dio la vuelta, alejándose antes de que pudiera decir algo de lo que se arrepentiría.
Ahora, mientras se vestía rápidamente con ropa deportiva, el resentimiento seguía quemando dentro de ella. No podía sacudirse la sensación de que Sullivan estaba subestimando su capacidad de manejar el estrés. Ella había demostrado una y otra vez que era fuerte, que podía soportar la presión. Pero había algo más detrás de su enfado, algo que no estaba dispuesta a admitir ni siquiera ante sí misma: el miedo. Miedo a que, si dejaba de moverse, de trabajar, de demostrar que era más que capaz, los demonios que acechaban en su interior la alcanzaran.
4:15 a.m.
El aire frío de Seattle la golpeó en la cara cuando salió de su departamento. Empezó a correr, sus pies golpeando el pavimento con un ritmo constante que le ayudaba a aclarar su mente. Las calles estaban desiertas, solo el sonido de sus zapatillas y la lluvia acompañaban su carrera. Corría para liberarse de la tensión acumulada, para escapar de las voces en su cabeza que cuestionaban cada una de sus decisiones.
Mientras tanto, a pocas cuadras de allí, Carina DeLuca estaba sentada en un banco del parque, temblando ligeramente bajo la lluvia. Apenas notaba el frío que se filtraba a través de su abrigo. Sus pensamientos estaban atrapados en la última conversación con su hermano, Andrea.
"Estoy bien, Carina," había insistido él, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. "No te preocupes tanto."
Pero Carina no podía dejar de preocuparse. Desde que Andrea había sido diagnosticado con trastorno bipolar, ella había asumido el papel de protectora, una carga que llevaba sobre sus hombros con amor, pero también con un creciente agotamiento. Los altibajos emocionales de su hermano eran como una montaña rusa que nunca terminaba, y aunque lo amaba profundamente, cada recaída la dejaba más desgastada.
Esta noche había sido una de esas. Andrea, en uno de sus episodios maníacos, había tomado decisiones imprudentes en su trabajo en el Grey Sloan Memorial, lo que había llevado a una discusión acalorada entre ellos. Carina, incapaz de soportar la tensión, había salido a tomar aire, dejando a su hermano solo por primera vez en semanas.
Mientras reflexionaba sobre sus acciones, se levantó del banco y comenzó a caminar sin rumbo fijo, intentando calmar su mente. El sonido de alguien corriendo se acercaba, y antes de que pudiera reaccionar, chocó de lleno contra una figura que apareció de repente en su camino.
El impacto fue tan inesperado que ambas tropezaron hacia atrás. Carina casi cayó al suelo, pero logró recuperar el equilibrio a tiempo.
"¿Podrías mirar por dónde vas?" dijo una voz irritada.
Carina levantó la vista, y lo primero que notó fueron unos intensos ojos azules que la miraban con una mezcla de sorpresa y enojo. La mujer frente a ella, con el cabello empapado y la ropa ajustada que revelaba un cuerpo atlético, tenía una expresión que parecía hecha de hielo.
"Disculpa," respondió Carina, su acento italiano haciendo que la palabra sonara más suave de lo que pretendía. "No te vi."
Maya se quedó en silencio un momento, evaluando a la mujer que tenía delante. Había algo en ella, quizás la tristeza en sus ojos, que hizo que el enfado de Maya se desvaneciera un poco. Pero su mal humor aún estaba presente, y no podía evitar que se filtrara en sus palabras.
"Solo... ten más cuidado," murmuró antes de seguir corriendo.
Carina la observó alejarse, una sensación extraña instalándose en su pecho. Había algo en esa mujer que la desconcertaba, algo que no lograba entender. Pero la noche no estaba para resolver misterios, así que sacudió la cabeza y continuó su camino, tratando de ignorar la inquietud que la acompañaba.
7:00 a.m. - Grey Sloan Memorial
Horas después, Carina se encontraba en la sala de descanso del hospital, bebiendo un café amargo mientras revisaba los expedientes de sus pacientes. Intentaba concentrarse en su trabajo, pero su mente seguía volviendo a su encuentro nocturno. ¿Quién era esa mujer que la había dejado tan intrigada?
Cada vez que intentaba enfocarse en los registros médicos, la imagen de esos ojos azules aparecía en su mente. Sacudió la cabeza, intentando desechar la distracción, pero no pudo evitar la punzada de curiosidad. No era propio de ella dejar que un encuentro fortuito la afectara tanto, pero había algo en la dureza de esa mujer que la había tocado profundamente.
Mientras tanto, en la Estación 19, Maya había regresado, desafiando la orden de Sullivan. No podía quedarse en casa, no cuando sentía que cada segundo que pasaba alejada del trabajo era un desperdicio. Pero mientras se ponía el uniforme y se preparaba para otro día, su mente también regresaba al encuentro con la desconocida de la madrugada.
No lograba comprender por qué ese breve choque había dejado una marca tan fuerte en su mente. Había algo en esa mujer, algo en su acento suave y en la tristeza oculta en sus ojos, que se había quedado con ella. Pero Maya no era alguien que se permitiera distracciones, especialmente cuando estaba tan enfocada en demostrar que podía manejar cualquier cosa que se le presentara.
Pero, por alguna razón, el recuerdo de esa mujer seguía volviendo, intrusivo, como un estribillo de una canción que no podía sacarse de la cabeza.
9:00 a.m. - Estación 19
Maya estaba en medio de un ejercicio de entrenamiento cuando el tono de alarma interrumpió el aire tenso de la sala. Inmediatamente, el equipo se preparó para salir, la adrenalina inundando sus cuerpos. Pero mientras subía al camión, preparándose mentalmente para enfrentar lo que sea que los esperara, una parte de ella seguía pensando en la mujer que había conocido bajo la lluvia.
Ninguna de las dos podía saberlo entonces, pero ese choque accidental no sería la última vez que sus caminos se cruzaran. Y aunque ahora parecían estar en direcciones opuestas, el destino ya había comenzado a entrelazar sus vidas de formas que cambiarían todo lo que creían saber sobre sí mismas y sobre el amor.
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Entre fuego y sombras
RomanceMaya Bishop: Bombera tenaz, líder del equipo en la Estación 19. Fría y distante en apariencia, pero en realidad una persona sensible y apasionada que oculta su verdadera naturaleza tras una fachada para protegerse. Carina DeLuca: Obstetra jefe del G...