III.

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En la misma cama donde me desnudaste

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En la misma cama donde me desnudaste...lloré postrada días seguidos por ti.

Aunque nuestro primer encuentro estaba colmado de sentimientos nuevos, sentía que no quería irme de su presencia tan pronto. Tan podía ser adictiva, con una personalidad soez que iba de la mano con la mía, simplemente fluía. Pero sus comentarios llenos de sarcasmo y bromas en oraciones ni graciosas no era lo que me mantenía viéndole perpetuamente o identificando su actitud, era mi habilidad -mi necesidad- de identificar que me unía a ella de tal manera.

¿Cómo podía dejar ir múltiples traiciones?

Le confié el asiento de al lado, mientras cambiaba las canciones en un playlist que solo ella entendía; En camino a rincones sin mucha gente, lejos de la sensación abrazadora.

Ella... me atraía. Empezaba a cuestionarme si era más una re dirección del amor que había desarrollado hacia Jean, cuando ella pretendía ser él. Aún así, se sentía como coincidir con lo más inesperado y estar sorprendentemente cómoda.

Nunca me había planteado estar con una mujer de forma romántica. Pero mientras ella colocaba su mano en mi pierna y me atraía hacia si, lo único que podía registrar mi cerebro era sus ojos. Quería creer en la sinceridad no dicha en la mirada. Quería creer que no importaba nada más. Abriendo puertas que no abría para nadie; supe más de ella, de su familia, de sus dolores, de sus batallas, de lo que había forjado su carácter. Y entendí... que le acompañaba en la profundidad de su dolor, en el que le habían causado y en el que había infringido.

Tan no era inocente. ¿Pero quién lo era al cien por ciento?

Podría estar mintiéndome a mí misma como siempre solía hacerlo, buscando justificar lo injustificable, cosiendo parches en lugar de arrojar la toalla. Pero estaba segura nadie la había amado como yo, nadie lo haría.

Yo me habría arrancado el corazón del pecho por ella, en cambio ella lo había destrozado.

Y si jugamos a paralelismos me gustaría volver al momento de nuestro primer beso.

–¿Por qué no me besaste antes? –Pregunté, refiriéndome a instantes atrás en el estacionamiento desolado donde estuvimos esperando. La tensión era evidente y sobretodo sus ojos que no se apartaban de mí.

–¿No crees que era mejor poder decir que nuestro primer beso fue frente al mar?

Nuestro primer beso fue frente al mar.

Nuestro último beso en mi recámara.

Me hubiera dicho: "Abrázale más fuerte, va a elegir irse."

De haber sabido lo que se, hubiera prolongado más nuestros besos, haciendo justicia a cuatro años sin ellos. Hubiera atendido todas las llamadas en donde dormimos juntas, y tal vez no me hubiera obligado a no buscarle cuando subí a un avión que me alejaría a cuatro mil kilómetros de ella. De lo que pudimos llegar a ser.

Pero lo hice, me alejé porque me obligó a hacerlo. Me alejé porque si tienes al amor de tu vida frente a ti, tienes que reconocerlo.

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