Capítulo 1: El Inicio de una Leyenda

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Ojos de Águila siempre fue un tirador innato, un sobresaliente en el arte de los disparos. Pero ¿cómo se convirtió en lo que es ahora? Pues en esta historia les contaré la vida de Ojos de Águila desde sus inicios hasta su fin.

George Eddwarson, mejor conocido como Ojos de Águila, nació en una pequeña granja al borde del desierto. Desde niño, su vida estuvo marcada por las exigencias de su padre, un hombre duro y disciplinado que creía firmemente en la importancia de ser el mejor en todo lo que se hacía. "En este mundo, sólo los más fuertes sobreviven", solía decirle su padre mientras le enseñaba a disparar con una vieja pistola que había pertenecido a su abuelo.

A pesar de la dureza de su padre, George siempre encontró consuelo en su madre, una mujer cariñosa que veía en su hijo una bondad que el mundo necesitaba. Ella le recordaba constantemente que no era necesario seguir los caprichos de su padre, que la vida no era sólo una competencia, sino también un viaje en busca de lo que realmente importaba.

Pero el destino tenía otros planes para George. Un día, mientras el sol se ponía sobre la pradera, la tragedia golpeó a su familia. Unos criminales llegaron a su hogar, buscando venganza por viejas disputas. George, escondido detrás de un barril, vio cómo su padre era abatido sin piedad en la puerta de su propia casa. El dolor de perder a su padre se mezcló con una rabia indescriptible, y en ese momento, George decidió que seguiría los consejos de su padre para convertirse en el mejor tirador del viejo oeste.

Esa noche, juró que nunca más sería débil, que perfeccionaría su habilidad con las armas hasta convertirse en un hombre al que nadie se atrevería a enfrentar. Con el tiempo, su destreza con la pistola se volvió legendaria, y su nombre, Ojos de Águila, comenzó a ser conocido en cada rincón del desierto. Pero la historia de cómo alcanzó ese estatus es una que merece ser contada con detalle, porque cada disparo que hizo fue un paso más en su viaje hacia la leyenda.

George no dejó que el miedo lo detuviera. Apenas cumplió catorce años, decidió que era hora de abandonar la granja familiar y aventurarse en busca de un propósito mayor. Con su vieja pistola al cinto y un puñado de provisiones, salió al amanecer, dejando atrás la tierra que había visto tanto dolor. La promesa de venganza y la necesidad de cumplir el legado de su padre lo empujaron hacia adelante.

El camino fue arduo y lleno de peligros. George enfrentó a ladrones, forajidos y todo tipo de adversidades. Pero con cada enfrentamiento, sus habilidades mejoraban, y su fama comenzaba a crecer. En cada pueblo que visitaba, la gente susurraba sobre el joven tirador que no fallaba un tiro y que siempre estaba dispuesto a defender a los inocentes.

Una de las primeras paradas de George fue un pequeño pueblo llamado Dusty Creek, un lugar que parecía haber quedado congelado en el tiempo. Los habitantes vivían aterrorizados por una banda de criminales que cobraban peajes exorbitantes a cambio de "protección". George no pudo ignorar la injusticia. Se enfrentó al líder de la banda en un duelo al amanecer, y su precisión fue tal que el criminal no tuvo tiempo de desenfundar su arma.

Con ese primer duelo, Ojos de Águila se ganó el respeto de la gente y su nombre comenzó a resonar más allá de las fronteras del pueblo. Pero no buscaba la fama, sino la redención. Cada vez que ayudaba a alguien, recordaba las palabras de su madre y la promesa que le había hecho a su padre.

Después de Dusty Creek, George continuó su viaje, siempre moviéndose, siempre buscando, como si en cada pueblo pudiera encontrar una pieza del rompecabezas que era su vida. Con cada disparo, su destreza crecía, y con ella, el peso de su pasado. La leyenda de Ojos de Águila no era solo la de un tirador infalible, sino también la de un joven que cargaba con la culpa y el dolor, y que usaba su habilidad no para su propia gloria, sino para proteger a aquellos que no podían defenderse.

Pero en cada duelo, en cada mirada que recibía de aquellos que lo idolatraban, George sabía que su camino no terminaba ahí. Había algo más que lo esperaba al final, algo que él aún no podía ver, pero que sentía acercarse con cada disparo que realizaba. Y así, su viaje hacia la leyenda continuaba, con la promesa de que, algún día, encontraría lo que realmente estaba buscando.

El Camino de Ojos de ÁguilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora